Yo decido cuándo.

4. No estoy hecha para eso.

Estoy atónita. Solté un poco la lengua y hablé de más. Creo que siempre lo supe, siempre supe lo mucho que me gustaba Lucian, pero la forma en que me expresé de él, no hizo más que confirmarme que no solo me gusta. Estoy enamorada de él. Profundamente.

 

Y es lo peor que me pudo haber pasado.

 

Ni siquiera sé cómo comportarme ahora. Allisson espera una respuesta de mi parte, pero ¿qué puedo decirle? Acabo de abrir mi corazón de una manera que jamás me permití antes. Y no es que esté mal, es que no era el momento para hacerlo.

 

—¿Qué sientes ahora? —habla después de un momento de silencio que se me antoja eterno. Su voz fue tan suave, que estoy segura de que ella también se dio cuenta de mi conflicto interno. Y lo peor es que puedo asegurar que ella ya sabía esto, solo quería que lo enfrentara.

 

—No lo sé —digo en voz baja. Continúo viendo el techo—. No sé... qué decir.

 

—¿Vas a continuar negándotelo a ti misma? La respuesta la tienes totalmente clara. Y sabes que él, siente lo mismo. Yo podría asegurarlo por la forma que te mira, la manera en la que se comporta cuando estás cerca. Parece que le inyectaras felicidad a su mundo. Y que nada más le falta cuando estás a su lado.

 

No, eso no es verdad.

 

—¿Es que no oíste nada de lo que te dije? —pregunto con angustia—. Lucian se merece a alguien que lo ame. Que esté a su altura, que esté dispuesta a compartir su vida con él. Creo que yo no soy esa persona.

 

—¿Por qué no? —antes de que siquiera pueda abrir la boca para contestar, vuelve a hablar—. ¿Acaso tú no lo amas? Tienes que dejar a un lado ese sentimiento de inferioridad. Tú mereces amor verdadero, como cualquier otra persona. La historia no siempre tiene que repetirse.

 

—No. Pero no me arriesgaré. Además, jamás dije que le amaba.

 

—No fue necesario. Todo lo demás significó prácticamente lo mismo.

 

No. No, palabras tan fuertes como esas no se dicen a la ligera. Me gusta. Estoy enamorada, pero eso no es amor. No lo es. Aunque, a decir verdad, yo qué sé del amor. Es algo tan vago, abstracto y subjetivo que cualquier cosa puede serlo, y no serlo a la vez. Es un lío, una contradicción, es quererlo y no quererlo a la vez.

 

—Estoy cansada Alli, creo que me iré a dormir.

 

Mi hermana no dice más. Toma sus cosas y llama a su marido para que venga por ella. Cuando Alejandro llama, avisando que está esperándola, ella se voltea hacia mí y me abraza.

 

—No te agobies, todo estará bien. Sólo haz, lo que creas que es mejor. Si a pesar de tus sentimientos por él, continúas deseando irte. Yo no me opondré, confío en tus decisiones, confía en ellas tú también. No te obligues a nada. Buenas noches.

 

—Buenas noches —mi voz es apenas un susurro.

 

Finalmente estoy sola. Y no tengo la menor idea de qué hacer, no puedo romperme por esto, pero me muero de ganas de llorar. Y ni siquiera estoy segura de por qué exactamente. Es como si años de angustia se acumularan formando un nudo en mi garganta. Tal vez me hace falta llorar por trivialidades por las que nunca he llorado. Y mis sentimientos hacia Lucian no sean más que una excusa. Quizás sólo me falta llorar, porque es lo que todos hacen. Pero no lo haré. Ya habrá un mejor momento para hacerlo. Aunque dolerá demasiado, porque descargaré todo. Pero justo ahora, no tengo las fuerzas para ello.

 

***

 

Allisson llama temprano en la mañana, antes de que salga de mi departamento. Pregunta qué tal pasé la noche, le digo con toda la naturalidad del mundo que no se preocupe, porque en realidad no estoy enferma o teniendo problemas serios, solo me di cuenta de que estoy enamorada de un tipo maravilloso, ¿qué hay de malo en eso? Sin embargo, la ironía de mi tono la exaspera, y me obliga a aceptar almorzar con ella hoy. No quiero hacerlo, pero si así me desharé de ella, hagámoslo.

 

En la empresa trato de no cruzarme con Lucian. Saludo a algunos de mis compañeros y me voy derecha a mi oficina, entre más rápido esté en mi mundo mejor.

 

A la hora del almuerzo, puntualmente, recibo un mensaje de mi hermana diciendo que Alejandro pasará por mí. Eso me alivia un poco, porque no tendré que escuchar el sermón de Allisson en el camino. Alex me entiende, y siempre he pensado que es como el hermano mayor que nunca tuve. Dejo en perfecto orden mis cosas mientras espero por él. Finalmente me envía un mensaje anunciando que ya está afuera.

 

El problema es que mi plan para escaparme de Brunnetti no funciona, y me topo con él en el ascensor.

 




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