Yo Lo Hice

Capítulo 29

Jennifer 


Los días pasaron y dieron paso a las semanas y el cuerpo de Roxana seguía sin aparecer. Estuve segura de que me iban a asignar el caso a mí, sin embargo, se lo dieron a Ian y a Gerardo. Pero no importaba, porque podía seguir al tanto de los avances de la investigación. 
Todo lo que estaba pasando era muy difícil para mí, necesitaba sepultar a mi hermana y el cuerpo seguía sin aparecer. Me sentía completamente sola en el mundo. Ella era todo lo que tenía y lo perdí.  
No solíamos hablar ni mucho menos visitarnos, pero aún así sentía una especie de conexión con Roxana y ahora la conexión había desaparecido. Una parte de mí insistía en creer que aun podría estar con vida porque no había aparecido su cuerpo. Pero mi corazón sabía que ya no estaba entre nosotros. El silencio en mi ser lo confirmaba. 
Mi mal presentimiento se había ido y fue sustituido por el dolor y el sentimiento de pérdida. Nadie tenía idea de que había perdido a mi hermana así que no tuve que recibir palabras de pésame hipócritas de personas hipócritas ni nada de eso. Para los demás toda mi familia estaba muerta y ahora así era. 
Ian y Gerardo entrevistaron a varias personas y descubrieron que Roxana fue vista por última vez en una fiesta de cumpleaños a las afueras de la ciudad y no volvió a casa según sus vecinos a partir de ese momento.  
La hora de la fiesta coincidía con la aparición del diario en mi casa por lo que ella tuvo que ir primero a dejármelo antes de ir allí. Si tan solo hubiera estado en mi habitación… si tan solo la hubiera convencido de vengarse de otra manera… yo misma pude haberla ayudado. Pero no fue el caso. Y ahora las cosas tampoco habían salido según lo planeado. 
Verónica, Dexter y Rebecca no se entregaron, pero era obvio que eran culpables. Desviaban la mirada, movían mucho sus pies o rodillas, sus rostros palidecían o cambiaban de color. Y se mostraban muy nerviosos en los interrogatorios. Primero pensé que solo era cuestión de tiempo para que hablaran, parecían unos simples adolescentes asustados ante la idea de ir a prisión, pero los subestime.
En realidad no eran tan asustadizos como yo creí porque se negaban a entregarse día con día. No era nada fácil sobrellevar la culpa y el remordimiento y fingir que nada pasaba durante las investigaciones y ellos lo estaban haciendo muy bien. Jamás habría sospechado de ellos si no hubiera leído el diario de Roxana. Podían engañar a todos, incluso a mis amigos. Pero no me engañaban a mí. 
Roxana tenía razón. Ellos sentían que estaban por encima de las leyes y reglas que gobernaban a la sociedad. Abandonaron la escena del crimen, se deshicieron de su cuerpo y querían salirse con la suya. ¿De verdad creían que podían escapar sin pagar por su crimen? A ellos no les dolía que Roxana hubiera muerto, solo tenían miedo de ser capturados. Mi odio hacia ellos incrementaba día tras día. 
Mi hermana se equivocó en una cosa: mi sentido del deber no era tan grande como mi sentido de la justicia. Y en mi trabajo no siempre se hacía justicia. No sé por qué llegó a pensar que me pondría del lado de ellos. Ni dentro de mil años.  
Ellos se burlaron de ella cada día sin parar durante cinco años. Roxana merecía que se hiciera justicia y yo me iba a encargar de dársela. El primer paso fue plantar el arete de Verónica en la escena del crimen, el segundo sería buscar la forma de culpar también a los otros dos. No iban a salir libres de esta. 


 




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