Yo era la emperatriz

♚ Capítulo VIII: Recompensas ♚

 

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C A P Í T U L O 8:

RECOMPENSAS.

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" Somo similares, solo tienes que aceptarlo. "

 

 

【♔】

 

—Doc, ¿no le hace falta una probeta? —preguntó un compañero de clase—. Porque yo le puedo traer algunas.

—Sí, yo tengo unos frascos donde pueden caber los fetos por si consigue nuevos —mencionó su amigo sentado junto a él.

—Mi abuela tiene en su patio muchas plantas de las que usa, sí quiere le puede traer un poco —ofreció otra compañera con una sonrisa visiblemente fingida.

Ya había pasado una semana del desastroso primer parcial de Química II y las secuelas continuaban, en otras palabras, los reprobados se rehusaban a aceptar su estado, buscando con esmero remediar el problema.

—Jóvenes, ya les dije que no toleraré ningún intento de soborno. Tienen dos exámenes más para mejorar y si no lo hacen pueden irse a extraordinario o repetir la materia —sentenció el profe Álvarez inmutable. 

Cualquiera diría que es un buen profesor quien no se deja corromper por el sistema y eso era mucho decir en un país como México; no obstante cuando se descubre que él usa los extraordinarios para tener lacayos, digo, asistentes gratis para sus experimentos y mantener limpio su laboratorio….

Creo que comienzo a entender el porqué de su afán en reprobar alumnos. 

Por eso agradezco la ayuda de el tío Fito, Elodie y Tamara. Gracias a ellos tuve mi mayor calificación en química de toda mi vida, un poderosísimo 8.9 que por norma de la escuela sube a un sublime 9. 

Tamara sacó 9.4 y no fue sorpresa para nadie que Elodie obtuviera un puntaje perfecto, bueno, para nadie excepto al Dr. Álvarez que estuvo renuente a ponderarla de esa manera pues alegaba que “nadie es perfecto y por eso no le gustaba poner 10”, cosa que cambió rápidamente al conocer que el padre de mi prima fue su tesista cuando estaba por graduarse de la maestría. Por lo que Elodie me platicó el profe tiene en mucha estima a su padre ya que después le dijo: ah, es cierto qué existen excepciones. Más cuando se trata de la hija de Rodolfo de quien o esperaba menos. 

En conclusión, fue un final feliz para todos, menos para los reprobados, claro está.

La campaña del receso sonó y nos salvó de seguir escuchando los ruegos de mis compañeros para que los pasara o les subiera la nota, por lo menos a los que sí aprobamos porque el profesor se llevó a una pequeña turba de estudiantes a sus espaldas intentando convencerlo de ayudarles, a la cual se le juntaron otros grupos de distintos salones imponiendo que fuera por su almuerzo.

Ser el profe estricto no es sencillo por lo que veo.

—Oigan, Neri, Tam —nos llamó mi prima acomodando su mochila para irnos a comer—. ¿Qué me recomiendan para comer en la cooperativa?

—¿La tía no te hizo lonche? —pregunté sorprendida porque su madre era muy dedicada a prepararse las comidas cada día.

—Es que tuvo que hacer unos mandados y no le dio tiempo —explicó colocándose la bolsa en los hombros yendo para la salida.

—Ah, qué mal. Tu mamá elige las mejores frutas —Tamara se unió a la conversación, cierto, ella suele pedirle de su postre a Elodie que desde hace poco ella trae más fruta para compartir—. Mmm, no sé. Creo que la experta aquí no soy yo —dijo mirándome mientras se colocaba a un lado de mi prima ya con sus cosas guardadas. 

—Si no sabes qué escoger, los tacos de guisado son la mejor, tendrás una gran variedad para elegir —opine acercándome a ellas para ir al comedor número uno. 

Es verdad, para qué conformarse con un platillo cuando puedes tener varios diferentes. Esa es la magia de los tacos, tener una probadita de todo en la palma de tu mano (y estómago).

—Entonces tacos será —concuerda sonriente.

Pronto llegamos a los puestos y como se nos hizo costumbre primero buscamos una mesa para apartarla en lo que llegaban los demás luego por turnos comprabamos nuestros alimentos, algunas veces cuando queríamos cosas parecidas como bebidas, bocadillos o algo del mismo puesto que son muy populares uno de nosotros tomaba dinero de los otros y compraba para todos.

En este caso yo me quedé cuidando la mesa porque también quería taquitos de guisado y Elodie se ofreció a comprarlos mientras que Tamara pedía unos huaraches para ella y su novio.

Ah, creo que ahora tengo más cosas por las que agradecerle.

—Hola Neri —saluda a mi primo llegando con una hamburguesa, sentándose frente mío. A su lado estaba Rubén quien me saludo con un gesto.

—Hola, veo que no perdiste el tiempo y compraste de comer desde antes —mencioné jocosa, él siempre lucía despreocupado. 

—Je, je —rió inflando el pecho fantoche—. Es que como de lejos vimos que ya habían llegado decidí ir directo a los puestos.

—Chico listo —elogié provocando que la sonrisa se le ensanchara antes de darle una gran mordida a su hamburguesa. 




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