Inicia un nuevo día y un joven se prepara. Agarra la ropa para el viaje y lo pone en la maleta que había puesto encima de la cama.
— ¿Ya te vas? ¿Se te cumplió el sueño? –dice la voz de una mujer en la puerta de la habitación.
—No es eso. Solamente voy de viaje de graduación.
—Ya te graduaste de la preparatoria y pudiste mantener tus becas, ¿crees poder sacar beca para la universidad?
—Claro que sí.
—Si no lo logras, no podrás quedarte.
— ¿Qué me aconsejas?
—Después de tu viaje, buscas trabajo. Podrás conservar tu habitación.
—Gracias.
—Está bien, recuerda que tú no eres el único caso.
—Ya soy muy grande y no creo que pueda salir de aquí. Digo, sé que voy de viaje de graduación de preparatoria, pero no me refiero a eso.
—Entiendo.
— ¡Yami! —grita un niño interrumpiendo a la mujer.
Yami dirige su mirada hacia dónde proviene esa vos y ve al niño corriendo hacia él.
— ¿Qué pasa? — le pregunta Yami.
—Ya están tus amigos en la puerta –dice alegremente el niño.
—Gracias— dice Yami mientras le sonríe.
Yami agarra la maleta y empieza su camino hacia la puerta.
—Antes de irte –empieza hablar la mujer—, ¿siempre dejas que te llamen por tu apodo? –le pregunta la mujer.
—Sí, me gusta más mi apodo que mi nombre.
—Me gustaría escuchar esa historia, principalmente, porque ese apodo lo tienes desde que empezaste ir a la escuela.
—Un día, un día.
Al terminar de hablar, empieza a caminar de nuevo hacia la puerta principal.
Al llegar, mira a sus amigos de colegio, en la entrada.
—Hola, Yami –dice alegremente uno de sus amigos.
—Hola – le contesta Yami con una sonrisa.
— ¿Siempre le dicen por su apodo y no por su nombre? –pregunta una de las amigas.
—Sí, y nadie sabe por qué. Incluso les pidió a los maestros que le llamaran por su apodo. Así es desde el principio. Desde que lo conozco.
—Me gustaría escuchar la historia del porqué.
—Te aseguro que no eres la única.
— ¿Ya nos podemos ir? –les interrumpe Yami.
—Está bien, amigo mío. Solo es curiosidad.
Al terminar de hablar, se dirigen al auto, meten la maleta de Yami en la cajuela, se suben al auto y se marchan.
—Así que, Yami vive aquí. No lo sabía— dice el padre del amigo.
—Considero irrelevante hablar sobre la vida privada de mis amigos.
— ¡Bien dicho! No quiero que termines siendo un chismoso cuando seas periodista.
— ¿Decidiste estudiar eso? –le pregunta Yami.
—Bueno, lo que estudiaré en la universidad, me ayudará para ese trabajo – le contesta su amigo.
— ¿Y tú que estudiaras? – le pregunta Yami a su amiga.
—Enfermería o psicología. No me decido – le contesta su amiga.
—Pensé que te habías decidido por enfermería— le dice su amigo.
—Sí y para eso hice el examen, pero también para psicología. Me iré a la carrera en que tenga mejor puntuación.
—Bien. Así que, Yami, ¿qué estudiaras? — le pregunta el amigo a Yami.
—No lo sé. Estoy entre Letras y psicología.
—Grandioso. ¿haras lo mismo que yo? ¿Elegir la carrera en que tengas la mejor puntuación? – le la amiga.
—No hice ningún examen. Me tomare un año sabatino, para elegir mejor.
—Eso es válido, tomate tu tiempo.
— ¿No te dijeron nada por esa decisión en casa?
—Sí, me dijeron que buscara un trabajo y eso voy hacer.
—Es bueno que te den oportunidad.
— ¿Ya sabes dónde trabajaras?
—Restaurante, pizzería, niñero, ayudante, no lo sé.
—Muchachos, ya no hablen más de trabajo, hoy están para divertirse— les interrumpe el padre del amigo.
—Está bien, padre. Por cierto, ¿ya llegamos?
—Ja, ja. Como cuando eras un pequeño. Preguntando si ya llegamos.
—Los viejos hábitos no se olvidan.
—Pues, ya casi llegamos a la central de autobuses. Llegarán antes que su autobús salga. Tendrán tiempo de sobra para comprarse algo. Por cierto, ¿a dónde van?
— A la playa, junto con el resto de nuestros compañeros de clase— dice alegremente el amigo.
—Bien, hijo.
—Tal vez, hasta Yami encuentre una novia— dice alegremente la amiga.
—No me interesa las mujeres.
—Descuida, Yami, no te juzgamos. Búscate un novio.
—Tampoco me interesa los hombres.
—Está bien, Yami. Vive tu vida, luego te preocupas por la pareja.