Yisus: Bajo La Misma Estrella Falsa.

Capítulo 14: Ensayo para la Tragedia.

La selfie de Adrián con la llave USB era una burla, un guante arrojado directamente a nuestras caras. Sabía que lo sabíamos. Y le encantaba. Esa noche, el grupo de WhatsApp "Operación Cuento de Hadas" estuvo más activo que nunca.

Valeria: Él lo sabe. O al menos, sospecha que estamos tramando algo. Hugo:No puede saber el plan específico. Solo está jugando con nosotros. Psicópata. Amaia:¿Y si es una trampa? ¿Y si la llave que lleva encima es falsa y la verdadera está en otro lugar? Yisus:No importa. Tenemos que jugar con las cartas que tenemos. Hugo, ¿estás seguro de que puedes hacer el cambio? Hugo:Sí. Pero necesito que esté distraído. Muy distraído. Y que su amigo matón no me esté respirando en la nuca.

El plan era arriesgado, casi una locura. Se ejecutaría durante el baile, justo antes del discurso del director y la proyección de videos. El momento más concurrido y de mayor caos.

Amaia: Val y yo nos encargaremos de distraerlo. Lo arrastraremos a la pista de baile. Tú, Hugo, tienes que estar atento. En el segundo en que veas que estamos bailando con él, te acercas. Yisus:Y yo vigilaré al amigo. El que te tiene que vigilar a ti. Si se mueve, lo intercepto. Valeria:Interceptar? ¿Con qué, Yisus? ¿Con tu encanto? Si ese tipo se mueve, yo me encargo de él. Tú mantente alejado y sé nuestros ojos.

Valeria, la generala. Su ferocidad era aterradora y, en ese momento, tremendamente reconfortante.

Al día siguiente, en el instituto, la energía era eléctrica. Todos hablaban del baile, de los vestidos, de las limusinas. La normalidad chocaba brutalmente con la guerra silenciosa que libramos nosotros cuatro. Nos saludábamos en los pasillos con miradas significativas, con leves asentimientos. Éramos soldados en una misión secreta.

Durante el recreo, nos reunimos en el aula de arte para el ensayo final.

—¿Cómo vamos a distraerlo? —pregunté—. Adrián no es tonto. Si vosotas dos os acercáis de repente, sabrá que algo pasa.

—Por eso —dijo Valeria con una sonrisa pícara—, no vamos a acercarnos nosotras a él. Él se acercará a nosotras. —Miró a Amaia—. Tú serás el cebo.

Amaia palideció. —¿Qué?¿Cómo?

—Tienes que hacerle creer que estás dudando —explicó Valeria, con la frialdad de un director de orquesta—. Que todo el estrés contigo, Yisus, y con tu familia… que estás reconsiderando las cosas. Que extrañas la… estabilidad que él te ofrecía.

—¡Pero si nunca me ofreció estabilidad! —protestó Amaia—. ¡Solo control!

—¡Él no lo sabe! —replicó Valeria—. Para él, su obsesión es amor. Tienes que jugar con eso. Sé amable. Coqueta, incluso. Dile que el baile te tiene nerviosa, que no sabes si venir con Yisus es una buena idea… cualquier cosa que le haga pensar que tiene una oportunidad. Eso hará que baje la guardia. Y que se acerque.

El plan me pareció repugnante y brillante a la vez. Amaia parecía a punto de enfermar. —No sé si puedo hacerlo—confesó—. Tocarlo… sonreírle…

—Tienes que hacerlo —dije yo, tomando su mano—. Es la única forma. Y yo confío en ti. Sé que es acting. Sé que es por nosotros.

Ella respiró hondo y asintió, con una determinación que nació del miedo. —De acuerdo.Lo haré.

—Bien —concluyó Valeria—. Una vez en la pista, Hugo hace su trabajo. Yisus y yo cubrimos. ¿Todos claros?

Asentimos. El plan estaba en marcha.

El día del baile llegó con una lentitud agónica. Me puse el traje que mi madre había alquilado para la ocasión, sintiendo que me disfrazaba para mi propia ejecución. Cuando llegué a la entrada del salón de eventos, el corazón me latía con tanta fuerza que casi podía oírlo.

El lugar estaba espectacular, decorado con luces y telas. La música retumbaba, y ya había parejas bailando. Y entonces la vi.

Amaia.

Iba vestida de rojo, un color que gritaba peligro y pasión. Su vestido era elegante y sofisticado, y por un momento, olvidé por completo la misión. Solo podía mirarla. Ella me sonrió, una sonrisa nerviosa y deslumbrante, y se acercó a tomarme del brazo.

—Estás preciosa —susurré, sin poder contenerme. —Tú no te ves mal—respondió, con un brillo juguetón en los ojos—. ¿Listo?

—Nunca lo estaré —confesé—. Pero contigo, soy capaz de cualquier cosa.

Caminamos hacia el interior, sintiendo las miradas de todos sobre nosotros. Éramos la pareja más comentada, la más observada. Y esa noche, lo seríamos más que nunca.

No tardamos en ver a Adrián. Estaba cerca de la barra, con un traje negro impecable, hablando con su amigo matón. Al vernos, su sonrisa fue fría y triunfal. Levantó su copa en un brindis burlón.

Amaia apretó mi brazo. —Es ahora—susurró—. ¿Estás listo?

—Sí —mentí.

Ella soltó mi brazo y comenzó a caminar hacia la barra, con Valeria siguiéndola a una distancia discreta. Yo me quedé atrás, buscando a Hugo. Lo encontré cerca del equipo de sonido, sudando profusamente. Nos intercambiamos una mirada de complicidad.

Desde la distancia, vi cómo Amaia se acercaba a Adrián. Él se giró, sorprendido. Ella le dijo algo, bajando la mirada con una timidez que sabía falsa pero que resultaba convincentísima. Adrián sonrió, una sonrisa de depredador que ve acercarse a su presa. Le respondió. Ella rio, un sonido forzado que me partió el alma, y le tocó el brazo.

Funcionaba. Él estaba picando el anzuelo.

Valeria se unió a la conversación, riendo también, llevándose la partida. En menos de un minuto, las tres se dirigían a la pista de baile. Adrián lanzó una mirada a su amigo, una orden silenciosa de "quédate aquí", y siguió a las chicas.

Era el momento. Hugo comenzó a moverse, abriéndose paso entre la multitud hacia donde Adrián había estado. Yo me encargué del matón. Me acerqué a la barra, justo a su lado.

—Oye, ¿sabes si sirven refrescos? —le pregunté, con la voz más tonta que pude poner.

El tipo me miró con desprecio. —No soy camarero.

—Ah, vale —dije, fingiendo torpeza—. Es que no quiero alcohol. Tengo que conducir luego, ¿sabes?



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En el texto hay: amor, drama.

Editado: 27.08.2025

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