Yisus: Bajo La Misma Estrella Falsa.

Capítulo 6: Mensajes en la Oscuridad.

La pantalla de mi teléfono brillaba en la penumbra de mi habitación, iluminando mi cara con un resplandor fantasmal. Dos mensajes. Dos realidades completamente opuestas.

El primero, de Amaia: "Hoy fuiste increíble. En serio. Lo siento por Valeria y por Hugo. No les hagas caso. Nos vemos mañana?"

Las palabras eran dulces, casi un bálsamo para el caos del día. Pero justo debajo, como un veneno goteando, estaba el otro mensaje. El anónimo. "Deja de fingir. Sé la verdad. Si no quieres que todo se viera al infierno, aléjate de ella. Es una advertencia."

El contraste era brutal. Un mensaje era calor, el otro, hielo puro. ¿Quién podía ser? Hugo era el candidato obvio. Tenía la motivación y la falta de escrúpulos. Pero la frase "sé la verdad" resonó de forma extraña. ¿Qué verdad? ¿La de nuestro pacto? ¿O había algo más que yo no sabía?

Mi instinto fue escribirle a Amaia de inmediato, reenviarle la amenaza y preguntarle qué hacer. Pero mis dedos se congelaron sobre la pantalla. Si lo hacía, estaba admitiendo que esto era más de lo que había firmado. Que tenía miedo. Y, lo más importante, estaba arrastrándola aún más profundamente a esto. ¿Y si la persona que estaba detrás era realmente peligrosa?

No. No podía involucrarla. No todavía.

Con manos temblorosas, respondí al mensaje de Amaia. "Sí, nos vemos. Fue un día intenso. Hablemos mañana." Intenté que sonara normal, despreocupado. Luego, guardé el mensaje anónimo y borré la notificación, como si al hacerlo pudiera borrar la amenaza misma.

No funcionó. Pasé la noche en vela, cada crujido de la casa me hacía saltar. La oscuridad ya no era mi cómplice; estaba llena de ojos invisibles.

A la mañana siguiente, en el instituto, todo era diferente otra vez. Las miradas ya no eran solo de curiosidad; ahora tenían capas. Algunos sonreían con complicidad, otros cuchicheaban con suspicacia. La noticia de nuestra "relación" había divido a la gente. Los que creían en el cuento de hadas y los que, como Valeria y Hugo, olfateaban una farsa.

Amaia me esperaba en mi taquilla. Esta vez, no hubo beso en la mejilla. Su sonrisa era tensa, preocupada. —¿Estás bien?—preguntó en voz baja—. Anoche tu mensaje sonó… raro. —Yo estoy bien—mentí—. ¿Y tú? ¿Viste a Hugo después de…? —No.Pero Valeria no para de hacerme preguntas.

Caminamos juntos hacia clase, pero la comodidad del día anterior se había esfumado. Ahora éramos dos actores en un escenario, sabiendo que el público empezaba a dudar de la obra.

La oportunidad de hablar en privado llegó en la clase de Literatura. La profesora nos asignó un trabajo en parejas sobre Cien años de soledad. Por una vez, la suerte estuvo de nuestro lado. Aprovechamos la hora de la biblioteca para escapar.

Entre las estanterías polvorientas, lejos de miradas y oídos, por fin pude respirar. —Tengo que enseñarte algo—dije, sin preámbulos. Saqué mi teléfono y le mostré el mensaje anónimo.

Los ojos de Amaia se abrieron como platos mientras leía. El color se desvaneció de su rostro. —¿Cuándo te llegó esto? —Anoche.Justo después de tu mensaje. —La miré fijamente—. Amaia, ¿qué está pasando? ¿Quién es? ¿Hugo?

Ella negó con la cabeza, pero había pánico en sus ojos. —No…no creo. No es su estilo. Él es más de confrontar directamente, de gritar. Esto es… frío. Calculador.

—¿Entonces quién? —insistí, sintiendo cómo la frustración crecía dentro de mí—. ¿Valeria? ¿Alguien más a quien le moleste nuestro show? ¿O hay algo más que no me estás contando?

Ella apretó los labios. Miró hacia los lados, asegurándose de que estuviéramos solos. —Mira,Yisus… —su voz era un susurro urgente—. Esto es más grande de lo que pensaba. Más grande que Hugo. Yo… yo tengo problemas. Problemas familiares. De los que no se hablan.

—¿Problemas familiares? —repetí, desconcertado—. ¿Qué clase de problemas generan mensajes de amenaza?

—¡Los serios! —cortó ella, con un destello de desesperación—. Por eso necesitaba esta fachada. No solo era por Hugo. Era para… para aparentar normalidad. Para que ciertas personas creyeran que mi vida era perfectamente estable y feliz.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Esto era mucho más profundo y oscuro de lo que jamás me había imaginado. —¿Qué hiciste?—pregunté, casi sin aliento.

—¡Yo no hice nada! —se defendió, herida—. Son mis padres. Están… están metidos en unos líos terribles. Asuntos de dinero. De… prestigio. Y hay gente que está investigándolos. Gente que cree que yo puedo saber algo. O que quieren usarme para llegar a ellos.

Me apoyé contra una estantería, sintiendo que el mundo se me venía encima. Un pacto falso para callar a un bully se había convertido de repente en una trama de suspense con investigaciones y amenazas anónimas. —¿Y yo?—logré decir—. ¿Qué soy yo en todo esto? ¿El señuelo? ¿El distractor perfecto?

—¡No! —exclamó, agarrándome del brazo—. Al principio quizás, pero ahora… —Su mirada se suavizó, llena de una genuina angustia—. Ahora eres mi amigo. Y te he metido en esto. Y lo siento mucho.

Su sinceridad me desarmó por completo. La rabia se esfumó, replaceda por una oleada de protección hacia ella. Detrás de la chica perfecta y popular, había una chica asustada, luchando por mantenerse a flote en medio de un huracán que no había creado ella.

—No importa —dije, y esta vez no era una mentira—. Pero tenemos que saber quién nos está amenazando. ¿Tienes idea? ¿Alguien que pueda estar relacionado con los líos de tus padres?

Ella cerró los ojos, pensando. —Solo…solo se me ocurre una persona. El exnovio del que te hablé. Adrián. Es… obsesivo. Y tiene conexiones. Su familia es poderosa. Y odia perder.

El nombre cayó entre nosotros como una losa. Adrián. Un nuevo jugador en el partido. Más peligroso que Hugo.

—Tenemos que ser más cuidadosos —dijo Amaia, apretándome el brazo—. Tenemos que fingir aún mejor. Si nos separamos ahora, será una señal de que teníamos algo que ocultar. Y esa persona… quienquiera que sea… lo usará en nuestra contra.



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En el texto hay: amor, drama.

Editado: 27.08.2025

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