CAPÍTULO XI.
Helena y Dante pasaron toda la tarde haciendo el trabajo, el tema elegido fue uno de los cantantes favoritos de su novio, Freddy Mercury, admiraba lo que ha dejado en el mundo él cantante poseedor de una voz única, el mejor legado que dejo al mundo antes de su muerte era sin duda "Bohemian Rapshody", la gente de su país no es tan culturizada como Inglaterra, nunca en su antiguo instituto trataron estos temas, solo las cosas menos irrelevantes a su parecer.
La voz única de Freddy es inigualable en el mundo, Helena siente tristeza de que el mundo perdiera tal persona dotada de una increíble voz, el más encantado con el trabajo es su novio, que solo hablaba de lo mucho que admira a Freddy. La tarde ya estaba a punto de terminar y ellos ya tienen listo su proyecto, con el poco tiempo que le quedaba a su novio en casa fue que estaban viendo una película, estaban abrazados en su sofá, cuando sienten algo resonar demasiado fuerte, unos relámpagos sonaban en los cielos de Londres, entonces comienza una lluvia torrencial.
- Ay no comenzó a llover.
- Vaya con este imprevisto.
- ¿Qué hago? No puedo irme así. Dice preocupado.
- Porque no llamas a tú madre y te quedas aquí a pasar la noche. Dice ella apenada.
- Es que la verdad no puedo. "Si me quedo, no podré controlarme".
- Escucha no quiero que te enfermes, quédate. ¿Sí? Le dice ella obvia.
- De acuerdo, déjame llamar a casa que no llegare, mi mamá es algo.
- Lo sé, y se por qué no quieres quedarte. No pregunta más bien afirma.
- ¿Porque lo dices?
- Escucha la verdad es que no se me dan las palabras al tacto, desde que estamos juntos he sentido un gran amor por ti, y deseo de con todas mis fuerzas de demostrarlo no solo con besos, te deseo Dante deseo, deseo hacer el amor contigo quiero que tu seas mi primera vez. Dice sin rodeos y firme en sus palabras.
- Yo también te deseo Helena, eres la primera mujer que amo tanto. Le responde él.
Ella solo sonríe por lo último, se acerca a Dante con las emociones a flor de piel, para ella este momento es muy importante, con las manos agitadas lleva a su novio a su habitación, no sabe qué hacer con sus nervios que la hacen temblar, pero olvida todo con los besos de Dante, las manos de Dante, todo de Dante la hicieron tocar el cielo. Las locuras de adolescente pensó ella y que con el corazón en la garganta termina la noche para ella, lo mejor que pudo haber hecho es entregar su corazón a Dante, él duerme plácidamente a su lado abrazado ella, y ella no puede dejar de mirarlo, afuera sigue lloviendo y hasta entrar en la madrugada fue que le bajo el sueño, ya que no podía con las emociones de la experiencia anterior, pero nada le quita esa sonrisa de felicidad pura.
La mañana llega algo fría debido a la noche con lluvia, Helena despierta con un poco de dolor, ve a su lado a Dante que sigue durmiendo tranquilo, le da pena despertarlo así que se levanta a tomar una ducha, al finalizar su baño, se ve en el espejo y recuerda la noche de su vida, toca su delicado cuello soñando despierta, solo le saca una sonrisa, ya repuesta y vestida fue a preparar el desayuno para ella y su novio, pero lo primero es primero, tiene que despertar a su novio.
- Dante despierta.
- ¿Hum?
- Vamos despierta cariño.
- Ya voy, ya voy. Da un bostezo y luego sonríe. Helena.
- ¿Sí? Pregunta con su corazón latiendo frenéticamente.
- Lo de anoche, quiero decir que, bueno es, fue muy importante para mí. Lo dijo con sus mejillas sonrosadas.
- Lo es para mí también. Ve a ducharte, voy a preparar el desayuno. Le da un beso.
- Si ya voy.
Helena preparaba un delicioso desayuno de pan queques, mientras su novio de daba una ducha, después se iba a comer almuerzo a la casa de él, emocionada por sentirse tan amada, cuando ve a su hombre salir de su habitación oliendo a su propio jabón, manzanilla y miel ese es su aroma favorito, Dante parece radiante en esos momentos, los mejor que ha vivido hasta ahora, como poder llegar a sentir tanto amor por una persona, y que esta le hiciera sentir tantas emociones solo con verlo, con una sola mirada des preciosos ojos azulados, solo quedaba que el destino fuera esta vez compasivo.