Ya soy legal

Capítulo 9

—Mi Pa’ está bebiendo mucho, esa es una muy mala señal —Niall retorció sus dedos entre sí a causa de la ansiedad que le provocaba un potencial espectáculo bochornoso entre sus padres.

Ed extendió su mano sobre las del pequeño rubio y las apretó juntas en un bonito gesto de apoyo.

—No te preocupes, procuraré tener un ojo puesto sobre tu Pa’ por si se le ocurre hacer algo raro, aunque lo dudo.

Niall suspiró pesado, y, dedicándole una mirada de agradecimiento a su mejor amigo, admitió: «Uno nunca sabe…»

—¡Ánimo, Niall! —Expresó Henry con una sonrisa apaciguadora—. Te esforzaste mucho para que esta fiesta fuera todo un éxito; Ni Ed, ni yo, vamos a permitir que algo se salga de control, cuenta con nosotros.

El pelirrojo asintió ante las palabras del chico nuevo. Y, a pesar de que llevaba poco tiempo de conocerlo, Henry había probado ser una persona bastante acomedida.

Los tres chicos se plantaron frente a la sofisticada decoración que una compañía de eventos preparó para la velada. Había sido una excelente idea pedirle ayuda a Claudia —la asistente del señor Monet— con la gestión de los diferentes servicios que requerirían para la fiesta.

La música corrió a cargo de Ed, quien tenía un conocido dedicado a preparar mezclas musicales para fiestas. El pelirrojo le pidió que escogiera un par de canciones que hubiesen estado de moda hace más de diez años, y que fueran lo menos extravagantes posibles.

—¿Ed, por qué estamos escuchando un remix de “Teenage Dream” en pleno 2022? —preguntó Niall con una sonrisa ladina en su rostro. 

—Porque solo las leyendas reconocemos un buen hit —comentó Henry, sacudiendo sus hombros al ritmo de la música.

Ed soltó una carcajada y asintió en concordancia.

—Henry tiene razón —dijo el pelirrojo encogiéndose de hombros—. La gran mayoría de los que están aquí crecieron escuchando estas canciones, así que supuse que les traerían buenos recuerdos.

—No son ancianos, Ed —el pequeño rubio puso sus ojos en blanco—. Ellos no se pondrán nostálgicos por algo que pasó hace poco más de diez años.

Ed esbozó una sonrisa divertida.

—¿Cómo puedes decir que nadie se pone nostálgico por algo que pasó hace diez años, si tú mismo cruzaste por una crisis existencial cuándo se acabó el drama coreano del que te enganchaste por una semana?

—Que cruel eres al recordármelo, ya lo había superado —dijo Niall, fingiendo un sollozo.

Ed lo miró suspicaz.

—¿Realmente lo superaste? No lo creo.

—¡Déjame en paz! Yo no me meto contigo cuando te envicias a un videojuego nuevo —se cruzó de brazos, berrinchudo.  

Henry soltó una risa floja, antes de aceptarle al mesero un nuevo vaso de soda, junto con un par de bocaditos gourmet que jamás había visto en su vida.

La música continuó dándole vida a la velada, a pesar de que los invitados no mostraban ningún tipo de reacción o interés en soltarse la melena e invadir la pista de baile.

Los únicos movimientos que provenían de ellos, eran los de sus bocas mientras comían o parloteaban alrededor en sus propios círculos de amigos.

Las charolas con las bebidas eran interceptadas con más frecuencia de lo deseado por el anfitrión de una fiesta a las nueve de la noche.

La noche apenas estaba comenzando, y el homenajeado aún no hacia acto de presencia. 

El DJ decidió que era hora de modernizar el ambiente con la esperanza de que los invitados se animaran a bailar, pero, los minutos trascurrieron y cada vez se hacía menos probable que alguno de los asistentes se animara a disfrutar de las melodías pop del momento.

Por su parte, Henry disfrutó del ambiente por sí mismo. Ed y Niall se mostraron cohibidos tal y como él esperaba que lo hicieran, así que se esforzó por conseguir que al menos no lucieran tan estresados frente al resto de los presentes.  

Al joven rizado poco le importaba ser el centro de atención de una bola de aburridos treintañeros que parecían tener un palo incrustado en el culo.

Henry tomó la mano de Ed y lo hizo girar sobre sus talones, las mejillas de su compañero se tiñeron de rojo, pero al menos esto lo animó a tomar las manos del pequeño rubio e incitarlo a bailar juguetonamente por un par de minutos repletos de bromas y risas tontas.

Henry se sentía observado por un puñado de asistentes que no parecían encontrar muy apropiado que chicos de su edad pulularan alrededor de tan distinguidos invitados como si estuvieran en su fiesta de graduación.   

Ellos no encajaban, y eso les daba un tema de conversación interesante, luego de horas de aburrida plática banal.  

Henry sintió una intensa mirada en particular. Era tan soberbia que por poco prendía su cuerpo en llamas, y no en el buen sentido de esas palabras.

Charlie Monet no escatimó en miradas altaneras y repletas de reproche. Él y sus amigos parecían tener mucho que opinar sobre el chico que bailaba libremente al otro lado de la piscina.

Henry no necesitaba escuchar lo que decían de manera textual para interpretar la opinión que tenían sobre él con solo ver sus expresiones.




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