Noah
Un mes más tarde.
Día a día mi convivencia con Olivia y mi hermano mejoraron, estábamos tan bien organizado que me hacía realmente feliz de que Olivia haya formado parte de mi vida.
Nuestra relación para el resto seguía siendo de solo amigos, lo cual era un poco desesperante, pero lo acepte. No habíamos tenido otro momento a solas tampoco, siempre había alguien más en la casa.
- ¡Noah! -me llamó desde el otro lado de la puerta Santiago.
Un jueves a la noche ¿Qué quería? Me levanté y me acerqué a la puerta.
- ¿Qué pasó? -le pregunté.
- Es tu padre -me dijo bajando la voz-. Necesito que vayas a casa.
Asentí y volví a mi cuarto, me cambié tratando de no hacer ruido para no despertar a Olivia y me fui en el auto hasta la casa de mi madre. Estacione el auto frente a la casa y me guarde la billetera en el bolsillo, busqué el celular, pero no lo encontré, me lo había olvidado. Bien, Noah, olvidándote el celular cuando posiblemente lo necesites. Me bajé del auto, puse el seguro y entre a la casa que estaba con las luces prendidas. El living había varias botellas de vino rotas y en el pasillo una de ron.
No otra vez…
- ¡Samuel! ¡Basta! Por favor termina con esto -pidió la voz de mi madre desde la cocina.
Corrí a la cocina y justo cuando mi padre rompía otra botella justo a dos metros de mí.
- ¡¿Quién es el padre de Santiago?! -preguntó lleno de ira y dolor.
A pesar de todo mi padre seguía muy herido con el asunto. Me arme de calma e intente acercarme a él.
- Papá -lo llamé él me miró-. Hola ¿Qué haces?
- Hablando con tu madre, no te metas chico, anda a dormir.
- Soy Noah, soy mayor ya, quiero ayudar…
- Entonces pedile a tu madre que me diga quién es el padre de Santiago, con quien me engaño.
Con el olor a alcohol que salía de todo el cuerpo de mi padre era imposible razonar con él.
- ¿A dónde fuiste? ¿Te juntaste con los pibes en el bar? -le pregunté confundiéndolo por el cambio de tema.
Él llamaba pibes a sus amigos de toda la vida, ya tenían más de 40 años y se seguían diciendo pibes, ellos decían que la juventud se lleva en el corazón y en el hígado.
- Sí -respondió sin dejar de mirarme-. Te tengo que llevar de nuevo
- El sábado puedo ir -le propuse esperando que al día siguiente se olvide-. Vamos a darte un baño de agua fría -le propuse intentando sacarlo de la cocina, lejos de mi madre.
Cuando lo estaba logrando, su mano se agarró del marco de la puerta y la señalo.
- Esta conversación no termina acá Elizabeth.
- La nuestra tampoco -le dije haciendo fuerza para que siga caminando, tenía que lograr que suba escaleras, genial-. ¿Y qué hay de nuevo con los pibes?
Me habló de sus amigos mientras lo ayudaba a caminar por el pasillo, Miguel y Matías se asomaron por la puerta de la habitación de este último y pude ver alivio en sus ojos al verme, les sonreí tratando de tranquilizarlos y metí a mi padre en el baño.
- Puedo solo, no tengo 17 años -se quejó.
- Bueno, vuelvo en un rato. -le avise.
Se metió dentro de la ducha con toda la ropa puesta, abrió el agua fría y gruño quejándose de la temperatura del agua.
- Sácate todo menos el boxer -le pedí-. No me hagas tener traumas.
Mi padre se rió y se dejó caer en la ducha, sentando contra la pared de la ducha, cerró los ojos. Genial, estaba que cuando vuelva se despierte.
Cuando volví a salir del baño, mis hermanos me abrazaron.
- Gracias, no sabíamos que hacer, sos el único que logra calmarlo. -me agradeció Miguel.
- Nada de agradecimientos -le pedí poniendo una mano en la cabeza de Matías y le revolví el pelo-. Vayan a dormir que mañana tiene clases.
- ¿Puedo dormir en tu cuarto con vos? -preguntó Matías.
- Si, mañana los llevo yo al colegio, no me hagan renegar.
Los dos asintieron, Miguel se fue a su cuarto y Matías entró al mío. Baje a la cocina y ayude a mi mamá a limpiar el desastre. Cuando terminamos, me acerque a ella y la abrace.
- Gracias hijo, no sé qué haría sin vos -me dijo llorando en mi hombro.
- Bueno, no me agradezcas, Matías va a dormir conmigo ¿Queres dormir en su cuarto? -le pregunté mientras le alcanzaba una servilleta para que se seque las lágrimas.
- Si, gracias hijo. Terminemos esto.
- Anda a descansar, yo me encargo.
Ella asintió y se fue. Termine de levantar los últimos pedazos de botella, envolví todo en diario y lo puse en una bolsa aparte, saque afuera la bolsa y cerré todo con llave, volví al baño y desperté a mi padre, se había quedado en boxer como le pedí, note que tenía un corte en la pierna. Lo envolví en una toalla y lo lleve a su cuarto, cayó redondo en la cama matrimonial que compartía con mi madre, le deje un vaso de agua junto con una pastilla para la resaca y le apague la luz para que descanse.