Yana

PASILLOS

Y por primera vez, una expresión de terror se formó en el rostro de Yana. 

—No puede ser— piensa nuevamente en alto.

Con desesperación lleva la mirada hacia el lado contrario al que se encontraban, otro extenso pasillo visualizó a la distancia, sin embargo, no tenía otra opción.

Da una última mirada hacia donde se encontraban lo que Yana creí que eran alucinaciones y con pasos ralentizados comenzaron a avanzar hacia ella, por lo que acelera sus pasos para seguidamente adentrase en el pasillo contrario y mientras una súbita persecución se desataba en medio del sitio, la respiración de Yana nuevamente comienza a acelerarse.

Sin rumbo alguno, corre a través de los largos pasillos mientras lleva la mirada hacia sus perseguidores cada cierto tiempo.

Pensó en las posibilidades de que su nuevo escrito se haya filtrado entre sus fanáticos y solo estén jugándole otra broma pesada, pero era imposible, Yana no cometería un error asi,  sobre todo porque ni siquiera permitía que Ailan leyera su escrito antes de que saliera a la venta. 

De pronto, se detuvo y se giró hacia sus perseguidores, ¿de qué o quien estaba escapando realmente?

Aquellos imitaron su acción y se detuvieron frente a ella, lucían tal y como los había imaginado, una familia de aspecto espeluznante, con máscaras hechas de piel humana y las costuras a la vista, que no emitían palabra alguna, sin embargo perseguían a sus víctimas hasta alcanzarlas y acabar con sus vidas despiadadamente.

—¿Quiénes son?— interrogó con firmeza— No voy a correr nuevamente, asi que empiecen a hablar.

Sin embargo, solo se limitaron a observarla con la cabeza levemente inclinada hacia un lado.

Aunque aquellas figuras la inquietaban sobremanera, sabía que no había forma de que fueran reales. 

Al no hallar respuesta de su parte, Yana soltó un suspiro para seguidamente avanzar hacia ellos con pasos ralentizados. 

El sitio se encontraba en completo silencio, a excepción de los lentos pasos de Yana que acortaban la distancia entre ella y lo que sea que estuviera frente a ella. 

A medida que avanzaba hacia ellos, la inquietud iba creciendo, sentía miedo, esa era la palabra, porque hay muchas cosas que pueden asustarte, es una sentir momentáneo, pero el miedo es una emoción más profunda. El miedo es preparar a tu mente con antelación ante una posible amenaza o peligro que puede desencadenar en una carrera por hacer todo lo posible por sobrevivir y Yana estaba lista. 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ellos, extendió una de sus manos en un intento por tocar a uno de ellos, pero aquellos comenzaron a correr abruptamente hacia el lado contrario de Yana, haciendo que caiga de espaldas hacia el pavimento mientras un temblor acompañaba su cuerpo, sin embargo, pudo voltear rápidamente hacia sus espaldas y como era de esperarse, habían desaparecido.

Rápidamente, retomó su postura y a pesar del notable miedo, se adentró hacia el lado en el que lo hicieron las figuras.

—¡Ailan!— llamó en un grito mientras que el eco de su voz se adentraba en cada rincón del lugar. 

—Ya...na— oyó a la distancia en un susurro femenino escalofriante.

Llevó la mirada hacia donde parecía provenir la voz y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando una figura translúcida apareció a la distancia.

—¡Yana!— oyó nuevamente la escalofriante voz femenina, pero esta vez provenía de sus espaldas y no pudo evitar soltar un grito en consecuencia. 

Su cuerpo se había inmovilizado y el temblor en su cuerpo se había intensificado. 

Pensó nuevamente en la salida, solo estaba a una corta distancia de ella, pero Ailan nuevamente vino a su mente, no podía dejarlo y tampoco a la señora Luiza, podrían encontrarse en peligro y ella era la única que sabía que se encontraban atrapados en este tétrico hospital.

—Hikaya acabaría con quien que sea que esté persiguiéndola e iría a buscar a Ailan y Luiza, aun si su vida dependiera de ello, uno de mis personajes más valientes— recordó a uno de sus recientes personajes que casualmente era la protagonista de su reciente escrito, La Familia Masaru.

Sus perseguidores lucían extrañamente similar a La Familia Masaru, una familia compuesta de tres personas quienes desatan una masacre en un reconocido hospital psiquiátrico. 

Se detiene momentáneamente, el miedo comienza a desvanecerse con lentitud y con determinación fue en búsqueda de Ailan.

Recorrió todas las habitaciones del primer piso mientras era acompañada por luces titilantes, sonidos de pasos, gritos y voces que murmuraban palabras que Yana no lograba entender.

Para cuando pudo notarlo, se encontraba en el tercer piso, el piso en el que le había parecido ver a Ailan. 

Al dar una rápida mirada a su alrededor, pudo notar un viejo cartel: Tercer piso, Infantería y Niñez. Una abrumadora sensación recorrió el cuerpo de Yana, no importaba el piso en el que te encontraras, la muerte se hacía sentir en cada rincón del hospital.

De repente, sus piernas no le respondían, por más que hiciera el vano intento de moverlas, pero no era que no podía, en el fondo no quería hacerlo.

Se había dedicado por años a escribir diversas historias de terror en las que narraba terroríficas experiencias por las que sus personajes debieron pasar, pero no había notado que ella nunca había pasado por una, al menos no hasta ahora.

Estaba acostumbrada a ser sorprendida por sus seguidores que aparecían de repente o que solían seguirla hasta cierto lugar, pero nunca se había sentido en peligro, solo se trataba de inofensivos seguidores que les causaba vergüenza acercarse hacia ella hasta que solían tomar valor y finalmente acababan pidiéndole una foto, un autógrafo o simplemente la saludaban. Pero hubo uno en particular que logró erizarle la piel mientras un escalofrío acompañaba aquella sensación, ese día en el estacionamiento, era la primera vez que un seguidor hacía algo así, pero lo que nunca había dicho es que sintió algo realmente escalofriante por parte de aquella persona, una terrorífica sensación de que realmente deseaba hacerle daño, como si hubiera estudiado a la perfección el personaje de Tokki a tal punto en el que logró replicar la sensación que causaba al verlo.




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