¿y si...capaz funcionemos?

Capítulo 3

Lo cerca que estuvimos sin saberlo
Ellie

La gente se desbordaba por las gradas, como si el estadio no pudiera retenerlos ni un segundo más. Un vendaval de voces, pasos apurados y luces artificiales iluminaban el caos ordenado de una salida masiva. Yo caminaba detrás de Lía, con el suéter beige aferrado al cuerpo como si fuera un escudo.

—¿Querés algo de tomar? —preguntó Lía, mientras esquivaba a un tipo que caminaba con dos hot dogs en las manos.

Negué con la cabeza. La garganta la tenía cerrada, pero no de sed.

Era por dentro.
Como si algo me hubiera movido el piso.
Como si las palabras de Will, su mirada y ese momento tan breve, hubieran abierto una compuerta que yo llevaba años bloqueando.

—Se ve que el tipo ese no tiene muchos amigos —dijo Lía, rompiendo el silencio—. Pero fue dulce. Me cayó bien.

—Sí… —respondí, distraída.

La multitud se hacía más densa a medida que nos acercábamos a la salida. Un grupo de chicos se reía con vasos de gaseosa en alto. Dos nenas corrían con bufandas del equipo, mientras sus padres las seguían sin apuro. Había vida por todos lados.

Y, sin embargo, yo sentía que me faltaba algo. Como si hubiera dejado una parte de mí en la grada. Como si esa conversación con Will no hubiera terminado.

—¿Estás segura que no lo conocías de antes? —insistió Lía.

—Estoy segura. Es como… como si lo reconociera sin haberlo visto nunca.

Ella me miró con una ceja levantada.

—Eso suena a destino, Ellie.

Rodé los ojos, pero sonreí.

—O a que estoy confundida. Que también es bastante probable.

Justo entonces, un empujón desde atrás me hizo tropezar. No caí gracias a que Lía me sostuvo del brazo.

—¡Mira! —protestó una voz masculina.

Me giré rápido. Fue un reflejo. Mis ojos buscaron, escanearon, se cruzaron con los de alguien.
Pero no era él.
Will no estaba.

Y justo en ese segundo, vi a lo lejos algo que me desajusto.
Una silueta de rulos oscuros, de espaldas, entre la multitud.
Caminando con una campera negra y el paso apurado.

Sentí… algo.
Un tirón en el pecho. Como si una cuerda invisible me llevara hacia ahí.

—Ellie, ¿vamos? —dijo Lía, sin notar nada.

Asentí.

Y no volví a mirar atrás.

Bryce

La salida del estadio era un desfile interminable.
Los gritos de los hinchas todavía resonaban en el aire, como si las paredes de concreto siguieran repitiendo los ecos del partido.
Pero yo ya no estaba ahí.
Mi cabeza tampoco.

—Podrías al menos saludarla —dijo Will mientras avanzábamos.

—¿A quién?

—A la chica que defendí. Ellie a de estar acá afuera, Bryce.

No respondí de inmediato.
Me frené. Miré a la multitud como si buscara algo, aunque no sabía el qué.

—No la conozco, Will.

—Pero la vas a querer conocer. Te lo aseguro.

Me crucé de brazos.

—Capaz sí, capaz no.

Will me observó con esa expresión suya que decía no entiendo cómo te las arreglás para escapar de todo lo bueno que te pasa.

—Siempre hacés eso —murmuró.

—¿Qué?

—Te vas justo antes de que algo empiece.

No dije nada. Porque tenía razón.
Porque si me quedaba, si la conocía, si abría aunque sea una puerta, capaz ya no iba a poder cerrarla.

Y eso… asustaba.

—Voy a saludarla —dijo él—. No me sigas si no querés.

Y se fue.

Yo me quedé unos segundos más, quieto.
Las luces del estadio iluminaban los rostros de las personas, pero todos me parecían ajenos. Hasta que vi una silueta.

Cabello largo, casi rozando la cintura, apenas ondulado, más claro que el que había imaginado.
Una chica. De espaldas.
Alguien se tropezó cerca de ella, y otra chica la sostuvo.
Ella se giró.
Pero no en mi dirección.

Un grupo de fanáticos pasó corriendo entre nosotros, riendo, cubriendo todo mi campo de visión. Cuando se despejaron, ya no estaba.

Solo vi la punta de su suéter beige deslizándose entre la gente.
Y un vacío raro en el pecho.
Como si me hubiera perdido de algo esencial… sin saber bien qué.

Me pasé una mano por el rostro y me alejé.

La noche ya había caído.
Pero lo importante aún no empezaba.




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