¿y si...capaz funcionemos?

Capítulo 24

Las cosas que no se dicen, pero pesan

Will

Hay días que sabes desde que abrís los ojos que vas a tener que hacerte el desentendido.
Aunque no quieras.
Aunque te quemés por dentro.

Hoy fue uno de esos días.

Bryce me escribió a las 8:47. Preciso como siempre.

¿Tenés un rato? Paso por tu casa.

No puso ni "hola", ni emojis, ni aclaró nada más.
Lo conozco. Eso significa que tiene algo en la cabeza.
Y que no está listo para decirlo.
Pero que quiere estar cerca por si en algún momento se le escapa.

Llevaba una bolsa con pan dulce y dos cafés.
Eso también era una especie de código.
Como diciendo: “no voy a hablar mucho, pero traje azúcar, así que puedes apoyarme?”.

Se sentó en el sillón de siempre.
Ese que hunde un poco en el centro, como si supiera cuántos pensamientos se han dejado caer ahí.

—¿Todo bien? —le pregunté.

—Sí.

Mentira.
Pero no lo presioné.

Pasamos media hora hablando de cualquier cosa:
la última audiencia que lo dejó con dolor de cabeza,
una historia ridícula que vio en redes,
un vecino que pone música de banda a las 6 AM.

Pero no de ella.
No de Ellie.
No del café.
Y mucho menos… de lo que le pasó por dentro.

—¿Y vos? —preguntó de repente—. ¿Estás bien?

Lo dijo sin mirarme.
A Bryce no le gusta preguntar nada que implique emociones.
Pero se le nota cuando le importa.

—Estoy bien —respondí, más honesto de lo que pensé—. Confundido, pero bien.

Él me miró, como si hubiera dicho más de lo que esperaba.

—¿Confundido por qué?

Le di un sorbo al café antes de responder.
Y ahí fue cuando me pasó: la imagen de Lía riéndose en el café, con el cabello atado mal, con esa forma suya de decir algo como si no lo estuviera diciendo.

No dije nada.

Solo me encogí de hombros.

—No sé. Hay gente que aparece y de pronto, todo se mueve un poco. Como si nada encajara donde estaba antes.

Él bajó la mirada.
Se quedó viendo su taza como si ahí estuviera la respuesta.

—¿Te pasa con Ellie?

No levantó la cabeza.

—No sé si me pasa algo. Solo… no puedo dejar de pensar en lo que no se dijo.

Asentí.

Porque a veces no hay que empujar.
A veces, hay que dejar que el otro junte las palabras.

—¿Te gustaría volver a verla? —pregunté.

Silencio.

Después, con la voz apenas audible:

—No sé si es una buena idea, no quiero prometer algo que no sé si puedo cumplir.

Eso… eso es Bryce.
Siempre midiendo, siempre con miedo de no estar a la altura.

—No tenés que prometer nada. Solo... ir.

Se quedó en silencio un rato más.

Después de eso, hablamos de películas.
Del frío.
De cualquier cosa que sirviera de escudo.

Y mientras él hablaba de un documental que le voló la cabeza, mi mente se fue lejos.

Ayer, cuando Lía se quedó un segundo sola en el café, vi cómo miró hacia la puerta, justo antes de que Ellie llegara.
Vi en sus ojos algo que no suele mostrarle a nadie.
Como si deseara que alguien apareciera por ella también.

Y por alguna razón, me dieron ganas de ser yo.

Pero no se lo dije.
Ni siquiera a mí mismo con claridad.

Porque yo soy Will.
El que siempre bromea.
El que conecta a otros.
El que no se enreda.

Y sin embargo… acá estoy.
Enredado.
Silencioso.
Esperando algo que ni siquiera sé si es mío.

Cuando Bryce se fue, me quedé en el umbral viéndolo alejarse.
Mismo paso firme.
Mismo gesto contenido.
Pero más lento que otras veces.

Como si algo dentro suyo le pesara distinto.

Volví adentro.
Miré el sillón.
Tomé mi cuaderno.
Y escribí:

“Hay momentos que uno no entiende hasta semanas después.
Pero se siente desde el primer segundo que van a quedarse.”

No puse nombres.
No puse fecha.
Pero algo me dice que ese pensamiento era tanto para Bryce… como para mí.




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