Yo creo en la magia

Yo creo en la magia

Iris nunca había estado frente a personas tan hermosas y maravillosas. En su corta vida no tenía conocimientos, o ideas, sobre seres sobrenaturales lo poco que sabía era gracias a los pequeños relatos que leía; agradecía a Lyla esos libros.

—Una parte de mi cree que estoy dentro de uno de esos libros que leí sobre criaturas fantásticas. Es algo irónico que, aunque vea me siento de cierta forma un tanto cegada por tanta belleza.

—Es normal. Cuando no se está acostumbrado a la luz, la primera vez suele ser un tanto irreal. — dijo Zair.

—Me he estado perdiendo de todo esto por culpa de la avaricia mundanal de los humanos.

Más que una pregunta, era una afirmación que Iris realizaba. Sonrió sin gracia, como con pesar por todas las personas que no han visto lo hermoso de un mundo lleno de magia. Sentía lastima por todos los niños que estaban creciendo como robots, solo listos para absorber información y crear nuevas máquinas que, según los humanos, facilitan y hacen más feliz la vida de una persona.

—Quiero ver más. — suplicó ella en una sonrisa.

Zair le sonrió complacido, se decía que los vampiros eran seres de la noche que solo salían para cazar y que eran depredadores letales. Cuan lejos estaba eso de la realidad.

—Nosotros los vampiros nos encargamos de cuidar a las criaturas nocturnas, a guiarlas cuando están perdidas. Les damos la habilidad de apreciar la noche y sus estrellas.

—Yo quiero ver y me gustaría que me guíes.

Zair no dijo nada, pero extendió una mano y de ella salieron chispas de colores que el viento tomo y formo una figura humana, muy parecida a Iris.

—Es un hada de la noche, su resplandor será tan brillante como tu quieras y lo creas. — explicó Naim. Y se acercó a las luces flotantes de colores.

Zair volvió a mover las manos y una nueva figura hecha de luces se formó, esta vez era igual a Naim. Pero de ambas figuras, la de Naim era lo que más brillaba.

—Esto es maravilloso. — Iris se acerco a ambas figuras y estas revolotearon alrededor de ella.

—Síguelas, te llevarán a otro lugar.

Iris no supo quien dijo eso, pero si sabía que tenía que obedecer y seguir esa luz. Las hadas sabían a donde tenían que llevarla, ellas sentían el deseo que había en el corazón de Iris.

Aunque iris nunca había corrido mucho en su vida, está vez era impulsada a mover sus piernas rápidamente por un deseo interno que vibraba y la movía. Las hadas se movían velozmente delante de ella, hacían un sonido leve cuando pasaban entre los arbustos y cuando pasaban frente a un animal este se unía a la carrera con Iris.

Ella vio como muchos animales se habían juntado con ella, se habían unido a correr con ella como si supieran que lo que ella estaba a punto de descubrir era algo magnifico y que todos tenían que verlo.

Y como si fuera en cámara lenta, las hadas empezaron a brillar más fuerte iluminando aún más el camino a Iris. Ella pudo ver otras hadas alrededor, había muchas formas y tamaños que también corrían hacia un lugar desconocido, al menos para ella.

Iris nunca había visto a peces fuera del mar, pero a la par de ella iban peces de colores dorados que navegaban el aire como si fuera el océano. Sentía que en su corazón creía un cariño por todo eso que veía. Llevaba solo un día y ya sentía que era parte de ese mundo maravilloso.

De pronto sintió unas manos sobre sus hombros, eran Naim y Lyla; Naim era cargado por un ave de alas grandes y rojas, Lyla tenía unas alas transparentes llena de dibujos como el arcoíris. Se veían mucho más bellos en la noche.

—Solo tienes que dejar que tu corazón se habrá. — dijo Lyla.

—Tu magia está dentro de ti esperando ser liberada. — dijo Naim.

Iris se confundió un poco pro sus palabras y detuvo sus pasos cuando ellos dejaron de estar a su lado. Noto que las hadas frente a ella se quedaban quietas, y que toda criatura que la había seguido también se detuvo.

Iba a preguntar que pasaba, pero noto una nueva presencia, una más grande y atrayente.

De los árboles más profundos una criatura empezó a asomarse. Primero vio unos enormes cuernos dorados, que las puntas destellaban y parecían estrellas pequeñas. Cuando pudo ver mejor a la criatura que se acerca se quedó con la boca abierta y casi sin respiración.

Antes había escuchado que los vampiros habían cazado un oso con cuernos dorados y que dicho animal era muy extraño. Y sí que lo era. Era enorme, majestuoso y se movía hacía ella con movimientos fuertes y delicados, sobre el rondaban hadas pequeñas con flores sobre sus cabezas.

Cuando el animal estuvo cerca de ella puedo percibir cuan pequeña era y lo frágil que se veía junto al oso.

El oso dio un paso más hacia ella, pero Iris tuvo un poco de temor y retrocedió ese paso. El oso se quedo quieto y se recostó sobre sus patas para poder verla directamente a los ojos. Iris nunca había visto unos ojos tan negros llenos de estrellas. El oso no apartó la mirada de ella y por primera vez Iris sentía que era comprendida y eso la hacía sentir valiente.

Dentro de ella nacía una fuerza que no conocía ni creía ser capaz de tener. Por primera vez en su vida sentía que tenía un propósito de existir. Sentía todos esos anhelos ocultos abrir paso por su cuerpo y reclamar cada parte de su ser.

Se sentía libre y viva.

—Yo creo en la magia. Yo soy magia — dijo con mucha emoción.

El oso frente a ella movió su cabeza y dejo un cuerno cerca, ella no lo pensó y lo toco. Sintió una electricidad atravesar su cuerpo, sintió un fuerte deseo de querer gritar que la magia era vida y era felicidad.

Un rayo blanco salió de sus pies, de la tierra estaba brotando un rayo como listón que lentamente la empezó a envolver.

—Creo en la magia — dijo en voz alta. Todos los presentes hicieron ruido de alegría, hasta los peces nadaban felices y las hagas se abrazaban.




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