Yo Lo Hice

Capítulo 9

Rebecca 
¿Cuándo empezó todo esto? ¿Cuándo fue la primera vez que me burlé de Roxana? Deseé con todas mis fuerzas poder ir al pasado, no quería cambiar solo el accidente ¡quería cambiarlo todo! Deseé poder volver al primer día de clase de la secundaria para hacer todo diferente y poder comenzar de cero. Me hubiera sentado al lado de Roxana en el aula de clase y la hubiera convencido de debía sentarse en la primera fila y no dejarse intimidar por nadie. Hubiera aplaudido sus logros, le hubiera mostrado mi apoyo incondicional, me hubiera sentado con ella durante el receso, la hubiera defendido de todos los que querían hacerle daño. “Hubiera", todo se resumía a un hubiera. Y el problema de los hubiera es que son cosas que nunca pasaron. 
Las lágrimas recorrieron mis mejillas sin que pudiera detenerlas. Cubrí mi cara con mis manos e intenté ahogar mis sollozos. Ciertamente no aplaudí los logros de Roxana, no le mostré mi apoyo incondicional y por descontado, no me senté con ella durante el receso.  Al contrario, yo fui la primera en burlarme de ella, la primera en atacarla y la primera en humillarla. Yo era el mal del que ella necesitaba defenderse. Y no importaba mi arrepentimiento ni lo mucho que quisiera cambiar las cosas porque no podía hacerlo. Fui déspota y cruel con ella y ahora ni siquiera tenía la oportunidad de pedirle perdón. 
Miré la ciudad a través de la ventana, pero las lágrimas nublaron mi vista. No me iba a alcanzar la vida para arrepentirme de mis errores. 
El silencio reinó dentro del carro y nadie dijo nada hasta que llegamos a la casa de Verónica. Ella se apresuró a abrir el garaje y Dexter metió el auto adentro. Los papás de Verónica iban a tardar una semana en regresar, pero una semana no era suficiente para cubrir todos nuestros pecados. 
Encendí la luz de la sala y tuve que ahogar un grito al ver manchas de sangre en mis brazos, casi no se veían, pero yo sabía perfectamente lo que eran. Verónica traía un vestido morado y se veía en perfecto estado, pero seguramente también tenía sangre encima. Dexter no perdió tiempo y se quitó su camiseta para hacer una bola con ella. 
–Vamos a deshacernos de la ropa –anunció él con nerviosismo. 
–De acuerdo –respondí. 
Verónica me prestó uno de sus vestidos y fue al cuarto de sus padres para volver con ropa para Dexter. Dexter se cambió frente a mí sin importar nada, pero yo preferí cambiarme en una de las oficinas de la casa. Mi corazón latía muy rápido mientras lo hacía y tenía mucho miedo de estar sola así que regresé lo antes posible a la sala. 
Dexter agarró su ropa, nuestros vestidos y nuestras botas y procedió a echarlo todo en una bolsa negra. Fuimos al patio trasero y estudiamos nuestras opciones por un momento. El terreno era muy amplio y el cerco rodeaba la propiedad era alto, no había forma de que los vecinos vieran lo que estábamos haciendo, pero aún así me sentía observada. 
–Vamos a enterrarlo –dijo Dexter al tiempo que agarraba una pala. 
–No. Cualquier persona podría encontrarlo de esa manera –discutí– Tenemos que eliminarlo por completo. 
No había llegado tan lejos para nada.  
–Podemos prenderle fuego –sugirió Verónica. 
–Tus vecinos se darán cuenta –intervino Dexter. 
–No se darán cuenta. Jamás se enteran de nada –respondió Verónica. 
Dexter se pasó la mano por el cabello con cansancio y dejó a un lado la pala. 
–Está bien. Le echaremos gasolina. 
