Yo era la emperatriz

♚ Capítulo XXII: La huevozfera ♚

 

 

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C A P Í T U L O 22:

LA HUEVOZFERA

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No todos los caminos llevan al mismo sitio, al  menos que sea yo la que los guie.

 

 

【♔】

 

El aire acondicionado del laboratorio de ingeniería trabaja a máxima potencia y ni así era suficiente para eliminar las gotas de sudor en las frentes de todos los presentes; el motivo de nuestro estado era por la imposibilidad de crear una membrana artificial que protegiera un bendito huevo.

 

—Chicos, esto no está funcionando —bufa Graciela recargándose en el respaldo del asiento, una estudiante de ingeniería Industrial que se nos unió esta vez, era chaparrita, con el cabello corto rizado y unos ojos muy expresivos.

 

—¿Quién fue el tonto que le pidio al profe una rubrica? —inquiere Lorenzo, el otro integrante del equipo que estudiaba Mecatrónica, guerito de ojo claro que siempre vestía con sudaderas de Star Wars, capaz y por eso se llevaba bien con Rubén—. Para soltarle unos puñetazos por amolarnos(1) la vida —agregó cansado haciendo un ademán de golpe.

 

—Tranquilo vaquero—digo relajada alzando las manos, era muy curioso como la frustración convertía a un chico juicioso en una -supuesta- máquina de pelea—, que te vas a cansar más porque fuimos todos los que nos pusimos la soga al cuello.

 

Y es que el maestro Herrera se voló la barda con los requisitos del proyecto, quién sabe qué habrá cenado ese día o si algo le pasó pero cuando leímos su email con los pormenores del experimento casi nos caemos de espaldas al ver el montón de cosas que nos pedía para conseguir una ponderación decente y, contrario a otros casos donde el examen escrito valía el mayor porcentaje de la calificación final, ahora todo era un cincuenta-cincuenta.

 

—Su Magestad tiene la boca repleta de razón —me secunda el Segundo—, como dice el dicho: Jorge el curioso se lastimó a él mismo —cambia su tono al de un narrador infantil—. Nosotros somos Jorge, por si tenían el pendiente —recalca burlesco.

 

Bro, no estás ayudando —suelta una carcajada el mecatrónico.

 

—Es que ni lo está intentando, nos está echando la culpa —me sumo a la risa.

 

—Lo peor es que ni podemos hacer pruebas con huevos reales porque están bien caros y ya se nos están acabando los cascarones llenos de confeti —dice mi compañera riendo nerviosa.

 

Nada como reír para evitar llorar sintiendo la adrenalina de las pruebas.

 

Eran las diez y cuarto de la noche, la mayoría de los estudiantes se habían ido, unos para sus casas o residencias, otros estaban en algún aula u otro de los talleres del campus.  

 

Ya era una costumbre convivir entre chicos estresados y cansados en tiempos de parciales y finales, no era raro ver a jóvenes dormidos en las esquinas debido a tantas horas de estudios, mini pizarras portátiles y apuntes regados en patios o cafeterías así como observar a muchos grupitos de estudiantes  rotando cada día dependiendo de qué materia tiene que “salvar”.

 

Es maravilloso apreciar el sub-mundo universitario, al inicio tuve mis reservas con lo complicado que sería, inducida por las películas y series gringas llegué a pensar que mi vida en el campus estaría regida por logias, fiestas, adicciones, alcohol, iniciaciones locas a fraternidades, casi un sistema de castas salvaje que decidiría mi futuro.

 

Tal vez lo último no fuera del todo ficción, aún así el peligro para nada es equivalente a tener un acoso constante para probar cosas prohibidas. Claro, hay momentos donde puedes disfrutar de las idas al antro o celebrar en alguna albercada y existían personas más atraídas en envolverse en ese ciclo de excesos, aunque mientras me mantuviera lo suficiente lejos de ellos no habría mucho inconveniente. 

 

—¿Y si le pedimos consejo a Vale? —propone Graciela sacando su celular—. Le puedo mandar un wa, si quieren.

 

—¿Tienes su contacto? —repone incrédulo acomodándose en la silla.

 

—Sí, estamos en el grupo de la carrera —menciona obvia—. Una vez le pedí apuntes de Métodos Numéricos, fue muy linda porque hasta se ofreció a darme asesorías, y al final conseguí una buena calificación.  

 

—Ya veo —murmuré distante.

 

Cielo Valentina Clemente Hau.

 

Una estudiante de semestres superiores descrita como una chica modelo: las mejores calificaciones, gran rendimiento en el equipo representativo de voleibol y tochito bandera, que participa activamente en el club de monólogos, además de ser mentora para los alumnos de nuevo ingreso.

 

Deberías hacerles caso, querida —apoyó Isolde apareciendo a mis espaldas, estiré mi cabeza para observar el techo repletos de vigas y en segundos la vislumbré sobre las mismas.

 

¿Cómo hará para que su vestido desafíe las leyes de la gravedad?




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