Ya soy legal

Capítulo 23

Zain Monet estacionó su camioneta a una casa de distancia de la de Henry por pedido de este, ya que, según él, sería más sencillo explicarle a su tía todo lo acontecido desde el principio, en comparación con el posible impacto que esta sufriría, al verlo bajar de un vehículo como tal sin contexto, de por sí, su familia no confiaba mucho en su buen juicio.

Henry se ahorró los detalles de porque ellos pensarían tan mal de él al verlo bajar de la camioneta de un hombre como Zain Monet. 

—¿Crees que ella se haría una idea equivocada sobre mí? —inquirió el empresario con el ceño fruncido.

—Lamentablemente, sí. —se encogió de hombros.

—Es comprensible, pero por esa razón, confío en que le contaras a tu tía esta noche todo sobre nuestro trato, y te recuerdo que tú fuiste quien me insistió en devolverme el dinero con el que pagué las fianzas. 

—Lo sé, me aseguraré de dejar eso en claro. No se preocupe, señor Monet, haré lo correcto para su tranquilidad y la mía.

El hombre mayor asintió complacido. 

—Esto está asfixiándome —dijo el señor Monet de repente, mientras tomaba su corbata y jalaba de ella, exasperado. El hombre finalmente la desató, liberándose de la prenda y dejándola en algún lugar del asiento trasero.

—Mucho mejor.

Henry le echó una mirada de reojo a la prenda, antes de esbozar una sonrisa ladina al ver el perfil del hombre mayor en todo su esplendor. A él le encantaba admirar al señor Monet desaliñado. Era sexy observarlo en su estado natural, pero eso no significaba que su elegante y pulcra forma de vestir no lo calentara como un horno de leña.

—¿Y tu amigo? ¿El que te defendió esa noche en tu fiesta? —inquirió de repente, una vez se sintió más cómodo bajo su traje de oficina. 

—Oh, él está en Londres, supongo —dijo el rizado, esquivo.

—Creo recordar que me dijiste que al sacarlo de prisión ambos estarían a mano, y debo admitir que en ese momento no estaba interesado en saber más, pero ahora tengo curiosidad, ¿a qué te referías con eso? Claro, si se puede saber.

Henry esbozó una pequeña sonrisa avergonzada.

—Bueno… supongo que, ya que me ayudó con eso, debo ser honesto con usted.

Zain asintió, reafirmando aquello.

—Ese chico se llama Rob, y es mi ex novio.

Zain abrió la boca para decir algo en un efecto reflejo, pero, volvió a cerrarla y la mantuvo así por un par de segundos antes de hablar una vez más.

—Vaya… ¿Tu ex novio con quien no pareces llevarte bien viene a tu fiesta de cumpleaños y causa una pelea para impresionarte?

Henry niega, junto con un bufido.

—Rob no es el lapicero más afilado del estuche, precisamente —soltó con una risita—. Él no es capaz de maquinar un plan como ese, además, Rob y esos idiotas que vinieron a arruinar mi noche tienen su historia. He sido víctima de sus comentarios y agresiones antes… y mi ex solía defenderme.

La mirada de Zain se disparó hacia el joven rizado con preocupación.

—¿Qué te han hecho? ¿Te han lastimado mucho? —preguntó, ansioso.

Henry negó, conmovido con la mirada preocupada que le dedicó el hombre mayor.

—Nada que no se pudiera resolver con un analgésico y un poco de antiséptico.

Zain negó indignado, tal y como cualquier ser humano empático lo haría.

—Voy a suponer que sus ataques hacia ti están relacionados con tus preferencias. 

Henry asintió.

—Adolescentes homofóbicos, nada nuevo bajo el sol —se encogió, restándole importancia al asunto—. Pero, ¿qué tal aquí en Bradford? ¿Cuándo usted iba a la preparatoria estaba fuera o dentro del closet?

Zain sonrió de medio lado ante la osadía del muchacho, y, con su mirada dirigida a la calle, dijo:

—Yo jamás sufrí discriminación, pero Charlie sí.

Henry resistió el impulso de rodar los ojos, por dos motivos, el primero estaba relacionado con el señor Monet y el respecto que debía mostrarle, y segundo, por solidaridad a una víctima como él, por muy molesta que fuera.

Además, lo implícito en sus palabras: Ambos llevaban siendo pareja desde la preparatoria. 

—Aunque, a Charlie solían molestarlo por cuan odioso era —rio entre dientes con nostalgia—. No tanto por sus preferencias, quienes lo detestaban usaban eso como un arma, pero él nunca dejó que esas cosas le afectaran demasiado.

—Comprendo —dijo Henry con una sonrisa forzada.

El empresario asintió en reconocimiento, y luego le echó una mirada a la casa del muchacho.

—Bueno, será mejor que me vaya antes de que se haga más tarde.

Henry vio el oscurecido cielo acuestas, y suspiró melancólicamente por tener que dejar ir al hermoso hombre junto a él.

—Tiene razón, muchas gracias por traerme.

—No es nada.

Henry se deshizo del cinturón de seguridad, y, sin darle tiempo a reaccionar, se acercó al hombre mayor y le dio un corto abrazo. Uno tan fugaz que dejó inmóvil al hombre receptor de sus afectos. Y aprovechando la mudez del empresario, Henry bajó del auto con una expresión risueña en sus labios y un pequeño obsequio en su bolsillo.




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