Dexter esparció gasolina por toda la bolsa y dejó caer un encendedor encima. El fuego empezó a consumir todo y arruinó una parte del césped que tanto cuidaba la madre de Verónica. Dexter no estaba contento con el resultado así que agarró tres plantas que requerían un traslado de sus macetas y las sembró encima para que la falta de césped de la zona no se viera raro. Cuando concluyó todo se veía muy normal, el único problema estaba en nuestra mente. 
Regresamos a la sala y por alguna extraña razón comenzamos a ver mucho el reloj. Algo me decía que la policía iba a llegar en cualquier momento y al parecer los chicos sentían lo mismo. Me senté sobre la alfombra y me di cuenta por primera vez que tenía raspaduras en ambas rodillas producto de las caídas en la oscuridad del bosque y no fui la única que se cayó.  La opresión que sentía en mi pecho era más fuerte que todo lo demás y no me permitía enfocarme en ningún dolor físico. 
La agonía me estaba matando, era una tortura demasiado grande. ¿Cuánto tiempo tardaría la policía en descubrir lo que hicimos? Comencé a comerme las uñas debido al nerviosismo. La ansiedad me estaba haciendo trizas.  
Verónica vigilaba mucho la puerta principal y caminaba en círculos como si estuviera esperando a alguien. Dexter encontró una botella de vino en la cocina y se sentó en el sofá frente a mí para beber copa tras copa. ¿Qué es lo que estaba pensando? ¿Tenía ganas de morirse al igual que yo? 
–¿Estás arrepentido? –pregunté a sabiendas de cual era la respuesta. 
Él dejó de ver su copa y me miró a  los ojos. Su mirada parecía desprovista de vida. 
–No, claro que no. No fue un homicidio voluntario, fue un accidente –él hizo una pausa para tomar otro sorbo de vino– Tenemos toda la vida por delante, cualquiera hubiera hecho lo mismo en nuestro lugar. 
No, definitivamente no todos hubieran hecho lo mismo en nuestro lugar. Cualquier otra persona se habría entregado, pero nosotros aparentemente no poseíamos principios morales ni éticos. 
–Mi mamá puede despertar y darse cuenta de que no estoy allí –pensé en voz alta con tristeza. 
No me consideraba la mejor hija del mundo, pero mi mamá era el motor y el centro de mi vida y era incapaz de imaginar mi futuro sin ella. Si la perdía a ella no me importaba nada más.  
–Te aseguro que sigue dormida. Mañana regresarás antes de que ella despierte y todo estará bien –me tranquilizó Dexter. 
Verónica se cansó de vigilar la puerta y se sentó junto a mí en la alfombra. Su maquillaje estaba corrido y tenía manchas negras debajo de sus ojos. Apreté su mano y la miré con tristeza. 
–Tenías  razón –reconocí–No debimos tirarla al río. 
Verónica abrió la boca para contestar, pero Dexter habló primero. 
–Ya basta –interrumpió él– No quiero oírlo. 
–No hablar del tema no cambia nada –afirmé. 
–Detente Rebecca… 
–Lo correcto hubiera sido llamar a la policía. 
–Pero no fue lo que hiciste en el momento así que arrepentirte no sirve de nada.  
Me mordí los labios y decidí quedarme callada. 
–Cuando arrastrábamos su cuerpo por el bosque estabas muy convencida de que era lo que teníamos que hacer –agregó fríamente. 
–Pero no era lo correcto –afirmó Verónica casi en un susurro. Se veía pálida y cansada. 
–Tienes razón –afirmó él sorpresivamente y puso su teléfono frente a nosotras– Pueden llamar a la policía y contarles todo lo ocurrido, estoy seguro de que se mostraran comprensivos y entenderán que todo fue un error. 
Resistí el impulso de agarrar el teléfono y tirárselo a la cara. Evidentemente era muy tarde para llamar a la policía, en el momento que la atropellamos fue un accidente, pero cuando la sacamos de la carretera y la llevamos al río se convirtió en homicidio. 
Dexter no era el único interesado en ocultar el accidente y nuestro error posterior, yo también lo estaba, pero a veces mi fijeza se quebraba por momentos. 
