Yo era la emperatriz

♚ Capítula XVI: Encuentros inesperados ♚

 

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C A P Í T U L O 16:

ENCUENTROS INESPERADOS

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Procura no vivir en la ambivalencia, mejor confía en tu voz interior y conseguirás la respuesta.   

 

 

【♔】

 

 

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Neri bonita,

 

Te confieso que una en ocasiones sueño con darte hermanitos, tu mamá creció junto a su hermano, tienen una linda relación, son incondicionales y al ser hijo unigénito me es imposible no sentir un vestigio de envidia al verlos compartir.

 

¿Cómo serías como hermana mayor? ¿Te habrías acostumbrado a ya no ser la única consentida? ¿Formarían una pandilla de aventuras tomando el liderazgo?

 

Porque aun si no lo notas eres una bella princesita algo vanidosa, amante de nuestra atención (la cual amamos darte). 

 

Al final considero que es mejor brindarte la oportunidad de elegir a tus hermanos por elección, las personas con las que vas a compartir tiempo y cariño, esos que se hacen llamar amigos.

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Las palabras que me escribió papá resuenan en mi mente y si bien suena muy genial la idea de dejarme elegir mis “hermanos del alma”, soy consciente que el trabajo de mi madre igual influyó en eso; no es un reclamo, hasta creo que fue lo mejor, no tener preocupaciones extras, no estar atado a cuidar alguien más, enfocarme en mí…

 

¡Rayos, a lo mejor sí soy egoísta!

 

Bueno, eso explicaría mi actual predicamento.

 

—Neri —mi prima vuelve a llamar con semblante inquieto esta vez acercándose a mí. 

 

—¿Qué pasó Rubén? —Christian increpa a mi compañero afilando su mirada al mismo

 

La faz del “segundo príncipe” se distorsiona afligido, sus centellas marrones vacilan con temor y abriendo la boca sin la oportunidad de pronunciar vocablo alguno.

 

—Habla —sentencia Elodie intimidante, entornando sus perlas oscuras.

 

Ambos hermanos se posicionaron frente a mi en una pose protectora.

 

Hermanos, mis hermanos.”, digo en mi mente.

 

Sí, se supone que en otra vida, universo o mundo paralelo estos dos chicos eran mis hermanos mayores aquellos que pese a no prestar atención en ciertos momentos, nunca dejaron de amarme y apoyarme a su modo.

 

Un hormigueo recorrió mis extremidades de punta a punta, era extraño y cálido, una sensación mística, de otra dimensión, complejo de explicar.

 

Tristemente, el creciente ánimo se vino abajo al percatarme del estado lúgubre de mi “rival” que con hombros caídos, desguanzado(1), como si tuviera una enorme nube gris que derramaban su lluvia en él.

 

Que no te engañe, es tu enemigo.”, me recuerda mi conciencia.

 

Ojalá fuera tan sencillo.

 

—Chicos —atraigo la atención de los presentes—, tranquilos, fue un malentendido.

 

—¿En serio? —indaga la hermana mayor—. No hay necesidad de fingir.

 

Dice eso pero si viera el gesto de alivio que apareció en su rostro cuando negué cualquier altercado se retractaría de su postura. Lo mismo ocurrió con su hermano quien se relajó casi exhalando ante mis palabras.

 

—¡Exacto! —intervino el acusado a quien le regresó el alma al cuerpo—. Lo que pasa es que le recomendé un anime y resulta que ambos estamos en bandos contrarios —se inventa una historia que no entiendo ni papa.

 

—¿Anime? —cuestiona Elodie.

 

—Se llama Shingeki no Kyojin o Ataque a los Titanes —suelta Ruben.

 

—¿En qué bando estás prima? —me pregunta mi primo que parece conocer sobre el tema y me quedo en blanco sin saber siquiera a qué caricatura de robots se refieren.

 

—A la alianza como Mikasa, es de las que quiere romper el ciclo —mencionó chistoso, robándome la palabra.

 

¿De qué changos está hablando? 

 

—¿Te inclinas a que no seas así? —inquiere mi primo, tornando serio el asunto. 

 

—Ey, no tiene nada de malo querer las cosas justo como están —se justifica el mayor—; los cambios no siempre son buenos.

 

Lo último sonó a indirecta, arrugué la nariz disgustada porque tal vez estaba en lo correcto.

 

—Los jaegeristas están traumados con la grandeza del pasado y promesas carentes de sustento —objetó mi primo aguerrido.

 

Empezaron un pequeño pero intenso debate que terminó abruptamente gracias a la intervención de Héctor que llamó a su compañero de cascaritas al cel para reclamarle por su letargo.




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