Yo Lo Hice

Capítulo 19

Verónica  


Mis padres volvieron a casa y me sermonearon por no haberles hablado de la desaparición de una de mis compañeras. Y cuando terminó ese sermón empezó otro diferente porque fallé a una sesión de fotos que estaba agendada en mi calendario desde hace mucho tiempo. Necesitaba quitarme a mi madre de encima así que hice una sesión de fotos con un cliente que ella me había conseguido y después fui a mi escuela a la hora del receso. Ni siquiera me molesté en quitarme el maquillaje cargado que tenía en los ojos. 
Dexter no aparecía en ninguna parte, pero encontré a Rebecca sola en la sección con la cabeza apoyada sobre el pupitre. Cualquiera diría que estaba durmiendo, pero yo sabía que no era posible porque llevaba días teniendo insomnio. 
Me senté a su lado y toqué su hombro, ella se sobresaltó mucho y me asustó a mí también. 
–Calma, soy yo –expliqué en voz baja. 
Ella respiró hondo para tranquilizarse y yo me senté a su lado. 
–¿No tienes hambre? –cuestioné. 
Ella negó con la cabeza y vi que tenía unas ojeras muy pronunciadas. Mi cara estaba igual debajo de los kilos de maquillaje que me habían puesto. 
–¿Y ese maquillaje ridículo que traes puesto? 
–Sesión de fotos –expliqué. 
Ella se estiró en su asiento y miró fijamente hacia la pizarra. 
–Pensé que no vendrías. 
–Mi mamá quería que fallara, pero yo no quería volver a casa. ¿Los agentes llegaron de nuevo? 
Rebecca asintió con cansancio y masajeó su frente. 
–Y ya no son dos, sino que tres. 
–Me tomas del pelo… 
–¿Crees que bromearía con algo tan serio? –estalló. 
–Perdón. Fue un decir. 
–La tercera es una mujer y es muy intimidante. Voy a morir si tengo que ser interrogada por ella. 
–Ya nos hicieron muchas preguntas y a ti ya te entrevistaron dos veces. 
Rebecca me había comentado que el agente Rodríguez la citó en una cafetería para hablar sobre Roxana y yo no podía creerlo. Era obvio que tenían algo sobre nosotros, pero no sabíamos qué. 
–Pero todavía tienen más preguntas –ella golpeó el pupitre con su puño cerrado– Sé que los demás nos culparan, no tengo dudas. 
Vigilé la puerta y vi que seguía cerrada. 
–No tienen pruebas –intentaba convencerme a mí misma de que todo iba a estar bien. 
–Sospechan mucho de Dexter. 
Él era mi novio o al menos se suponía que lo era así que debería preocuparme por él, pero no era capaz de hacerlo.  
–No te ves preocupada. A veces siento que no te importa tanto en realidad –observó ella. 
–No soy la única. A él tampoco parezco importarle. 
–Estoy segura de que una pareja enamorada no actuaría así. 
–No lo sé. Cuando llegó a la escuela todos comenzaron a decir que haríamos buena pareja y yo me dejé llevar por sus comentarios –reconocí por primera vez en mucho tiempo. Ya ni siquiera me importaba nuestra relación, había pasado a segundo plano. 
–Te lo dije –susurró ella mientras sacaba una caja de cigarrillos. 
–Creí que lo habías superado. 
Rebecca encendió un cigarrillo y empezó a fumarlo en plena sección. 
–De todas formas vamos a morir. 
–Te pediría uno si no fuera incapaz de fumar. 
–Solo es falta de práctica, pero volviendo al tema. Siempre supe que él no era para ti. Sólo buscaba… tú ya sabes qué y se hizo una idea equivocada de ti por la fama de chica mala que tenías en la escuela. 
Lo recordaba muy bien. Él pensó que me iba a acostar con él en nuestro primer mes de novios y yo me enojé tanto que me prometí a mí misma que nunca sería con él. Seguimos juntos desde entonces, pero solo fue por costumbre. Podríamos convertirnos únicamente en amigos y no habría diferencia alguna. 
–Nada de eso importa ahora. Solo quiero que dejen de verlo como sospechoso. 
La campana que anunciaba el fin del recreo sonó y Rebecca tuvo que apresurarse a esconder sus cigarrillos. Dexter apareció en el último segundo y se sentó lejos de nosotras. La clase de inglés no tardó en comenzar, pero la directora llegó y solicitó nuevamente mi presencia en la dirección, sólo que esta vez no mencionó a nadie más. Solo a mí. Rebecca se veía preocupada y Dexter parecía un tanto sorprendido.  
Mi corazón empezó a latir muy rápido y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para ponerme de pie y seguir a la directora.  
“Cálmate Verónica, es solo una cita en la dirección. No tiene por qué tratarse de Roxana”. 