–Estamos juntos en esto –afirmó Dexter luego de un momento de silencio– Y no podemos cambiar lo que pasó. Nos cubriremos las espaldas hasta el final. 
“Hasta el final" 
¿Cuánto tiempo nos tomaría llegar al final? 
◇◇◇◇◇ 
El sol se elevó por el horizonte derramando su luz por toda la ciudad sin que nosotros hubiéramos conciliado el sueño en absoluto. Aquella había sido por mucho la peor noche de mi vida, el dolor y la impotencia destrozaban mi interior y no existía nada en el mundo que pudiera quitármelo.  
Dexter y Verónica estuvieron a mi lado en todo momento, pero había una distancia abismal entre nosotros. La mansión entera se había sumergido en el silencio y yo me sentía sola, vacía y desesperada. 
Roxana había perdido la vida por mi culpa y yo estaba sentada en la alfombra de aquella mansión como si nada malo hubiera ocurrido, como si lo que matamos fue un animal. Pero no era un animal, era una de nuestras compañeras de clase, una a la que le hicimos la vida imposible. 
Me mordí los labios para no emitir ningún sollozo y me sequé las lágrimas bruscamente. La luz del sol comenzaba a filtrarse por la ventana, pero eso solo aumentaba más mi dolor y mi desesperación. La iban a encontrar, por supuesto que la iban a encontrar y todos iban a saber que fuimos nosotros. 
No era la única que estaba al borde de la locura, cada uno libraba su propia batalla en su mente. 
Dexter estuvo a punto de dormirse debido a los efectos del alcohol, pero tenía miedo de hacerlo así que tomó muchas bebidas energizantes para no ceder ante el sueño. Sus ojos estaban muy abiertos y sus pies inquietos parecían tener vida propia. Ya no se veía tan seguro ni tan decidido como anoche. Los minutos eran implacables y nos hacían trizas a todos.  
Verónica lloraba en silencio sin emitir el más mínimo sonido. De alguna forma sabía que su dolor era profundo y verdadero. Nunca la había visto así en todos nuestros años de amistad. ¿Qué iba a pasar ahora que había amanecido? 
Mi teléfono, que yacía sobre la alfombra a mi lado vibró con una notificación y al voltear la mirada alcancé a ver la foto de mi mamá que tenía como fondo de pantalla. No. No podía rendirme. No fui hasta el río por nada. Una parte de mí quería entregarse a la policía y no prolongar más las cosas, pero la otra insistía en que  debíamos sostener la mentira. 
El camión de basura sonó a lo lejos y ese sonido fue suficiente para acelerar mi corazón. Muchas personas de la ciudad comenzaban su día a esa hora y para ellos no era más que un día tranquilo, pero yo no me sentía como una persona normal. 
Pasar la noche fue difícil, pero tener que volver a casa y ver a mi madre a los ojos fingiendo que todo estaba bien lo sería aún más. No tenía las fuerzas para hacerlo, no me sentía capaz de mentirle. Ella siempre intuía cuando algo malo pasaba. 
–¿Aún crees que la vida tiene sentido? –me cuestionó Verónica repentinamente sacándome de mis pensamientos. 
No me veía a los ojos, su mirada estaba fija en la nada. 
–No lo sé –fui sincera. No valía la pena inventar alguna mentira muy elaborada. 
Verónica se levantó bruscamente y vi en ella una resolución que no había visto antes. Dexter fijó la mirada en ella y frunció levemente el ceño.  
–¿A dónde vas? –pero su pregunta no obtuvo respuesta y Verónica ya estaba atravesando la puerta principal. 
Me obligué a mí misma a incorporarme, pero mis rodillas se llenaron de dolor al instante y se negaron a avanzar. Había estado en la misma posición toda la noche. Ni siquiera fui al baño con el miedo de que el diablo me arrastrara al infierno. 
