El cuerpo en medio de la acera los dejó inmóviles, atónitos. Como si alguien les hubiera golpeado el estómago y los hubiera dejado sin aliento.
Era uno de sus compañeros. Ya yacía muerto y no faltaba mucho para que se convirtiera en uno de ellos.
Adam reaccionó primero, mirando a su alrededor en busca de más infectados. Al no ver ninguno, por instinto comenzó a caminar hacia donde le parecía más seguro; se detuvo al notar que Garrett no se movía.
—¿Garrett? Tenemos que irnos —susurró, desesperado.
—A-Adam… e-está muerto —musitó—. Por Dios, Oliver murió.
Varias lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, siendo detenidas por la mascarilla. Adam, frustrado, lo tomó del brazo y, con algo de esfuerzo, lo llevó a un callejón con poca iluminación, donde la luz de la luna no alcanzaba a entrar. Lo acorraló contra la pared y lo abrazó con fuerza.
—Garrett, lo siento. Sé que es triste, a mí también me duele. Sé que era tu amigo, pero ya no hay nada que hacer. Tenemos que irnos —dijo con voz temblorosa—. Sabes que en cualquier momento se levantará y nos atacará. Además… —hizo una pausa al oír uno que otro gemido— no tenemos mucho tiempo antes de que esas esporas se esparzan.
Garrett no respondió. Solo asintió y tomó la mano de Adam, quien se colocó delante de él para protegerlo.
Con ayuda de una linterna, alumbraron el callejón, revelando una figura aterradora.
Era un infectado. Se veía diferente: permanecía completamente paralizado, con los ojos casi desorbitados y de un tono oscuro, no azules como los demás. No se movía en absoluto, ni siquiera cuando pasaron a su lado.
Extrañados, quisieron observarlo más de cerca, pero un olor extraño les advirtió que estaban en problemas. Comenzaron a correr en dirección contraria cuando otro infectado apareció caminando hacia ellos.
Al pasar de nuevo por el cuerpo, vieron cómo este se levantaba, retorciéndose de manera aterradora.
Garrett ahogó un grito y se obligó a correr más rápido, sin soltar la mano de Adam.
En cada calle había uno de ellos. Y en cada esquina, más de diez cuerpos sin vida.
Eso solo significaba una cosa: más infectados.
Finalmente llegaron a un vecindario más desierto, aunque mucho más tenebroso. La mascarilla les dificultaba respirar, pero quitársela sin saber qué había pasado allí significaría una muerte segura.
Observaron a su alrededor. Todas las casas parecían abandonadas.
Un ruido llamó su atención. Se pusieron en guardia y voltearon.
Alguien los observaba desde una de las casas. Con cautela, aquella persona se acercó a ellos. Desconfiados, Adam y Garrett retrocedieron.
—Tranquilos. Están a salvo.
—¿Cómo podemos estar seguros? ¿Quién eres? —preguntó Adam, señalándolo con un bate de béisbol.
—Pueden confiar en mí. Solo quiero ayudar. S-soy Rogers. Soy policía… o lo era. Si quieres bajar esa cosa.
Adam y Garrett se miraron durante unos segundos. Querían creerle, pero experiencias pasadas los detenían.
—¿Por qué no llevas mascarilla? —preguntó Garrett—. ¿Es segura la zona?
—Por el momento sí. Nadie ha muerto ni ha aparecido ninguno de ellos.
Garrett apretó la mano de Adam, señal de que podían confiar. Adam bajó el bate y se dejaron guiar por aquel hombre hacia el interior de la casa.
Nadie notó la gran cantidad de infectados que se acercaba lentamente.
Dentro de la casa reinaba una calma inquietante. Rogers les ofreció comida y agua mientras intercambiaban fragmentos de sus historias, omitiendo más de lo que contaban.
Horas después, decidieron dormir. Al amanecer continuarían buscando al resto de su grupo y más provisiones.
Pasado un tiempo, Garrett despertó y se levantó para ir al baño. Un fuerte ruido lo detuvo.
Adam despertó de inmediato. Al notar que Garrett no estaba, fue a buscarlo. Había jurado no dejarlo solo nunca más.
—¿Garrett?
—¿Adam? Estoy bien… pero algo anda mal.
Rogers, confundido, miró por la ventana. Quedó atónito al ver a tantos infectados rodeando la casa. Era la única que quedaba en pie.
—S-son demasiados… ¿Qué vamos a hacer?
—Vienen por mí —dijo Garrett en voz baja.
—¿Por ti?
No hubo tiempo para más preguntas. La puerta principal fue destrozada, dejando entrar a los infectados.
Desesperado, Adam tomó lo primero que encontró para defender a Garrett, quien también luchaba con lo poco que tenía. En medio del caos, Rogers fue derribado y devorado. Ninguno pudo hacer nada.
—¡Rogers! —gritaron al unísono.
En uno de los forcejeos, Adam cayó al suelo, golpeándose con fuerza y quedando inconsciente.
Garrett intentó llegar hasta él, pero fue noqueado antes de lograrlo. Los infectados lo sujetaron y se lo llevaron a la fuerza.
Dejando a Adam solo, inconsciente y sangrando en medio de la sala.
—MarJ.M13—