Yaravett

Recuerdos

Salí al patio hoy era el gran día la emoción se sentía cada poro de mi piel más de un año esperando este momento.

—Hija no corras te caerás— grito mi madre desde la cocina.

—No importa ya es la la hora madre— le respondí de regreso.

Seguí mi camino al jardín todos estaban ahí parado con una sonrisa cada uno de los invitados estaban vestidos de blanco y ahí estaba esperando para llegar a su lado y poder dar inicio a la celebración.

Pero las personas cambiaron su expresión de felicidad a una de terror desorientada mire a cada uno de ellos tenían la mirada de miedo nada tenía sentido hasta que sentí algo bajar por mis manos. Baje la mirada a mis muñecas que tenían un hoyo salía mucha sangre manchando mi vestido lágrimas empezaron a descender.

—Hija, hija, no te acerques ella está loca— grito mi madre no entendía.

—Mamá ¿qué pasa?— pregunté en medios de sollozos trate de acercarme pero lo que me dijo me dolió.

—No te acerques eres un monstruo deberías de estar muerta — grito mi madre.

Todos me señalaban diciendo monstruo un demonio nada tenía sentido.

—No soy un demonio— grite fuerte.

20 de enero del 2018

Me levanté jadeando nuevamente la pesadilla siempre esa lo mismo, la sangre en la muñeca, la fiesta, mi madre. Todo se repetía cada vez que se acercaba la fecha, mejor me dirigí a la ducha para poder quitarme el sudor y relajarme; ya había pasado cuatro días desde que empecé a trabajar no vi Adler durante esta semana internamente me sentí tranquila por no verlo.

Revise mi refrigerador tenía que hacer la despensa saque el bote de jugo, saque la mermelada la unté en el pan me dispuse a desayunar. Una vez que termine salí de casa para ir al trabajo.

— Buenos días Sara— ella era la que me atendió el día que vine por el trabajo es una mujer dulce aunque patente ser sería tiene 30 años es madre soltera de una niña de 10 años.

— Buenos días a ti Yaravett— contestó con una sonrisa, fui a mi casillero a guardar mis cosas y ponerme el delantal.

La mañana estuvo tranquila atendiendo clientes llevando las ordenes limpiar la barra recoger el dinero.

— Yaravett término mi turno antes porque tengo una reunión de ni hija así que te quedarás sola con Dalia hasta el cierre— me avisó Sara, Dalia era la cocinera la que preparaba algunos de los pedidos.

— Si no te preocupes podré sola vez que de te hace tarde— hice un gesto con la mano para que se fuera.

— cualquier cosas vendrá Adler al cierre nos vemos mañana — se despidió con una sonrisa y salió.

Durante la tarde no hubo muchos clientes. Hasta entro un grupo de jóvenes a la cafetería. Me acerque a su mesa.

—Buenas tardes; ¿que desean ordenar?— saludé a los cliente con una sonrisa Cortés.

—Una malteada de fresa con kiwi y un bizcocho de nata— pidió una chica pelirroja.

—un capuchino— ordenó su amiga que estaba a lado.— que pediras tu Fran— cuestionó la castaña al chico que estaba al frente de ella.

—Un té rojo por favor— contestó este con cara de aburrimiento.

—Estaba bien en un momento les traigo sus órdenes— contesté anotando los pedidos me dirigí a la cocina donde estaba Dalia.—Pedido de la  mesa 4, una malteada de fresa con kiwi, un capuchino, un te rojo y un bizcocho de nata— le coloque el papel de la orden

—Esta bien ayúdame con el te rojo y el bizcocho— me puse a preparar el té, en menos de minutos tenía lista los pedidos.

Me dirigí a la mesa coloque a cada quien sus respectivos alimentos.

—Buen provecho, con permiso— me dirigí a la barra para limpiar algunos envase.

Después de que los chicos se fueron,  Dalia recogió todo en la cocina ya estábamos por cerrar hasta que la campanita de la puerta sonó; un hombre alto de tes blanca aunque un poco pálido, ojos azules, cabellera rubia debajo de las orejas con barba de varios días. Se acercó a la barra y se sentó en unos taburetes.

—Buenas noches, me sirves un café negro— pidió

—En un momento— respondí me dirigí a Dalia quien parecía pálida al ver aquel hombre me acerqué para ver qué le pasaba— te sientes bien Dalia— cuestione a la pelirroja.

—Si no te preocupes prepárate el café para que nos podamos ir—salio su voz un poco temblorosa sólo asentí la cabeza; unos minutos más tarde ya tenía el café el cliente en su mano.

Mientras que el hombre bebía con calma observando todo a su alrededor, Dalia limpiaba todo tal como lo estaba haciendo antes que llegará aquel que hombre misterioso. Me dispuse a ser el corte de caja para entregárselo a Sara mañana a primera hora, trate de no perder la cuenta de lo que estaba haciendo.

—Señorita la cuenta — pidió aquel hombre levanté la mirada conectando con la de él, un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo salí de mi ensoñación.

—Cuatro dólares— contesté el hombre saco un billete dejándolo a lado de la barra y se retiró.

—Que hombre tan más extraño— masculle en dirección a Dalia quien parecía aliviada de que este se halla marchado.

—Nadie se le acerca a ese hombre por su fama de ser un hombre sin escrúpulos pero con Adler  se conocen de años— dijo Dalia.

—Bueno hay que marcharnos ya es tarde— comente mirando mi reloj que estaba en mi muñeca izquierda marcaban las 9:00.

Cerramos todo él lugar  me despedí de Dalia quien se fue caminando vivía cerca de la cafetería a dos cuadras. Me en camine a mi auto que estaba estacionado al otro lado de la calle me sentía inquieta mire a mi alrededor para ver si había alguien pero estaba desolada la calle. Negando la cabeza para sacar esas ideas me subí al coche a dirección a mi casa.

 




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