—¿Cómo que vas camino a Tarapoto? —preguntó Juan, consternado.
Estábamos estacionados frente a la tienda de mascotas, y como no había señales de su misterioso hermano decidió llamarlo.
—¿Pediste que te jalaran? —estaba perdiendo la paciencia. Suspiró lentamente—. Bien, te veremos allá. —Colgó y encendió el auto en silencio.
Desvié la mirada en Mino y Laura, al notar que estaban recostados muy juntitos, como si fueran pareja. Entrelacé mis dedos y las pegué en mi pecho, enternecida de tal situación. Contemplar a mi amigo tan a gusto al lado de Laura me llenaba de esperanzas y ganas de conocer a alguien. Es decir, ganas de irme a París y conocer a alguien.