Ya soy legal

Capítulo 15

—¡Nos vemos luego, señora Jule! ¡Gracias por la oportunidad!

Henry abandonó la propiedad de la amable mujer mayor que lo había contratado para que paseara a sus perros. Tres Chihuahuas diminutos color chocolate caminaban frente a él con sus pequeñas patitas inquietas.

Eran las seis de la mañana de un tranquilo sábado, el primero de muchos que invertiría para ganar algo de dinero extra.

Henry no podía sentirse más cómodo con su ropa deportiva y su cabello sujeto en una coleta suelta, pero, de pronto, su mañana parecía volverse menos convencional y más extraordinaria.

El joven rizado vio al señor Zain Monet adentrándose en la acera, listo para iniciar su rutina de ejercicios.

El hombre caminó con dirección al parque que quedaba a un par de cuadras con una botella de agua en la mano.

Henry curiosamente también se dirigía a ese lugar. Una sonrisa astuta iluminó su rostro.

Está lucia como una excelente oportunidad para acercarse al señor Monet sin lucir como un rarito. Su imagen frente al hombre mayor era bastante catastrófica, así que más le valía mejorar la situación con su tan habitual encanto del que todos los chicos en Londres hablaban.

Esta mañana, cuando Henry abandonó su casa con rumbo al barrio del señor Monet, lo hizo con la esperanza de verlo al menos por un segundo, pero esta oportunidad parecía ser una señal divina.

***

Zain Monet inició su rutina de estiramientos. Como cada fin de semana, comenzaría con un maratón de dos horas de trote. Para él, esta actividad era una excelente terapia anti-estrés.

Los pensamientos pesimistas se volvían un ruido de fondo mientras sus músculos protestaban por el esfuerzo extra.

De lunes a viernes, Zain debía conformarse con una corta rutina de flexiones antes de ir al trabajo, aquello mejoraba su humor un poco… pero solo un poco.

—¡Hola, señor Monet! ¡Buenos días!

Zain frunció el ceño en cuanto escuchó esa voz que había aprendido a temer.

Era ese tal Henry, otra vez.

Aquel muchacho se aparecía hasta en sus pesadillas. Las cuales consistían en situaciones muy vergonzosas que no se atrevería a mencionar en voz alta, aunque lo sometieran a tortura.

Hace unos días, luego de la última vez que intercambiaron un par de palabras, Zain despertó a la mañana siguiente con una enorme erección bajo los pantalones de su pijama, la cual se rehusó a tocar, ya que su sueño fue extremadamente inapropiado y vergonzoso. 

—Buenos días, muchacho, ¿qué tal? —dijo Zain, secamente, y continuó su rutina de estiramientos con la esperanza de que el chico se marchara por donde vino, pero este no lo hizo, y permaneció junto a él en compañía de tres pequeños perros que daban vueltas a su alrededor.

Henry tuvo que hacer maromas para no caer por culpa de las correas.

—Vaya, no creí que lo vería hoy —dijo el rizado con una sonrisa enorme—. Es mi primer día de trabajo, su vecina contrató mis servicios para estos pequeñines inquietos.

Zain esbozó una pequeña sonrisa cortés, y, luego de un largo suspiro, comentó:

—Me alegro mucho por ti, ahora, si me disculpas, iré a trotar, cuídate.

La sonrisa del muchacho disminuyó en intensidad, pero asintió como respuesta.

—De acuerdo, igual usted, cuídese, ¡Nos vemos pronto!

Zain se marchó suspirando de alivio con cada paso con el que ponía distancia entre ambos.

Para el señor Monet, imaginarse al nuevo amigo de su hijo de rodillas frente a él mientras este lo mira con esos intensos ojos verdes que lo incitan a pecar, no era el pensamiento con el que deseaba lidiar hoy.

No, definitivamente, él necesitaba correr como si lo persiguiera el mismísimo diablo. Quizás, el desgaste físico lo haría dejar de tener esas fantasías inapropiadas que tanto lo atormentaban.

¿Todo hombre que atraviesa una separación matrimonial termina teniendo crisis de ese calibre?

Si es así, necesitaba urgentemente ir con un psicólogo.

***

Henry le dio un par de vueltas al parque antes de alejarse un poco más en busca de otras zonas públicas para explorar. Los tres chihuahuas no se rehusaron a caminar a su ritmo, y aprovechó dicha paz para tomar un vídeo y pasárselo a la señora Jule.

Ella podría estar segura de que sus pequeños se encontraban sanos y salvos.

Pero, de pronto, las cosas se complicaron cuando Henry observó con horror como un enorme gato negro salió a estrepitosa carrera de una casa, cosa que no pasó por desapercibida para los perros, quienes forzaron las correas con tanto ímpetu, que una se rompió, provocando que uno de los Chihuahuas escapara con rumbo hacia donde corrió ese maldito gato que acababa de meterlo en un verdadero lío.

—Mierda, mierda, mierda, mierda, ¡mierda! –soltó aterrado, en cuanto tomaba a los dos pequeños que aún mantenía consigo y emprendía carrera hacia la esquina, lugar donde vio por última vez al diminuto can. Era completamente imposible que aquel animal corriera tan rápido, pero, Henry observó con consternación como al girar aquella esquina el pequeño había desaparecido de su vista, como si se hubiese esfumado de repente.




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