Entramos al despacho de la directora y me encontré con una única agente que no había visto antes. Era la chica de la que me había advertido Rebecca.  
–Verónica, te presento a la agente Jennifer Washington. 
Nos estrechamos las manos y ella retuvo la mía por más tiempo del necesario. 
–Mucho gusto Verónica. Amo tu maquillaje –su sonrisa era muy linda. Tenía la piel morena y el cabello rizado arreglado en un moño. 
Ni siquiera me acordaba de mi maquillaje. 
–Gracias –respondí tímidamente. 
–La agente Washington desea hacerte unas preguntas, sin embargo no estás obligada a responder. Puedes pedir un abogado en cualquier momento. 
Dexter se negaría a responder cualquier pregunta, pero Rebecca diría  que seria sospechoso que no respondiera.  
–Entiendo. Quiero cooperar. 
Siempre podía cambiar de opinión si la situación me sobrepasaba. 
–No deseo quitarte mucho tiempo –explicó la agente Washington mientras me mostraba una bolsa transparente de evidencia– ¿Reconoces está prenda? 
Lo miré fijamente y me di cuenta de que era uno de mis aretes circulares de color café, pero era imposible. 
–No, en realidad no lo reconozco –mentí. 
–Dos de tus compañeras de clase señalaron que es tuyo. 
Maldición. 
–No lo entiendo. ¿En dónde lo encontraron?  
–Cerca de la casa de campo a un lado del camino. 
–No fui la única en pasar por allí y el arete no es de una edición limitada. Puede ser de otra persona. 
Ella no se veía muy convencida y esperé a que me dijera lo que veía en las películas: “Verónica Palmieri quedas bajo arresto cualquier cosa que digas puede y será usado en tu contra", pero eso nunca pasó, solo guardó de nuevo la evidencia. 
–¿Cómo volviste a casa esa noche? –preguntó mientras abría una libreta.  
–En mi auto. 
–Bueno, tal vez sea de otra persona o tal vez se te cayó por accidente. ¿Hiciste alguna parada antes de llegar a casa? 
–No. 
–Muy bien. Eso era todo. Fue un gusto conocerte Verónica. 
La directora y ella comenzaron a hablar sobre las reglas de la escuela y yo me apresuré a retirarme. Me sentía tan nerviosa que no era capaz de caminar con rapidez. Un arete mío apareció en la escena del crimen. Estaba acabada. 
–¿Verónica?  
Miré hacia atrás y me encontré con la mirada de Ian. Estaba muy cerca de mí y ni siquiera había oído sus pasos. El agente Rodríguez estaba al final del pasillo, pero no nos prestaba atención o fingía no hacerlo. 
–Me da mucho gusto verte de nuevo. Veo que has estado trabajando –comentó él mientras veía los detalles de mi maquillaje. 
–Ah… pues… sí. Así es. 
Presioné mi codo con mi mano derecha e intenté concentrarme en la conversación. 
–¿Te metiste en problemas? –bromeó señalando la oficina de la directora. 
–En realidad… querían entrevistarme. Por lo de Roxana, ya sabes. 
Él frunció levemente el ceño. 
–Que raro. Jennifer no me avisó nada. 
–Es solo un arete. Es todo. Ella insiste en que es mío. 
En mi interior estaba sorprendida conmigo misma por no desmoronarme frente a él. 
–Ella es muy apasionada en lo que hace. No te lo tomes personal. Cambiando de tema. ¿No olvidas algo? 
“Por Dios, ahora qué” 
–No, nada. ¿Por qué? 
Él comenzó a reír y su risa me puso más nerviosa de lo que ya estaba. ¿Y si ya sabía la verdad? 
–Me dejaste plantado. Y ni siquiera lo recuerdas eso ya dice mucho. 
–Oh… la cita… 
Nunca lo olvidé. Pero no me sentía preparada para ir. 
–Yo solo quería brindarte mi apoyo –se apresuró a aclarar– Es decir, después de lo que pasó creí que te haría bien hablar con alguien –agregó en voz baja.  
¿Confesión? ¿Estaba hablando de una confesión? 
Las náuseas invadieron mi garganta, pero tragué saliva y presioné todavía más mi codo. 
–Lo lamento. De verdad no fue mi intención. 
–Me debes una.  
–Así es. Aunque en realidad te debo mucho. Ya perdí la cuenta de las veces que has acudido a mi rescate. Creo que no tuve la oportunidad de decírtelo, pero muchas gracias por salvarme. Si no fuera por ti… 
“Ya estaría muerta" 
–No hay de qué. Tú habrías hecho lo mismo en mi lugar. 
Al contrario. Él no sabía con quién estaba hablando. 
–Y también dale las gracias a tu amigo de mi parte por favor. Ambos han sido muy amables conmigo –susurré mientras veía a Gerardo. 
–Se lo diré. No te preocupes. 
–Debo ir a clase. Nos vemos otro día. 
Me dirigí a mi salón y él no me detuvo.  
 




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