Yo Lo Hice

Capítulo 30

Verónica  


Dexter jamás debió haberse metido con mi mejor amiga. Era un imbécil. Siempre lo supe, pero también podía llegar a ser muy cruel y vengativo. Sabía que tarde o temprano intentaría lavarse las manos para echarnos la culpa de todo a nosotras. Por eso decidí adelantarme a los hechos y asegurarme de que no pudiera hacerlo. 
Conocía muy bien su forma de hablar y también había visto de cerca su horrible letra, eso era todo lo que necesitaba para armar mi plan. Compré un diario y luego me quedé a dormir en casa de Rebecca, ambas recolectamos ideas y yo agarré un bolígrafo, imité su letra con sumo cuidado y escribí una confesión en la que Dexter admitía haber asesinado a Roxana accidentalmente. Intenté colocar algunos detalles y después escribí un párrafo en el que él admitía haber abandonado el cuerpo por miedo. Concluí con un párrafo en el que quedaba claro que él no pretendía entregarse: 
“Nadie sabe lo que hice. Así que mi secreto está a salvo. La policía nunca me descubrirá” 
Y de esa forma puse punto final a la última página. Ahora solo nos faltaba entrar a la casa de Dexter y plantarlo a escondidas. 
Rebecca no estaba muy convencida con el plan, pero terminó cediendo y todo eso nos llevó a la casa de Dexter. Teníamos que arriesgarnos. Solo así tendríamos una posibilidad real de salir de la cárcel después de una condena pequeña. 
Rebecca iba a tocar la puerta y empezar una distracción que durara cinco minutos. Así que yo necesitaba entrar al segundo piso de la casa y esconder el diario lo más rápido posible. Me subí a un árbol que estaba en la parte de atrás y me acerqué poco a poco a una de las ventanas con ayuda de una rama. Sentía un nudo en el estómago y tenía ganas de vomitar, pero al final logré colarme y entré a la casa tratando de no hacer ruido. Las luces de la casa estaban apagadas y eso le otorgaba un aire muy siniestro. Ni siquiera sabía si Dexter se encontraba en casa o no. Pero el timbre iba a resonar sí o sí por toda la estancia.  
Me oculté en un baño de invitados que casi nunca se usaba y me quedé inmóvil esperando oír los pasos de Dexter. Nunca lo oí. Ni eso ni el timbre. ¿Había atrapado a Rebecca? ¿Ella estaba en peligro? Abandoné mi escondite y me asomé por una de las ventanas que daba al jardín. Estaba desierto. No había nadie. Si Dexter nos descubría podía llegar a atentar contra nuestras vidas. 
Abrí la puerta del cuarto principal con los nervios hechos trizas y no encontré a nadie. Al parecer Dexter no estaba en casa. Su habitación estaba hecha un desastre. El piso estaba lleno de ropa y todo estaba fuera de lugar. Saqué el diario de mi bolso y examiné el lugar. ¿Cuál sería un buen lugar para guardar un secreto? Decidí que el armario era el mejor lugar.  Abrí el armario y descubrí que había una pila de libros allí adentro. Dexter nunca leía, jamás. Ni siquiera para hacer sus tareas, así que era el sitio perfecto. Guardé el diario en medio de todos los libros y cerré el armario sin hacer ruido.  
Y entonces lo escuché. La puerta principal se cerró de golpe. Alguien había llegado a la casa. Me acerqué a la puerta, pero era demasiado tarde para correr por el pasillo así que cambié de idea y me metí debajo de la cama lo más rápido posible. Las sábanas de la cama no me permitían ver nada. 
Alguien entró a la habitación y empezó a dar vueltas. Mi corazón latía muy rápido y  no sabía qué hacer. Tenía ganas de salir corriendo y al mismo tiempo deseaba quedarme absolutamente inmóvil. 
–¡Tú ya estás muerta. No puedes perseguirme por la tierra de los vivos! 
Era la voz de Dexter. Y estaba enloqueciendo. Él comenzó a tirar todas las cosas al suelo y empezó a patear todo lo que estaba a su alrededor. Ahogué un grito y cerré los ojos con fuerza. 
—¡No es mi culpa que hayas estado a mitad del camino como un estúpido venado! 
Mi respiración empezó a ser agitada así que tuve que tapar mi boca con mis manos para ahogar un gemido.  
Dexter pateó una bola de ropa y la metió debajo de la cama. Creí que ese era el fin y que me descubriría, pero entonces lo oí encerrarse en el baño. Era ahora o nunca. 
Decidí arriesgarme y me arrastré fuera de la cama en silencio. Dexter seguía hablando solo en el baño. Las únicas luces que estaban encendidas eran las de ese cuarto. 
Abandoné la habitación sin hacer ruido y luego corrí por el pasillo. Volví a la ventana y me subí al árbol tan rápido que estuve a punto de caerme. Los gritos de Dexter se oían hasta afuera de la casa. Bajé del árbol y salté la cerca para alejarme corriendo. Rebecca no estaba por ningún lado. 
 


 




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