Entre líneas y conspiraciones suaves
Lía
Will es muchas cosas: caótico, brillante, inoportunamente gracioso… pero si hay algo que hace bien es mirar a la gente y entender lo que no dicen.
Por eso supe que había una segunda intención detrás de ese:
—¿Querés pasar por el café antes de la reunión?
Lo dijo con naturalidad, como quien habla del clima.
Pero le brillaban los ojos.
Y Will no brilla los ojos por una taza de espresso.
—¿Va a estar ella? —pregunté.
Ni siquiera dije el nombre. No hacía falta.
—Puede ser —respondió, mirando el celular sin levantar la vista.
Mentira.
Sabía perfectamente que Ellie iría.
Porque la conoce.
Y sabe que hay silencios que no se sostienen más de tres días.
Will
Verlos fue como asistir a una obra sin saber el guion, pero conociendo el final.
Bryce entró primero, con esa forma suya de observar todo sin parecer curioso.
Eligió una mesa al fondo, pidió café negro (obvio), y se sentó con la espalda recta y los pensamientos desordenados.
Yo fingí que no me importaba.
Me senté cerca, como quien cae de paso.
Pero estaba atento.....muuuuy atento.
Ella llegó después.
Y no… no se miraron enseguida.
Fue como si supieran que si lo hacían demasiado rápido, el momento iba a explotar en las manos.
Se reconocieron en el aire antes que con la vista.
Y cuando por fin se cruzaron las miradas, el mundo hizo una pausa.
No, no fue mágico.
Fue tenso.
Denso.
Raro.
Real.
Lía
Will y yo estábamos sentados a unas mesas de distancia, con tazas a medio terminar y comentarios que no decíamos en voz alta para no romper la burbuja.
—¿Creés que va a salir bien? —le pregunté.
Él sonrió.
Pero no esa sonrisa de chiste, sino una más suave, más íntima.
—No sé si va a salir bien. Pero va a pasar algo. Y eso ya es mejor que seguir huyendo.
Lo observé un momento, y en ese instante entendí que no se trataba solo de Ellie.
A veces, cuando alguien junta a dos personas, también está intentando que algo dentro de sí mismo se acomode.
Will quería ver que Bryce podía abrirse.
Quería probar que Ellie podía quedarse.
Y tal vez, sin admitirlo, quería creer que él también podía empezar a confiar otra vez.
—¿Y si no funciona? —dije, sin ganas de sonar pesimista, pero sintiéndolo.
—Entonces habrán probado. Y eso también es un final honesto.
Will
Cuando se quedaron solos en la mesa, los observé sin disimular tanto.
Lía me dio un codazo, pero no me importó.
Había algo en sus gestos…
Bryce movía la cucharita sin tocarla.
Ellie sostenía la taza con las dos manos, como si le costara soltar algo invisible.
No decían mucho.
Pero no hacía falta.
Estaban negociando con sus propios muros.
Con lo que callaban.
Con el miedo a repetir lo que alguna vez les rompió algo.
Lía me miró de reojo.
—Se gustan.
—Sí.
—¿Y ahora?
—Ahora… nada. Esperamos.
Lía
Después de que Bryce se fue, Ellie se quedó sola.
No con soledad triste.
Sola con ella.
Sola con algo nuevo que le pesaba, pero no sabía nombrar.
La vimos salir del café sin mirar hacia atrás.
Caminar con la cabeza baja, como si todo fuera demasiado ruidoso de golpe.
—¿La seguimos? —preguntó Will, medio en broma.
—No. Si quiere hablar, va a buscarme. Si no… ya hice mi parte.
Nos quedamos ahí un rato más.
En silencio.
Viendo cómo el día caía lento por la ventana.
Cómo el café se vaciaba.
Y en algún momento, sin decirlo, los dos supimos que acabábamos de empujar una historia hacia su verdadero inicio.
Will
Antes de irnos, saqué mi libreta.
Esa que siempre llevo pero casi nunca muestro.
Escribí una frase sin pensarlo mucho:
"No siempre se trata de juntar a dos personas.
A veces se trata de recordarle a alguien que todavía puede sentir algo."
La dejé ahí. En la mesa.
Debajo de la servilleta de Ellie que Bryce no vio.
Justo donde alguna casualidad podría encontrarla después.
Y al salir del café, con Lía al lado y el mundo otra vez en movimiento, supe que tal vez…
la historia apenas estaba comenzando.