Ya soy legal

Capítulo 13

—¡Odio los lunes! —rezongó Niall, en cuanto caminaba junto a Ed y Henry hacia el estacionamiento de la escuela.

El día transcurrió sin novedades. Los maestros se encargaron de dejar tareas que los mantendrían ocupados toda la tarde, y gran parte de la noche.

—¿Quién no odiaría el primer día de clases luego de un maravilloso fin de semana? –Soltó Ed con un resoplido—. Habría preferido que la mitad de todo el trabajo que debemos hacer para mañana, nos lo hubiesen dado el viernes, así esta noche podría dormir tranquilo.

—Ay, la vida de un estudiante promedio —comentó Henry con una sonrisa de medio lado—. ¡Ah! ¡Por cierto! Había olvidado darles algo.

Henry hurgó en su mochila por un par de segundos, antes de entregarles a sus amigos unos volantes que había imprimido esta mañana antes de salir de casa de su tía.

—Échenle un vistazo, quizás les interese. —Henry extendió uno de los papeles frente a sus colegas y dijo—: Ya que necesito dinero extra, retomaré el viejo trabajo que tenía en Londres y pasearé perros los sábados y domingos, si quieren contratar mis servicios, ahí tienen toda la información que necesitan.

—¡Mira, Ed! Henry puede sacar a pasear a Shaun.

El pelirrojo le echó un vistazo al sencillo volante impreso y asintió evaluativamente.

—Aquí dice que tienes diez años de experiencia. —Ed elevó una ceja—. ¿Eso es cierto?

Henry le mostró una sonrisa de vendedor de autos.

—Es verdad, solía pasear a las mascotas de mis vecinos desde los siete, y he mejorado mucho con el tiempo. Mi arte está perfeccionado. 

Ed y Niall sonrieron ante la seriedad con la que Henry ofrecía sus servicios.

—De acuerdo, te llamaré el sábado —dijo Ed, guardando en su mochila el volante.

—Genial, gracias, amigo, probablemente seas mi primer cliente —comentó el rizado con alegría.

—Me encantaría apoyarte con esto, pero no tengo mascota, aunque junto a mi casa vive una pareja de ancianos con tres perros, quizás ellos necesitan ayuda con eso —mencionó Niall, pensativo.

—¡Sí, por favor! Seguro necesitan a alguien que haga el trabajo sucio —espetó Henry, retomando la marcha junto a sus colegas.

—De acuerdo, les diré que conozco a alguien que puede ayudarles con esos horrendos Chihuahuas.

Ed y Henry no contuvieron la risa ante el tono de resentimiento con el que Niall se refirió a los perros de sus vecinos.

—¿Qué te hicieron?

—Suelen perseguirme en cuanto me ven, y me ladran como si tuvieran algún problema conmigo, ufff, me caen tan mal.

—Suena a que necesitan relajarse —comentó Henry—. Una rutina de paseos matutinos los fines de semana y recompensas por ser más sociables, ayudará a que te odien menos.

—Ya veremos, por el momento, en lo único en lo que puedo pensar, es en todo ese trabajo que mandó la maestra, creo que moriré de un colapso. 

—Tú también necesitas relajarte un poco, Niall —comentó el rizado, opinión con la que Ed estuvo de acuerdo.

—¿Qué les parece si hacemos una videollamada a eso de las diez de la noche? Así, si tenemos alguna duda sobre la tarea, podemos buscar una solución entre todos, ¿qué opinan? Incluso, podríamos incluir a Ashton.

Niall asintió enfáticamente. 

A Ed la idea de incluir a Ashton no le encantaba, pero al notar que era el único en desacuerdo, se encogió de hombros y dejó que fuera el resto quien decidiera si debía o no ser incluido en dicha reunión nocturna.

Los tres esquivaron los autos estacionados en perfectas hileras hasta que llegaron a la calle pavimentada.

A Henry le sorprendió ver la camioneta del señor Monet estacionada en el espacio más alejado de la escuela.

—¡Oh, ahí está papá!

El pequeño rubio se proponía lanzarse a precipitada carrera hasta la camioneta de su padre, pero, Ed lo detuvo de la mochila.

—Niall, antes de que te vayas, recuerda que debes pasarme los apuntes de la clase de biología del otro día.

—Claro, pero, ¿ya te vas? ¿No quieres que te pasemos dejando a tu casa?

Ed negó.

—Iré al trabajo de mi mamá por el dinero para la cena, ya sabes, son solo dos cuadras —dijo, encogiéndose de hombros—. Así que nos vemos por videollamda esta noche.

—De acuerdo, amigo —ambos se despidieron con un abrazo, antes de que Ed se alejara a paso lento.

—Ven, Henry. —Niall lo agarró del brazo, y, mientras lo llevaba consigo, no detuvo la charla—. Acompáñame, le puedo pedir a papá que te deje de camino, él ya sabe donde vives.

Henry negó, en cuanto era llevado por su sonriente colega a la fuerza. Para el rizado, detener el trote de Niall no era un gran problema, pero, no tenía ninguna buena excusa para mostrarse tan renuente, así que durante todo el trayecto, se dedicó a pensar en una muy buena.

Ser un descarado, como incluso el director de su antigua escuela lo definió frente a sus padres, no lo eximía de sentirse incómodo con la idea de volver a tener al señor Monet cara a cara. El pequeño intercambio que tuvieron en su fiesta de cumpleaños hace un par de días continuaba fresco en su memoria.




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