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Capítulo 22

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Estaba muriendo por dentro, hoy era nuestra cita. Habían sucedido tantas cosas en estos últimos meses que simplemente no habíamos podido salir y estar solo nosotros. Buena o mala, definitivamente sería una experiencia nueva para mí.

— Mamá – hablé recostada en el vano de la puerta. Mi madre estaba sentada en el sillón viendo televisión. Esta me miró y sonrió. – Mami, voy a salir con alguien. – le informé. Sus ojos se abrieron como platos cuando me escuchó decir eso. Seguramente no se lo esperaba.

— ¿Con quién? – preguntó sorprendida. Esta se veía más emocionada que yo.

— Es muy amable y se llama Jimin, lo conocí cuando aún estaba en el club de teatro. – confesé – Somos, buenos amigos. – esta sonrió.

— Cariño… - La pobre no sabía ni que decir.

— Solo saldremos unas horas, no tienes nada de qué preocuparte, él es muy responsable, al igual que yo. – esta asintió.

— Me encantaría conocerlo – Sabía que diría eso. Me cubrí mi ahora sonrojado rostro con uno de los cojines del sillón. – Podrías invitarlo a comer… - pensé muy bien lo que iba a decir. Probablemente Jimin estaría encantado de venir a cenar, seguramente mamá lo adoraría.

— Hablaré con él. – esta volvió a asentir. – bueno, debo arreglarme ya sabes.

Subí corriendo nuevamente a mi habitación y me puse a buscar un lindo conjunto, estaríamos de noche por las calles de Seúl así que probablemente debía usar algo cómodo y abrigador. Me coloqué un suéter manga larga blanco y sobre este me puse unos pantalones de denim súper cómodos, tomé mi abrigo amarillo y me puse mis botines favoritos. Era simple pero lindo.

 

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No tenía ni la más mínima idea de donde nos encontrábamos, pero era un lugar hermoso. Miré a ambos lados, personas bailando y pasándola bien, se respiraba un ambiente super agradable, había varios jóvenes de más o menos nuestra edad, el lugar era como un pequeño edificio que tenía una vista a la mar preciosa, este iluminado por los faroles y las luces del lugar. Yo personalmente no era una chica que le encantara bailar, pero estaba más que segura que si lo haría si Jimin me hubiese invitado.

— Este lugar es increíble – dije dándole una mordida a la hamburguesa que tenía enfrente. – Y la comida – dije a punto de llorar de lo buena que estaba. Jimin rió al ver mi reacción. Este ya había terminado de comer así que solo se quedó allí haciéndome platica mientras que yo terminaba.

— Te dije que te traería a uno de mis lugares favoritos. – sus ojos curiosos no dejaban de mirarme, al principio no me molestaba, pero luego de unos minutos solo no podía soportarlo, estaba muy nerviosa.

— ¿Tengo comida en el rostro? – pregunté con un tono casi infantil. No estaba muy segura del por qué sus largas miradas y sonrisillas. Me adelante a tomar una servilleta mientras que acababa mi hamburguesa. Este rió aún más. - ¡Basta! – le pedí entre risas.

— Lo siento, es que no puedo evitarlo. – me confesó. – ¿En fin, seguimos? – preguntó al verme terminar por completo con mi deliciosa cena. Jimin había sido tan amable que no me había dejado pagar ni un centavo, había ido por mí y aparte de eso cada minuto que pasaba seguían apareciendo más y más sorpresas.

— Sí – respondí con una sonrisa. – Pero antes, iré al baño. – este asintió y yo salí disparada al baño. Hice lo que tenía que hacer, me lavé las manos busqué unas mentas en caso de que algo sucediera y regresé con él. – Listo.

Los dos salimos del lugar, las calles de la ciudad iluminaban todo el lugar, había tantas personas y vendedores ambulantes que daba la impresión que estábamos en medio de un festival o alguna feria. Todo era tan hermoso. Jimin me llevó de la mano todo el tiempo, su agarre era firme, pero delicado. Cada cinco segundos me preguntaba si quería algo, algún dulce, chuchería, accesorio, lo que sea que estuvieran vendiendo, el me preguntaba. Yo me negaba con amabilidad, la verdad era que él había hecho tanto, que yo simplemente no quería que gastara más.

Miré el lugar en el que estábamos, era obvio lo que era, pero hubo algo de él que me erizó la piel. Jimin me tomó del brazo y ambos entramos a la pequeña cabina de karaoke. Me tapé el rostro cuando lo vi tomando los micrófonos, este sonrió.

— Dijiste que amabas cantar – chilló el pelinegro. Reí con nerviosismo. Tomé el micrófono y vi el listado de canciones que estaban en la pantalla.

— Lo sé, pero no era esto a lo que me refería. – este sonrió. Jimin tomó el micrófono y puso una canción. Una canción muy hermosa, con una letra super romántica, sentí un poco de pena al escucharla. La original era perfecta, pero estaba tan acostumbrada a escuchar la versión de mi amigo que para mí no existía otra. Me puse un poco triste.



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Editado: 12.01.2024

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