—Genial, mi hermano acaba de escribirme avisando que lo recojamos en la tienda de mascotas que está en el centro —comentó Juan guardando su celular—. Al parecer el tazón de agua de Laura estaba muy mordisqueado y fue a comprarle uno nuevo.
—Bueno, el centro nos queda de camino a nuestra ruta —indicó Carla y se encogió de hombros—. Vayamos por él.
No podíamos quejarnos ya que, después de todo, Juan estaba siendo amable en llevarnos en el auto de su mamá.
—De paso le compro un par de huesos a Mino para que no se aburra —digo sonriendo.
—Mino es un nombre bastante curioso —comentó Juan.
—No quieres saber su apellido —aseguró Claudia, aguantando la risa.
—¿Apellido? —Su novio ladeó la boca, claramente curioso.
—¿María? —Volteó a mirarme.
Suspiré y me encogí de hombros. Detestaba cada vez que pasaba esto, pero yo me lo busqué así que no podía quejarme.
—Violeal —murmuré.
—¿Vio que? —insistió Juan.
—Violeal —dijo Carla fuerte y claro.
—Mino… Violeal —dijo el terco—. Mino Violeal…
—Ahora dilo de corrido —Claudia comentó divertida.
—Minovioleal —repitió y se quedó callado por un par de segundos, y entonces le dio un ataque de risa.
El auto se llenó de risas. Hasta Mino parecía divertirse.