¿y si tocamos a las estrellas?

Capitulo 3

Charlie 

Diciembre

 

 

 

—¿Papel, tijera o piedra?

—Ninguno. —Tira la almohada directo a mi cara. —Tengo que trabajar.

—No, todavía no te recuperas.

Me acerco a él y acaricio el moretón del rostro, y algunos del brazo, ninguno ha desaparecido. Aprieto los puños con fuerza al recordar la persona que daño a Julian, lo peor es que ella no quiere decir su nombre.

—En verdad necesito ir a trabajar, el departamento no se paga solo.

—Puedo pagar yo por este mes.

—No, eso no fue parte del trato.

Intenta levantarse de la cama y lo sostengo por la cintura, evitando que huya, reclamo cosas sin sentido y escucho una débil risa, la primera desde hace tres meses.

—Ju.

—Char.

—Ju.

—Char.

Repite letra por letra, despacio y sin perder la calma.

—Tengo suficiente amor para todos y quiero darte un poco.

—Algún día se va a acabar. —acaricia mi cabello, ladeo la cabeza confundido. —Siempre te preocupas por otros en vez de ti.

—Tal vez, pero alguien debe preocuparse por ti.

Quedamos en silencio, el albino juega con los locos rizos del cabello, intenta darle una forma definida, fallando en el proceso.

—¿Estas triste?

—No.

—Mentiroso.

—No puedo mentir.

—Otra mentira.

Lo obligo a conectar nuestros ojos, lo suyos son azules, profundos igual que el mar, hace contraste con su pálida piel. Silenciosas lagrimas recorren por las mejillas, no dice nada y se aferra a mi chaleco, agacha la cabeza ya sin poder contener los sollozos.

No lo soporto.

No puedo soporta ver a mi mejor amigo llorar.

Lo detesto.

 

☆゜・。。・゜゜・。。・゜★

 

Anke tuvo la decisión de llevarme a un museo con las evidentes intenciones de dejar a Julian solo al menos un día completo. 

—¡Vaya, esto es una maravilla! —Me acerco a mirar con mayor detalle a la pintura colgada en la pared.

—Campo de trigo, es una de mis obras favoritas del pintor —Anke no se detiene a hablar en ningún momento —En sus últimas pinturas trato de expresar la tristeza, la soledad extrema, emociones abrumadoras, todo aquello que no podía decir con palabras.

—Como que tenía una obsesión con el amarillo. —Apunto al cuadro llamado "La casa amarilla" y no era el único, me faltan dedos para contar la cantidad de pinturas que tiene el color amarillo.

Son muchas y llega a marear.

—Tienes razón.

—¿Por qué? —Giro la cabeza para mirarla, ella por quinta vez en el día, explica todo.

—Se dice que, al consumir habitualmente sus medicamentos para las crisis maniacodepresivas, alteraba la percepción de colores y veía todo en tonos amarillos, como un filtro.

—¿Maniacodepresivas?

—Sí, fue encerrado en un hospital de enfermos mentales, su doctor le receto medicamentos para controlar sus crisis, de hecho, se cree que el haya tenido trastorno de la bipolaridad.

—No me imagino lo mal que tuvo que haber sido para él.

Camino lentamente por el pasillo, observando de reojo por última vez las pinturas de ese salón, junto a la rubia vamos a otra sala, con más gente en ella. Acortamos la distancia entre nosotros para evitar chocar con otros.

—¿Cómo ha estado Jetta?

—Nerviosa, piensa que no me doy cuenta de que me está preparando una sorpresa por nuestro aniversario—hago el esfuerzo para no reír. —Te lo juro, evita mirarme a los ojos incluso durante el almuerzo.

—Ya, pero eso es obvio, ella nunca ha podido esconderte secretos y tiene miedo de arruinar lo que está preparado.

—¿Tú sabes lo que planea?

Nos detenemos en un rincón del lugar para conversar tranquilas y sin molestar a los demás.

—No se nada.

—¿Seguro? —Pone su dedo en la punta de mi nariz y evito su mirada.

No miento, lo juro. Jetta sabe que no puedo esconder secretos, sobre todo si se trata de Anke, esa chica es mi debilidad. Así que, me expulsaron del plan para el regalo de sorpresa para su aniversario, pero tengo algunas ideas.

Jetta borracha canta más rápido que un pájaro o un niño y entre mis recuerdos de cierta noche puedo recordar algo que me menciono.

—Lo juro, sabes que no confía en mí.

—Eso es cierto —pone sus manos en la cintura. —Eres un asco mintiendo.




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