¿y si...capaz funcionemos?

Capítulo 6

El ruido detrás del silencio

Bryce

El silencio no siempre es paz. A veces es solo ruido que aprendiste a ignorar.

Me encontraba solo en el departamento, sentado en el borde de la cama, observando cómo el reloj marcaba con insistencia el paso de un martes cualquiera. Afuera la ciudad seguía su curso, ajena, constante. La vida parecía suspendida en una pausa indefinida.

El celular vibró sobre la mesita de noche.

Era del trabajo. Contesté sin pensarlo demasiado.

—¿Sí?
—Bryce, te habla Camila. El fiscal quiere que revisés el caso de González antes de mediodía. Es urgente.
—Enseguida lo veo.

La llamada fue breve, como todo en esa oficina: directo, sin vueltas, sin espacio para respirar.

Me puse la camisa aún medio arrugada de la mañana anterior y encendí la laptop. El expediente estaba ahí, tal como lo habían enviado: largo, denso, lleno de tecnicismos que a veces opacaban lo esencial. Personas que sufrían. Gente real.

Pero uno aprende a blindarse. A leer entre líneas sin dejar que se filtre demasiado.

Después de unos minutos, mi celular volvió a sonar. Esta vez, no era del trabajo.

Will.

“Pasé la tarde con dos chicas interesantes.”

Rodé los ojos.
Un clásico Noah.

“Una de ellas… es diferente. Creo que deberías conocerla algún día.”

Fruncí el ceño.
No por celos ni por intriga… sino por lo poco habitual que era en él usar ese tono. Will no hablaba así de cualquiera.

Respondí con un simple:
“¿Diferente cómo?”

No hubo respuesta inmediata.

Me quedé con el celular en la mano, viendo cómo la pantalla se oscurecía. Afuera, la noche caía sin apuro, cubriendo la ciudad con esa mezcla de calma y caos que solo se da cuando la mayoría ya no espera sorpresas.

Pero yo no pude volver del todo al expediente.

Había algo en ese mensaje, una chispa, una palabra.
Diferente.

No conocía su rostro, ni su voz, ni siquiera su nombre. Pero por alguna razón, eso bastaba para que una parte de mí —esa que creía dormida— se pusiera alerta.

Guardé los papeles. Apagué la laptop.

Y por primera vez en semanas, sentí que algo se había movido.
Silenciosamente.
Como si el destino respirara justo al lado mío.




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