Yo Lo Hice

Capítulo 3

Rebecca


Mi mamá era la clase de mujer que nunca podía estar sentada, siempre tenía que estar haciendo algo. Le dije que no se moviera de la cama porque yo iba a hacer el desayuno y sin embargo,  podía oírla usando la aspiradora en el piso de arriba. 
–Tenía que ser mi mamá –susurré para mi misma mientras freía los huevos. 
Todos en la escuela juraban que yo era una chica fresa incapaz de cocinar, pero se equivocaban en eso al igual que en muchas otras cosas. Mi mamá me enseñó a tener tiempo para todo e incluso tenía un horario de limpieza para la casa. Que tuviera las uñas intactas no significaba que no lavara los platos.  
La única que no sabía ni freír un huevo era Verónica. Ella creció con diferentes sirvientas y por eso dedicaba todo su tiempo libre a su carrera de modelaje.  
Acompañé a Verónica varias veces en algunos de sus trabajos y su agencia me ofreció un contrato por ser pelirroja. No era tan alta como ella, pero les encantó el color de mi cabello y mi rostro. Me negué simple y sencillamente porque modelar no era lo mío, no era tan fácil como Verónica lo hacía ver. 
–¡Mamá, el desayuno está listo! –grité para que me oyera. 
Serví la comida y me senté a esperarla. Era genial que fuera un domingo porque podíamos comer tranquilas sin estar viendo el reloj. Ella llegó al comedor sin ponerse ninguna peluca y al verla se me encogió el corazón. Yo era pelirroja gracias a los genes de mi mamá, su cabello era idéntico al mío y ella lo amaba mucho, siempre fue muy vanidosa respecto a él. No hace falta decir cuanto le afectó que se cayera. 
–Mmm, que rico huele –dijo mientras observaba todo. 
Me gustaba cocinar en grandes cantidades porque una parte de mí pensaba que así se iba a volver más fuerte. Ambas empezamos a comer y mi teléfono empezó a sonar escandalosamente. De verdad tenía que cambiar el timbre de mis notificaciones. Puse mi teléfono en silencio y ni siquiera me molesté en revisar los mensajes. Tenía muchos seguidores en Instagram y en Facebook y la mayoría de mis notificaciones no eran importantes. 
–¿Es algún pretendiente y no quieres responder porque estoy aquí? –indagó ella. 
–Claro que no mamá, tú eres la primera a la que le cuento todo. 
–¿Y no hay novedades en esa área? 
Negué con la cabeza. 
–No creo que mi alma gemela esté en el instituto, de ninguna manera. Los chicos de allí son muy inmaduros y ridículos. 
–Me alegra que te des cuenta. 
–¿Cuándo es tu próxima cita? –cambié el tema– Ayer no te dijeron nada. 
–Tendré que hacerme otra ronda de exámenes y el médico me hablará de los resultados. No quiero que te entusiasmes mucho porque puede que no vaya bien. 
La ansiedad empezó a crecer en mí de forma inevitable. Ella ya se había sometido a una quimioterapia y mi mayor deseo era oír que no había rastro de cáncer. Nunca iba a perder las esperanzas, me negaba a caer en el pesimismo. 
–Hay que ser positivas mamá. 
–Soy positiva, pero también realista. Si el cáncer sigue allí lo aceptaremos y lucharemos contra él. 
Me sorprendía lo preparada que estaba para eso. 
–No te lo había dicho, pero me gustaría mudarme a otro lugar –agregó sorpresivamente. 
Mi boca cayó abierta. 
–¿Y a dónde te gustaría ir? –indagué entusiasmada. 
–No lo sé, a un lugar más tranquilo y  menos bullicioso. Siempre he querido estar en contacto con la naturaleza. 
–Me parece una excelente idea. Podríamos hacerlo el año que viene, podemos vender esta casa y empezar de nuevo en otro lado. 
–¿Te emociona la idea? 
–No había pensado en eso, pero me encantaría hacerlo. 
–Me sorprende tu reacción. Creí que te negarías a abandonar a Verónica. 
–Ella tampoco va a seguir aquí el año que viene así que no la estaría abandonando. 
–Pero no hemos considerado la universidad a la que vas a ir. 
–Eso es lo de menos, escogeré la primera universidad que vea en mi camino –A diferencia de mis compañeros a mi no me importaba entrar a una universidad prestigiosa. 
–Sabía que dirías eso. ¿Ya has pensado en lo que quieres estudiar? 
–La verdad no estoy segura aún. 
Alguien empezó a tocar la puerta y yo fruncí el ceño.  
