Había conseguido librar aquella noche. Había convencido por todos los medios a Leo para que cambiase mi guardia por la de un compañero. No fue fácil, lo reconozco, Leo siempre fue un duro hueso de roer, así que convencerle había sido todo un mérito digno de alguien como yo. Cualquiera no lo hubiera conseguido. O al menos cualquiera que no conozca cómo hacerlo, claro está. Si le conoces es demasiado fácil, solo basta con invitarle a una feria gastronómica. ¿Y qué pasa si no hay una cercana? Eso ya es lo más complicado, hay que investigar dónde y cuándo y, por ahí, ya irá todo como la seda
Bien, el caso era que tenía mi permiso para ir al concierto de Deleyna. Nunca había podido ir a ninguno suyo y cuando me enteré de que lo daba en mi ciudad no dudé en comprar rápidamente mi entrada antes de que se agotara, porque solían venderse todas en la primea media hora desde que se ponían en venta. Estaba emocionada, ilusionada, feliz, como si de un sueño se tratase. Seguramente no tendría la oportunidad de conocerla, pero al menos disfrutaría de su voz en directo. Y fue lo mejor que he escuchado en mi vida.
Fui sola, la gente que conocía o no podía ir o no tenía dinero para gastarlo en el concierto, ya que su precio solía ser desorbitado. Pero no me importaba no ir acompañada, iba a disfrutar de la reina de la música, de su voz, y seguramente de todos los mensajes que transmitiese al mundo aquella noche. Porque si por algo se caracterizaba, además de por su gran voz, era por lo que decía al mudo. Poca gente como ella ha habido en el mundo. Es inevitable, a pesar del tiempo, sigo siendo su fan.
Y en efecto, no me equivocaba, salió al escenario tan espectacular como siempre. Daba igual el decorado iluminado y el gran trabajo que se habían dado para hacerlo perfecto, porque ella lo eclipsaba con tan solo su presencia.
―¡Buenas noches, Madrid! ―Exclamó abriendo sus brazos como si así quisiera abrazarnos a su público.
Los gritos y vítores aumentaron cuando ella habló.
―¡Por fin estoy aquí! ¡Por fin estoy en mi ciudad natal! ―Volvió a hablar provocando igual o mayor reacción.
Las cámaras de los móviles la enfocaban, flashes y más flashes se podían ver alrededor del estadio.
―¡Buenas noches también a quienes me estéis viendo desde otros lugares! Intuyo que por los flashes mucha gente va a disfrutar aunque sea un poquito de mí. Ya sabéis que yo no pongo el precio a mis conciertos, si fuera por mí haría lo que fuese para que todo el mundo pudiera disfrutar de él.
Gritos y más vítores, incluidos los míos también, seguían inundándolo todo.
―Como ya sabéis, parte del dinero que gano, irá destinado a varias obras benéficas, como siempre ―nos recordó sin dejar de sonreír―Porque, ¿sabéis qué? ¡Yo lucho! ―Elevó un brazo al cielo reafirmando lo último que había dicho.
―¡Yo, lucho! ¡Yo, lucho! ―Exclamamos todos al mismo son, o al menos intentándolo, porque tantas miles de personas diciendo lo mismo, es difícil que vayan a la par.
Después comenzó a cantar uno de sus mayores éxitos, de su último disco “Luchemos”, haciendo que todos coreásemos la canción, incluso dejándonos cantar el estribillo sin ella.
―Y cómo dice la canción, ¡nunca olvidéis luchar por vuestros sueños! ―Exclamó recibiendo así de nuestra parte una gran ovación.
Canción tras canción, nos iba deleitando con su voz. Fue un recorrido por toda su carrera, por las canciones qué más habían marcado al público, y por las que ella consideraba más importantes. Se cambió en varias ocasiones de vestuario, desde largos vestidos de fiesta con altos tacones, hasta vaqueros cortos con zapatillas de deporte. Daba igual lo que se pusiera, porque solía comerse el escenario con su voz y con su sola presencia.
Las palabras que nos dedicó entre canciones fueron muy significativas, pero las del final de su actuación, estaban cargadas de emotividad.
―Nunca olvidéis que os quiero, que somos una gran familia y siempre os voy a llevar en mi corazón ―con aquella últimas palabas, lazando un beso al aire, se despidió de su público.
Lo que no imaginábamos era que aquella despedida sería para siempre.
Salimos de allí todo el público con ganas de más, hubiéramos dado lo que fuera porque nunca acabase. La gente se fue dispersando, había quienes se iban a comer a pesar de ser altas horas de la madrugada, con suerte, encontrarían algún bar de comida rápida que estuviera abierto las veinticuatro horas; otros grupos de personas se marcharon de fiesta. Algunas personas decían que querían quedarse un rato por si veían salir a Deleyna o si les dejaban entrar a conocerla, a pesar de ser casi imposible. Yo simplemente me volví a mi casa, si hubiera sabido lo que iba a pasar horas después, me hubiese quedado allí y hubiera intentando entrar a su camerino. Pero claro, ¿cómo iba a saber yo que algo tan horrible le iba a suceder? No era algo que cupiera fácilmente en la mente humana, nadie sale de un concierto creyendo que esa sea la última vez que ve a su estrella.