Ya soy legal

Capítulo 1

—¿Quién es usted, joven? ¿Está en este curso? —preguntó la maestra en cuanto le echaba un vistazo al cronograma del primer día de clases.

—Buenos días, sí, soy del último año —dijo el muchacho de cabellera rizada y semblante desdeñoso.

—De acuerdo, pase y tome asiento. Daré inicio con la clase.

Henry, como se llamaba el nuevo, caminó frente a más de treinta chicos de su edad, quienes platicaban entre ellos, o miraban aburridos la pizarra.

Para Henry, como para la mitad de la población del mundo, comenzar desde cero apestaba. Tuvo que dejar en su antigua escuela a sus mejores amigos: Louis, Josh y Kyra. Ellos se encontraban en Londres, ¿y él? En una pequeña ciudad llamada Bradford con al menos doscientos noventa mil habitantes. Bueno, en realidad no era una localidad tan pequeña, pero Henry no podía dejar de sentir que se encontraba en medio de la nada.

Tomó asiento junto a un chico de cabello rubio y ojos azules, quien platicaba animosamente con un pelirrojo, sentado a un puesto del suyo.

El silencio se hizo a su alrededor, y Henry supo que todos lo observaban. Escuchó al rubio y al pelirrojo murmurar algo sobre saludarlo. Uno de ellos claramente no estaba de acuerdo, y antes de que el incómodo silencio continuara, Henry se giró un poco para observar a ambos chicos, y quizás, intentar hacer algo de vida social.

—Hola, ¿qué tal?

—¡Hola! —dijo alegremente el rubio. El pelirrojo asintió como saludo, así que Henry desde ya podía apostar a que él no era precisamente el más sociable de ambos.

—Mi nombre es Niall —dijo el amistoso, y, señalando a su amigo el insociable, continuó—. Y él es Edward, pero todos le dicen Ed, Eddy para los amigos.

El rubio, cuyo nombre resultó ser Niall, sonrió ante el ceño fruncido del tal Ed.

—Mucho gusto, mi nombre es Henry.

—Oh, genial —declaró, y, en cuanto se acomodaba sobre su asiento, continuó la plática—. ¿De dónde eres?

—Vivía en Londres, pero por ahora me quedo en casa de mi tía... hasta que termine la preparatoria.

—¿Estudiabas en Londres? ¿Por qué te cambiaste de escuela? Digo... —dijo mientras esbozaba una sonrisa—. ¿Quién viene a una preparatoria en Bradford cuando puede estudiar en Londres?

Henry comprendía mejor que nadie ese punto.

—Mmm, bueno, mis padres quieren darme una lección —dijo, soltando una pequeña risa sin gracia. No era divertido, de ninguna maldita manera.

—Oh... amigo, que mal, eso apesta... pero no te preocupes, esta ciudad no está nada mal. Somos una comunidad muy próspera, o eso siempre dice mi papá.

—Que bien... supongo —suspiró Henry, resignado.

—Además, el clima en verano es muy agradable.

—Por otra parte, el invierno es una pesadilla—comentó Ed con un resoplido, incluyéndose en la conversación de algún modo. Fue un tanto abrupto, pero al rizado le entusiasmaba agradarle a la gente. Al menos un poco.

—Sí, Eddy tiene razón, en invierno la ciudad parece un congelador gigante. Pa' suele obligarme a llevar tres abrigos cada vez que salgo de casa. Es vergonzoso.

Henry sonrió ante la imagen mental de aquel pequeño rubio bajo toneladas de abrigos de invierno. Para él, ambos chicos parecían ser una grata distracción, al menos no se encontraba solo, mirando la pizarra atentamente como el chico emo a su lado.

—¡Fin de la charla! —dijo la maestra en voz alta, tomando el control de la clase. Henry se acomodó en su asiento para atenderla, como todos los demás.

—Hoy hablaremos sobre el proyecto que tendrán que preparar para el fin del parcial, este está valorado en el cincuenta por ciento de su nota, así que será mejor que le pongan mucha dedicación desde ahora.

Los lamentos de todos se hicieron eco en el aula, luego, explotaron los murmureos, pero en aquel momento la maestra levantó la voz una vez más.

—Ya que desean tanto socializar, ¿por qué no arman sus grupos de trabajo?

Niall levantó la mano de prisa, y a Henry le dio una idea de qué tipo de estudiante era: El chico de las mil preguntas.

—Profesora, ¿de cuántas personas deben ser los grupos?

—Precisamente a eso iba antes de que me interrumpiera, joven Monet —soltó la mujer mayor con tono severo.

Niall se hundió en su asiento, avergonzado. Sus compañeros se rieron de lo que parecía ser un comportamiento típico del rubio.

La mujer negó con una pequeña sonrisa segundos después, y a Henry le tranquilizó saber que su nueva maestra no era un hígado.

—Alumno, ¿cuándo será el día en que me deje terminar de hablar? —preguntó jocosamente, y luego, continuó—. Los grupos son de máximo cuatro personas. Cuando ya armen su equipo de trabajo me pasan una hoja de papel con los nombres.

Dicho esto, la mujer tomó asiento y todos en el aula empezaron a preguntarse los unos a los otros si querían estar en su grupo. Henry comprendía muy bien que ser el nuevo de la clase, en este tipo de situaciones, era una gran desventaja. Nadie quería trabajar voluntariamente con alguien que no conoce. Pero entonces, Ed y Niall empezaron a murmurar entre ellos, y luego de llegar a un acuerdo, Niall dijo:




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