Dexter fue más rápido y agarró a Verónica del brazo para detenerla. Atravesé la puerta principal y me acerqué a ellos mientras examinaba nuestro alrededor. Nadie estaba caminando por la acera en ese momento y era un alivio para mí. 
–¿Qué crees que haces? –gritó Dexter sin miedo a que los vecinos lo escucharan. 
Verónica luchó por zafarse, pero no pudo. 
–Suéltame –dijo en voz baja. Pero Dexter hizo todo lo contrario y la agarró también del otro brazo. 
–¿Qué estás haciendo? –volvió a preguntar. 
–Verónica regresa adentro, por favor –le supliqué. 
–No puedo hacer esto –dijo viendo hacia abajo. 
–No estás sola, estamos juntos en esto –Dexter intentó hacerle razonar, pero Verónica lo empujó y se lo quitó de encima. 
–No puedo vivir toda mi vida así. Preferiría estar condenada de por vida antes de volver a pasar otra noche como la de ayer. 
El rostro de Dexter se volvió sombrío. 
–Si te entregas nos estarías hundiendo a nosotros también y no voy a permitirlo. 
Verónica volteó a verme y solo pude ver tristeza en sus ojos. 
–No pienso entregarme –respondió ella de forma pasiva– No se preocupen por eso. Su secreto estará a salvo. 
Verónica empezó a alejarse, pero la sujeté del brazo porque no estaba lista para dejarla ir. 
–¿A dónde vas? Déjame ir contigo –le supliqué. 
Verónica me vio con ternura y acarició mi rostro. 
–Eres mi mejor amiga Rebecca, te quiero y te querré siempre, pero tengo que hacer esto sola. 
Verónica no esperó a que respondiera y siguió su camino, pero ¿A dónde iba? La miré fijamente incapaz de apartar la mirada. Su cabello rubio brillaba más con la luz del sol. Ella dio vuelta en una esquina y desapareció de mi vista.  
Una lágrima rodó por mi mejilla, pero ya no sabía por qué estaba llorando. Si por Roxana o por nosotros. 
–Llevaré el carro de Verónica al taller. Deberías volver a casa –dijo Dexter a mi espalda. 
Él no vivía con sus padres. Solo mi mamá me esperaba a mí, pero yo estaba muy preocupada por Verónica. Tenía un mal presentimiento. 
–Volverá –agregó Dexter. 
Agarré mis cosas y comencé a caminar hacia mi casa. El sol había inundado toda la ciudad por completo y había un par de personas corriendo y otras montando bici. Caminé con la cabeza agachada como si no quisiera que me reconocieran y me sentí como una escoria. Una mujer que caminaba en sentido contrario me vio con fijeza y contuve la respiración hasta que ella se alejó. Mi frente debía revelar lo que había hecho: Asesina. Asesina. Asesina. 
Llegué a mi casa corriendo y me apresuré a abrir la puerta con mi llave. El mundo de repente me parecía un lugar horrible para vivir.  
–Que raro –me sobresalté al oír la voz de mi mamá.  
Venía del piso de arriba y estaba moviendo los vidrios rotos del pasillo. Aún no me había visto, pero había llegado tarde y ella ya estaba despierta. No tenía otra forma de entrar a mi cuarto y hacerme la dormida…a menos que… 
Abandoné la casa y corrí hacia el árbol más cercano a mi habitación. Si aquello no funcionaba me iba a dislocar el pie e iba a ser descubierta. Había olvidado cerrar mi ventana así que logré deslizarla y entrar adentro. Hice un poco de ruido, pero al parecer mi mamá ya no estaba en el pasillo.  
Me quité el vestido de Verónica y lo tiré en mi armario. Me puse una pijama para dormir y me acosté en la cama. Mi mamá comenzó a hacer el desayuno y un exquisito olor a huevos revueltos llegó hasta mi cuarto. Pero yo no tenía hambre ni quería volver a salir de mi habitación.  
No debí ir a esa fiesta. 
 




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