¿y si...capaz funcionemos?

Capitulo 1

Entre gritos, empujones....y un "Hola" que no esperaba

No sabía por qué había dicho que sí.
Quizá porque no quería quedarme sola en casa. O porque Lía, la amiga con la energía de una tormenta eléctrica, me había insistido tanto que me agoté más por resistirme que por aceptar.

Fuera como fuera, ahí estaba. En un estadio enorme, con luces encendidas incluso antes de que oscureciera del todo, con miles de personas gritando por un equipo al que apenas conocía.

No era mi ambiente.
Nunca lo había sido.

Me ajusté el suéter beige que llevaba sobre los hombros. Abajo tenía un crop blanco de manga larga y unos shorts de tiro alto que me abrazaban más de lo que me gustaba admitir. tennis blancos, el cabello lacio, peinado con una pequeña trenza con la que me ponia a jugar de vez en cuando.

Los gritos no me molestaban tanto como el gentío. Cada vez que alguien pasaba cerca sentía que me iba a chocar, o peor, a desaparecer entre ellos sin dejar rastro.

—Voy al baño —le dije a Lía, que ya estaba comprando algo con salsa y risa. Me hizo un gesto distraído sin dejar de mirar su celular.

Me abrí paso por las gradas con cuidado, repitiendo en mi mente el camino de regreso para no perderme. Bajé los escalones como quien pisa hielo fino, cuando pasó.

Un hombre, más grande que yo, rozó mi pierna al pasar. No fue un roce inocente. Lo sentí. Sentí su piel contra la mía. Su brazo bajó más de lo necesario. Su mirada, rápida y sucia, me recorrió sin disimulo.

Me congelé. Por un segundo, todo el ruido pareció apagarse.

Y justo cuando estaba por seguir, como si no hubiera pasado nada —porque eso era lo que una aprendía a hacer: callar, fingir, seguir— alguien lo empujó levemente desde atrás.

—¿Tenés idea de lo que hiciste o querés que te lo dibuje? —dijo una voz grave, sin gritar, pero firme como una sentencia.

Me giré y vi a un chico que no conocía.
Era más alto que el otro, con el cabello corto, desordenado como si lo hubiera secado al viento, y una camiseta negra que decía “not today, bro”. Sus ojos eran intensos, del color exacto de cuando el cielo se nubla antes de la tormenta. No estaba furioso… estaba atento. A mí.

—¿Estás bien? —me preguntó, bajando el tono al verme.

Asentí. Ni siquiera sabía qué cara tenía, solo que me ardía la piel.
—Sí… sí, gracias.

El tipo que me había tocado se esfumó entre la multitud sin decir nada.

—Idiota —murmuró el chico. Luego se volvió hacia mí y me ofreció una media sonrisa, como si no quisiera asustarme.

—Soy William pero puedes llamarme Will. No sé si eso importa, pero… no me pareció justo no decir nada.

—Ellie —respondí, más por reflejo que por convicción.

Él asintió, y por un momento se quedó ahí, como si quisiera asegurarse de que pudiera volver a caminar tranquila.

—Vine con un amigo —dijo, mirando hacia las gradas—. Es fanático de este equipo desde que tiene memoria, así que… bueno, no podía decir que no.

—¿Muy fanático?

—Demasiado —rió, sacudiendo la cabeza—. A veces parece que vive por esto. Se llama Bryce,es como de mi altura unos medios rizos y si digo medios porque parecen arrepentidos y es de tes no tan clara pero tampoco oscura, Aunque si lo ves, dile que lo estoy buscando, porque seguro ya se distrajo.

—Gracias otra vez, Will.

—Cuando quieras. Espero que el resto del partido sea menos… intenso -dijo, echando una mirada rápida hacia las gradas—. Me toca buscar a un amigo que se me pierde fácil.

—¿Viniste con alguien?

—Sí, un tipo que ama el fútbol más que respirar. Siempre está en su mundo, pero bueno… tiene buen corazón —añadió, con una sonrisa leve, casi cómplice.

Asentí sin hacer más preguntas.
No me dijo el nombre de su amigo. Ni falta hacía.
A veces, el destino se encarga solo de los detalles.

Y se fue.

Me quedé unos segundos ahí, parada entre gradas, con el murmullo de la gente volviendo a ocupar el espacio. Era como si el mundo se hubiera puesto en pausa por un instante, solo para volver a empujarme hacia adelante sin permiso.

Apreté el suéter contra mi pecho y comencé a subir los escalones. El corazón me latía con fuerza, no de miedo… algo distinto. Tal vez adrenalina. Tal vez sorpresa. Tal vez ese calor inesperado que dejan ciertas personas aunque sólo estén unos minutos en tu vida.

Cuando llegué al punto donde Lía me esperaba, ella ya estaba sentada en la grada, sosteniendo una bandeja con papas y algo que parecía más salsa que comida.

—¡Ellie! —me gritó—. ¿Dónde te habías metido?

—Dije que iba al baño —le respondí, sentándome a su lado.

—¿Y qué? ¿Te fuiste a otro estadio? Te tardaste un montón.

Negué con una sonrisa cansada y luego, más bajito, añadí:

—Un tipo me rozó al pasar. Fue asqueroso.

Lía me miró seria de inmediato.

—¿Qué? ¿Dónde está? ¿Quién era?

—Ya se fue. Pero... un chico intervino.

—¿Qué chico?

—No sé, uno… Will. Apareció de la nada, lo enfrentó y después me preguntó si estaba bien.

—¿Y cómo era? ¿Lindo?

La miré, y aunque no quería admitirlo, solté una pequeña sonrisa.

—Sí. quiza un poco, pero más que eso… fue amable. Me sentí vista. Como si alguien de verdad notara lo que me pasó y no lo dejara pasar como si nada.

Lía me miró con una ceja levantada.

—Hmm… Will. Me gusta el nombre.

—Ni lo conozco —me defendí, pero mi voz sonó más suave de lo que esperaba.

—¿Y dónde está ahora?

—Se fue. Dijo que venía con un amigo. No dijo mucho más. No lo volveré a ver, probablemente.

Lía me ofreció papas.

—A veces la gente aparece para salvarte un poquito y después se va. No está mal.

Asentí, pero había algo más en mí. Como si una pieza del rompecabezas hubiera aparecido antes de saber siquiera qué imagen estaba armando.

Miré hacia el estadio. La gente seguía gritando, las luces bailaban en el cielo, y el ruido ya no me parecía tan insoportable. Algo había cambiado, aunque aún no sabía qué.




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