–Que raro ¿Quién será a esta hora de la mañana? –comentó mi mamá. 
–Iré a ver. 
Me puse de pies y fui a abrir la puerta principal. Se trataba de Dexter, ¿Cómo era posible que estuviera despierto tan temprano un domingo por la mañana? No era propio de él. 
–Dexter ¿Pasa algo? –pregunté preocupada. 
–Apuñalaron a Verónica –dijo sin rodeos. 
–¿Qué?  
Él no respondió. 
–Si estás bromeando conmigo juro que te apuñalare a ti. 
–¿Crees que jugaría con algo tan serio? No estoy mintiendo Rebecca, ella está en el hospital. 
La noticia me cayó como un balde de agua fría y tuve que agarrarme del marco de la puerta.  
–No puede ser.  
–Es lo mismo que dije yo.  
–Tengo que ir a verla –dije decidida. 
–Traje mi auto. 
Entre a mi casa corriendo y agarré mi cartera. 
–¿Sucede algo? –preguntó mi mamá preocupada. 
–Verónica está en el hospital, te llamaré cuando sepa algo –le di un beso en la mejilla y salí corriendo afuera. 
Dexter y yo nos subimos a su auto y él empezó a manejar. Al parecer el incidente había ocurrido la noche anterior y apenas nos estábamos dando cuenta. Encontramos a sus padres en el pasillo y los convencimos de que fueran a descansar y nos dejaran a cargo.  
Una enfermera nos guió hasta su habitación y nos dejó entrar. Verónica estaba despierta, pero se veía pálida. La abracé con cuidado y cerré los ojos. Estuve a punto de perder a mi mejor amiga y ni siquiera me di cuenta. 
–Dios mío, que bueno que estás bien. Me asusté mucho –me alejé para verla mejor y acaricié su cabello. 
–Yo me asusté más. Creí que moriría. 
Dexter besó el dorso de su mano y se sentó en el otro lado de la camilla. 
–¿Pero qué fue lo que pasó? Todo estaba bien cuando fui a verte –reflexionó él. 
Verónica suspiró y se pasó la mano por el cabello. 
–Fue Roxana, sé que fue ella –dijo furiosa. 
Dexter y yo intercambiamos una mirada. 
–¿Ella te hirió? –cuestioné sin poder creerlo. Roxana no podía lidiar ni siquiera con su propia vida. 
–No fue ella, pero contrató a un hombre para que lo hiciera. Me envió un mensaje a través de él. 
Yo tenía miedo de preguntar, pero fue Dexter el que lo hizo. 
–¿Cuál fue el mensaje? 
Ella abrió un poco su bata y nos dejó ver la gasa que había en su pecho. 
–El tipo intentó cortarme la cara, pero terminó hiriéndome en el pecho y en la mano. Es obvio que ella quería verme desfigurada. 
Un nudo se formó en mi garganta y empecé a sentir una combinación de dolor e ira. 
Dexter se levantó de su silla lleno de enojo. 
–No puedo creer lo que estoy escuchando. Esa maldita se las va a ver conmigo ¿Se lo dijiste a la policía? –cuestionó él. 
–No, ni siquiera lo saben mis padres. 
–¿Vas a callar? 
–Prefiero tomar el control de la situación. No necesito a la policía para darle una lección.  
–De repente la mariposita rara alzó el vuelo y se volvió peligrosa –medité– ¿Por qué esperó tanto para revelar su verdadera identidad? Toda la escuela cree que es un ángel. 
–Lo hizo por lo de la biblioteca –susurró Verónica pensativa. 
Tenía que admitir que lo de la biblioteca fue muy malo, pero lo que hizo Roxana con Verónica fue mucho peor. No había punto de comparación porque ella atentó contra su vida. 
–Lo de la biblioteca fue un juego de niños comparado a lo que vendrá después –aseguró Dexter. 
–Tenemos que hacer algo –dije decidida. 
–Por supuesto que vamos a hacer algo –afirmó Vero con malicia– Vamos a mostrarle su video a todos. 
Asentí con la cabeza. 
–Voy a editar el video para que quede bonito –dije con sarcasmo. 
–No me parece suficiente –insistió Dexter. 
–Podemos encerrarla en el baño –sugerí. 
–Sería perfecto –dijo Verónica encantada– Que no sospeche nada, déjenla en paz hasta que vuelva. Que piense que se salió con la suya. 
Dexter salió a comprar cosas para Verónica así que le encargué que trajera mi computadora de mi casa. Me senté en un sofá que estaba junto a Verónica y entré a mis archivos para abrir el video de Roxana. Editar videos era mi especialidad. Esa estúpida iba a arrepentirse de haber tocado a mi mejor amiga. Empecé a teclear el título mientras sonreía con satisfacción:  
“Diario de una Perdedora" 


 




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