Ya soy legal

Capítulo 25

 

 

El cuerpo de Henry se fundió contra el del hombre mayor.

 

Su boca era devorada por el señor Monet como un hombre hambriento que prueba su primer bocado luego de semanas caminando en el desierto.

 

Henry se esforzó por aguantar la respiración, ya que, le aterraba pensar que el empresario entrara en razón una vez sus labios se separaran y tuviera unos segundos de lucidez.

 

Pero, fue imposible aguantar más, así que Henry se echó para atrás, tomó aire, miró dentro de esos ojos oscuros que tanto deseaba, y volvió a estrellar su boca contra la suya.

 

El señor Monet retomó el ritmo para satisfacción del rizado, quien, envalentonado, deslizó sus manos sobre los bordes del cuerpo del hombre mayor.

 

Henry podía sentir como su corazón estaba a punto de escapársele del pecho, y aquello no mejoró cuando las manos del empresario se posaron sobre la espalda baja del más joven, atrayéndolo hacia él, como si tener más cercanía fuera físicamente posible.

 

No lo era.

 

Sus cuerpos no podían estar más juntos en ese preciso momento.

 

Zain, tomó al joven por debajo de sus muslos y lo alzó con facilidad, demostrando su fuerza e ímpetu por devorar sus labios.

 

Henry gimió dentro de la boca del empresario, y no pudo evitar sonreír cuando este se giró y lo depositó sobre su escritorio, acomodándose expertamente entre sus piernas abiertas.

 

En esta posición, tanto él como Henry podían sentir los bultos en sus pantalones.

 

El más joven no podía encontrarse más duro y adolorido bajo la tela de sus bonitos pantalones formales. Henry le echó un vistazo al notable contorno de la longitud erecta de su jefe. Aquello lucia doloroso, y lo era, él más que nadie lo sabía, puesto que, tenía el mismo problema.

 

Pero, la solución era sencilla.

 

Zain intentó buscar los labios de Henry una vez más, pero, este, prefirió concentrarse en la siguiente base, que pretendió al desabotonar los pantalones del señor Monet.

 

Pero, por desgracia, su ambición rompió el saco.

 

Zain Monet detuvo el avance de sus manos y las apartó con una mirada conmocionada, como si acabara de despertar de un sueño.

 

El empresario fue cruelmente arrojado a la realidad tras darse cuenta de cuanto las cosas habían escalado.

 

—No, espera —llevó una mano a su boca para secar la humedad en ella—. Alto… por favor, vete.

 

—¿Qué? ¿Por qué?

 

Zain Monet se alejó varios pasos, como si, de pronto, a su nuevo empleado le hubiese surgido una segunda cabeza.

 

—¿Cómo que por qué? Lo que acaba de pasar fue una locura.

 

—Volvámonos locos juntos —mencionó, Henry, aún sentado sobre el escritorio de su jefe. Sus labios inflamados por los besos lucían demasiado seductores como para ser ignorados por el empresario, quien, por un instante, estuvo a punto de bajar la guardia, pero, por suerte o desgracia, no lo hizo.

 

—Es mejor que te vayas, hablaremos mañana, ¿de acuerdo?

 

Henry tiró su cabeza hacia atrás, frustrado.

 

—Usted y yo deseábamos que esto sucediera, ¿Por qué se miente a sí mismo? ¿A quién pretende engañar?

 

—Henry, si no te marchas ahora no me dejarás otra opción, más que tomar una decisión drástica como despedirte, ¿comprendes? —dijo mortalmente serio.

 

Henry no tuvo más opción que obedecer.

 

No quería ser despedido.

 

Aquello sería una situación muy desafortunada, considerando el avance de esta tarde.

 

—De acuerdo, me iré si es eso lo que desea.

 

El empresario asintió enfáticamente.

 

Henry se acomodó la ropa arrugada por las caricias y se dirigió a la puerta. El hombre mayor lo esquivó como una bala.

 

Henry negó con una pequeña sonrisa disimulada en los labios.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.