Yisus: Bajo La Misma Estrella Falsa.

Capítulo 7: La Invitación Peligrosa.

La fotografía con el círculo rojo alrededor de mi cara temblaba entre mis dedos. No era solo una advertencia; era una declaración de guerra. Alguien no solo nos estaba vigilando, sino que sabía exactamente cómo hacerme sentir como un blanco. El mensaje anónimo ya no era solo texto; tenía una imagen. Mi imagen.

Cerré la taquilla de un golpe, el corazón martilleándome el pecho. Miré a mi alrededor, pero los pasillos estaban casi vacíos. Cualquiera podría haberla deslizado allí. Hugo, desde luego. O el tal Adrián, cuya sola mención por parte de Amaia me hizo imaginar a un tipo siniestro con una capa y una daga. O incluso Valeria, con su mirada de halcón y sus preguntas afiladas.

Guardé la foto en el bolsillo interior de mi chaqueta, como si con eso pudiera esconderla del mundo. Tenía que contárselo a Amaia, pero no aquí. No donde cualquiera pudiera vernos.

Encontré su mirada al salir de clase de Química. Le hice una seña discreta con la cabeza, un gesto que habíamos desarrollado de forma no verbal en los últimos días: peligro, necesito hablar. Sus ojos se ensombrecieron de inmediato y asintió casi imperceptiblemente.

Quedamos en nuestro nuevo escondite: la vieja grada de atrás del campo de fútbol, siempre desierta a última hora de la tarde. El viento soplaba frío, arremolinando hojas secas a nuestros pies.

—Mira esto —dije, sin preámbulos, entregándole la foto.

Amaia la tomó. Al ver el círculo rojo, llevó una mano a la boda, conteniendo un grito ahogado. —Dios mío,Yisus… ¿Dónde…? —En mi taquilla.Al final de las clases.

—Esto ya se ha salido de control —murmuró, y su voz sonaba frágil, quebrada—. Esto no es Hugo. Él es bruto, pero no… sutil. Esto es otra cosa. Esto es…

—Adrián —completé yo, y el nombre sabía a hiel en mi boca.

Ella asintió, despacio, con el terror pintado en sus ojos. —Tiene que ser él.Le obsesiona el control. La posesión. Esto… esto parece algo que haría. Marcar su territorio. Asustar a lo que cree que le pertenece.

—Pero no le perteneces —dije, con más firmeza de la que sentía.

Ella me miró, y por primera vez, vi lágrimas asomando en sus ojos. —No lo entiendes.Con Adrián, no importa lo que yo quiera o deje de querer. Para él, si no soy suya, no soy de nadie. Y si no puede tenerme… —Trago saliva, desviando la mirada—. Hará que nadie pueda tenerme.

Una ira fría y protectora se apoderó de mí. La tomé de los hombros, obligándola a mirarme. —Oye,escúchame. Eso no va a pasar. Estamos juntos en esto, ¿recuerdas? Es una farsa, pero… pero esta parte es real. No vamos a dejar que un tipo como ese nos asuste.

Mis palabras parecieron calmarla un poco. Respiró hondo, intentando recomponerse. —Tienes razón.Lo siento. Es solo que… saber que está cerca, que nos está observando…

—Tenemos que ser más listos que él —dije, soltándola—. Y tenemos una ventaja.

—¿Cuál? —preguntó, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Él cree que esto es real. Cree que estamos enamorados. Eso nos da un margen para actuar. Para tenderle una trampa.

Amaia frunció el ceño. —¿Una trampa?¿Cómo?

—Si de verdad nos está vigilando, esperará ciertas cosas de una pareja, ¿no? Salidas. Planes. Tenemos que usar eso. Darle lo que espera ver, pero de una manera que nosotros controlemos.

Ella lo pensó por un momento, y una luz astuta se encendió en sus ojos, reemplazando al miedo. —Tienes razón…Podríamos…

De repente, su teléfono vibró. Lo sacó y miró la pantalla. Su expresión se congeló. —Hablando del rey de Roma…—murmuró, con voz tensa.

—¿Quién es?

Ella giró la pantalla hacia mí. Era una invitación a una fiesta. Una fiesta en casa de Adrián. El mensaje decía: "Sábado night. Mi casa. Se espera que vengas, Amaia. Y trae a tu… nuevo amigo. Me muero por conocerlo. 😉"

La sangre se heló en mis venas. No era una invitación. Era un desafío. Una trampa tan obvia que casi resultaba insultante.

—No podemos ir —dije de inmediato—. Es una locura. Es caminar directamente hacia la boca del lobo.

—¡Tenemos que ir! —exclamó ella, con una urgencia repentina—. Si no vamos, le estamos diciendo que tenemos miedo. Que tenemos algo que ocultar. Él lo tomará como una señal de debilidad y será peor. Esto es lo que quería. Forzarnos a reaccionar.

—¡Pero es su territorio! —protesté—. Allí él tiene el control. ¿Qué podemos hacer?

—Lo que mejor hacemos —dijo Amaia, y una determinación feroz brilló en su mirada—. Fingir. Actuar. Demostrarle que somos la pareja más feliz y real del mundo mundial. Que su juego no funciona con nosotros. Es nuestra mejor arma, Yisus.

Miré la invitación en su teléfono, luego la foto con el círculo rojo en mi mano. Era una locura. Pero ella tenía razón. Huir ahora sería perder.

—De acuerdo —acepté, con un nudo de terror y excitación en el estómago—. Vamos a la fiesta.

—Perfecto —dijo ella, y una sonrisa peligrosa apareció en sus labios—. Entonces, tenemos que prepararnos. Necesitamos una historia. Detalles. Cosas que una pareja de verdad sabría. Y un plan para mantener la calma y no separarnos ni un segundo.

Pasamos la siguiente hora sentados en las frías gradas, inventando una historia de amor. La primera vez que "nos vimos" (ella me vio dibujar en el patio, según nuestro nuevo guión). Nuestra primera "cita" (el helado, pero ahora con más detalles románticos inventados). Sus colores, comidas y películas favoritas (aprendí que odiaba el pepino y amaba las películas de terror malas). Era extraño y íntimo, construir una relación de mentira con tanto detalle que casi empezaba a sentirse real.

El sol comenzó a esconderse, teñiendo el cielo de naranja y púrpura. Nos levantamos para irnos, un nuevo pacto tácito entre nosotros.

—Nos vemos mañana —dijo ella—. Y Yisus… —dudó por un segundo—. Gracias. Por no echarte a correr.

—Prometí que estaríamos juntos en esto —recordé.

Ella sonrió, una sonrisa triste y genuina. —Sí.Lo prometiste.



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En el texto hay: amor, drama.

Editado: 27.08.2025

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