Yo decido cuándo.

8. ¿Aceptas?

—¿Cómo se te ocurre Lucian? —le digo ante tal confesión—. Tenías dos semanas de haber terminado con tu novia, no te podías haber dado cuenta de algo así.

 

—Tal vez, ya lo sentía desde mucho antes... Escucha, me tomó mucho tiempo darme cuenta, pero lo que sentía por Miranda era costumbre. Había dado por sentado que estaríamos juntos siempre, era sencillo, y parecía correcto. Pero, de una u otra forma siempre estuviste en mi corazón. Y no puedo evitar algo como eso.

 

No soy tonta. Sé que le gusto a Lucian, no sé hasta que punto ni cuánto alcanza su afecto hacia mí. Pero sé que me quiere, es del tipo de cosas que no pueden ocultarse. Sin embargo que me lo diga con todas sus letras, y en voz alta es diferente. Es incluso más real. El problema es que, llegó en el momento equivocado... aunque es la persona perfecta.

 

—Es ridículo Lucian. Sólo... es que, tú la querías, tal vez en ese momento sólo te confundiste un poco.

 

Me aparto de él, y me siento en el sillón de enfrente, de pronto siento la necesidad de imponer espacio entre ambos.

 

—No lo hice —me mira fijamente—. Al principio también lo creí, porque vamos, te conozco desde, ¿los tres años? Prácticamente te vi crecer, y aunque nunca tuvimos una relación más profunda, aunque no fuimos tan cercanos, eras como mi familia de cierta forma. Y darme cuenta de que me gustabas me confundía. Pensé en darme tiempo, en no pensar en ello. Además, estabas tan feliz con Santiago —parece recordar algo, y su mirada se pierde por un momento. Un atisbo de sonrisa se hace presente—. Estabas más risueña, como dentro de una burbuja de felicidad, no podía quitarte eso. No podía llegar a decirte: Lorena, me gustas. Porque te confundiría, arruinaría nuestra amistad. No podía perturbar tu felicidad, aunque eso me estuviese atormentando. Solía verte pasar con él, lo querías, tus ojos te delataban. Cuando reían a carcajadas, me moría de envidia, porque parecían compartir un secreto, te miraba de una forma que me hacía pensar que sobraba ahí. Porque él estaba enamorado y tú también... ¿por qué habría de meterme en eso? 

 

»Era una tortura, la peor de todas. Pero a la vez, era la satisfacción más grande que tenía. Estaba haciendo lo correcto, porque solo tú me importabas, y si eras feliz, aunque no fuese conmigo, estaba bien con ello. Pero me costaba verte, me costaba continuar actuando como si nada hubiese pasado, como si la vida llevase su curso normal.

 

—Estabas algo diferente —admití—, pero supuse que era por Miranda, porque aún te dolía. Y me molestaba ¿sabes? Porque el tiempo pasaba, y no lo superabas, yo quería que salieras de eso, que te volvieras a enamorar... Después te fuiste, y no sé qué pasó contigo, no supe cómo enfrentaste eso... Ni siquiera te despediste.

 

Nunca habíamos hablado de eso. En realidad siempre que lo mencionábamos solo recordábamos que uno extraño al otro, pero nada más. Nunca me contó qué sintió, o cómo lo pasó cuando se fue.

 

—Cuando papá me dijo que estaba considerando enviarme a estudiar al extranjero, me negué de inmediato porque, me parecía una completa locura, ya había iniciado la carrera aquí, y aquí estaba mi vida entera, mis amigos, mi familia, Miranda... En fin, mi respuesta siempre fue no. Sin embargo él solía insistir, las clases me serían convalidadas, y tendría una mejor formación académica, pero seguía sin estar seguro. Y entonces pasó todo... Fue como una repentina oleada de emociones, y admito que fue una decisión cobarde, pero tenía que irme, porque no soportaba estar en este lugar con esos sentimientos que hasta ese momento me parecían tan confusos y que me estaban consumiendo muy lentamente.

 

—Entonces... ¿huiste de mí?

 

—Sí —confiesa—. Necesitaba tiempo, espacio, y reflexión. No quería irme, pero si no lo hacía, probablemente hubiese acabado muy mal. Y fue un gran punto para mi carrera después de todo, inicié el tercer año allá, y no volví hasta después de graduarme, lo sabes. 

 

—Luego te fuiste otra vez —reclamo.

 

Así habían sido las cosas. A los diecinueve se fue, no dijo adiós en persona. Me contó que se iría, y lo siguiente que supe fue que estaba en un país diferente a millas de distancia, y me enviaba un correo electrónico despidiéndose. Lo extrañé muchísimo, volvió graduado, y para estar en mi graduación. Tenia veintiún años entonces, y el gusto de tenerlo de nuevo conmigo me duró muy poco, porque dos meses después volvió a irse, esta vez para estudiar una maestría. Otra vez estaba lejos. Un año y medio después volvió. Para entonces yo estaba trabajando en la compañía de su padre.

 

—¿También huías de mí entonces? —pregunto viendo hacia la nada.

 

—No, no, no, por supuesto que no —se acerca a mí, y hace que lo mire—. El tiempo que estuve lejos me sirvió para entender mis sentimientos, para saber que te quería. Intenté de todas las formas posibles olvidarte, convencerme de que nuestra relación estaba bien como estaba y que no necesitaba más. Pero, no era capaz de entablar una relación duradera, porque no eras tú, porque yo estaba allá, pero mi corazón estaba aquí. No quería huir de nuevo, es solo que tenía que terminar lo que ya había empezado. Debía volver completamente formado... quería... que estuvieses orgullosa de mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.