¿y si...capaz funcionemos?

capitulo 18

El espacio entre dos cafés

Ellie

No esperaba volver tan pronto.
No después de cómo todo se sintió la última vez.

Pero hay cosas que se cuelan sin permiso:
Un mensaje.
Una frase.
Una imagen que se instala en la memoria sin haber sido tomada.

Lía me escribió con una excusa poco creíble:

“Tengo antojo de pastel de zanahoria. Café de siempre, 4:30. Te invito.”

Yo sabía que no se trataba del pastel.
Pero algo en mí quiso decir que sí.
No por ella.
Ni por la excusa.

Por la posibilidad.

Al llegar, el café estaba más lleno que de costumbre.
El murmullo flotaba como una niebla cálida. El olor a canela y libros viejos me golpeó de nuevo, y con él, algo más… la memoria de unos ojos que no sé si me miraron distinto o si fui yo la que se dejó mirar.

Me senté primero.
Lía no había llegado.

Pedí un moka con crema.
Abrí un libro, pero no lo leí.

Mis ojos pasaban por las letras como si fueran parte de un decorado.

Miré la puerta.

Una vez.
Dos.
Tres.

Y entonces lo vi.

Bryce....

Entró sin mirar demasiado, llevaba una camisa remangada, el cabello algo despeinado, el teléfono en la mano.
Se detuvo, buscó entre las mesas, y cuando me encontró, no sonrió,solo asintió con una pequeña inclinación de cabeza.

Como si eso bastara.
Y bastó.

Se acercó con calma, se sentó frente a mí sin pedir permiso, como quien no quiere romper el silencio, solo habitarlo.

—Hola —dijo. Su voz era más grave de lo que recordaba.

—Hola —respondí, más suave de lo que quise.

No dijimos mucho más.
Y eso estuvo bien.

Tomó su taza.
Probó el café.
Me miró.

—¿Lía viene?

Asentí.
—Eso creo.

—¿O era una trampa?

Levanté una ceja.
—¿Lo sospechabas?

—Lo esperaba.

La forma en que lo dijo… sin reproche, sin incomodidad… casi como si agradeciera la trampa.

Quise preguntarle cosas.
¿Te gusta leer?
¿Por qué hablás poco?
¿Qué pensaste de mí?

Pero no dije nada.

Solo observé cómo sus dedos giraban la taza sin apuro, cómo su mirada se detenía en la esquina de la biblioteca como si reconociera el lugar sin haberlo explorado del todo.

—¿Qué estás leyendo esta vez? —me preguntó, señalando el libro.

Lo giré. Le mostré la portada:
“Las cosas que no sabíamos que sentíamos”

Él sonrió por primera vez.

—Buen título.

—Me encontró —dije.

—¿Te suele pasar?

—Últimamente, sí.

Nos quedamos en silencio otra vez.

Pero era distinto.
Ya no era incómodo.
Era como si estuviéramos a punto de decir algo que ninguno sabía cómo empezar.

Y entonces, como si la escena estuviera escrita con exactitud, entró Lía.

Con una sonrisa torpe y fingida sorpresa:

—Oh… no sabía que ya estaban los dos.

Bryce y yo la miramos.
Y por primera vez, creo que entendimos que ella no era el centro de la escena…
sino la autora invisible del encuentro.

Lía se sentó. Pidió su pastel.
Habló rápido, de cosas sin sentido, como quien quiere rellenar los huecos de algo que no sabe si funcionará por sí solo.

Yo la escuchaba, pero también lo observaba a él.
Bryce no hablaba.
Pero se quedaba.

Y eso…
eso ya decía mucho.

Cuando nos levantamos para irnos, él se me acercó apenas.

—Ellie…

—¿Sí?

—¿Volverías otro día al café… si no fuera una trampa?

No respondí enseguida.
Solo lo miré.
Y ahí estaba otra vez, esa pregunta no dicha, la que se arrastra bajo todo esto desde el principio:

¿Y si capaz funcionemos?

—Tal vez sí —dije al fin—Tal vez… me gustaría que fuera sin trampas.

Pero con señales.




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