—Entonces los declaro marido y mujer, puede besar a la…
—¡Yo me opongo!
—Lo siento, ya los casé.
—Pero… pero…
2 días antes:
—Ya te dije que no puedo ir, mis padres aún no regresan de visitar a mis abuelos —afirmé.
No importaba qué tan insistente fuera Carla para que vaya a ese viaje de chicas, no podía irme y dejar a Mino, mi fiel compañero canino, solo.
Estuvo conmigo en los buenos y terribles momentos, fuimos inseparables estos tres meses, desde esa vez que lo encontré en la calle, persiguiendo la cola que no tenía.
—Ajá, ya te oí la enésima vez —dijo con relajo—. Carlos —llamó a mi hermano, quien entró a mi habitación en cuestión de segundos, como si hubiera estado cerca. Intercambiaron miradas silenciosas, yo los observé cómo si sobrara—. Plan B.
Mi hermano curvó los labios y dirigió sus ojos a mí. Retrocedí un poco por la intensidad de su mirada. Entonces empezó a acercarse.
—¿Qué carajo haces? —chillé en cuanto me cargó y colocó en su hombro, como si fuera un saco de cemento—. ¡Bájame! —Pataleé.
—Esto es por tu bien —aseguró Carla, y sacó una mochila escondida debajo de mi cama—. Andando.
—¡Ni una mierda!