Yo no creo en las hadas

El Lazo

Los laboratorios solían ubicarse detrás de una puerta de hierro, ocultos a la vista de todos, pero ahora no eran más que dos camillas en el salón principal del castillo, en el mismo sitio donde fueron juzgados horas atrás. El Colegiado, junto con la guardia real y los que llevarían a cabo el proceso exploratorio en ambos, miraba desde un costado al tiempo que preparaban los utensilios.

- Oh, no...

- Mina, no te alarmes... todo estará... -Pero no pudo decirlo, dentro de él sentía que no lo estaría. La harían sufrir con tal de descubrir su debilidad humana más inestable y, como estaban unidos de manera inexplicable, Milo sufriría también, lo cual revelaría que estaban unidos frente al Colegiado y harían muchos más estudios en ellos. Lo que les había pasado perjudicaba a los dos.

- Milo... lo siento tanto. -Mina lloraba y temblaba de terror. Milo lo percibía como un frío detrás de la nuca y una puntada en la boca del estómago.

- Acuéstenla. -Dijo una voz detrás de un barbijo negro. La piel pálida en contraste con ese bozal de algodón la asustaba y le generaba rechazo absoluto. Mina se resistió, pero los samuráis eran fuertes. No les costó alzarla y tumbarla en ese pedazo de metal. El Colegiado observaba con expresión orgullosa desde una tarima sobre el altar gigante contra la pared. Parecía como si supieran que, con lo que iba a ocurrir, aquello que estuvieron buscando aparecería frente a sus ojos.

- Por favor, no... -Pedía con notable desesperación al quinteto de la muerte, sin obtener más que miradas serias e indiferencia.

- Es extraño que luches tanto por la miserable vida de esta natural, ¿acaso ustedes...? -Pronunció con clara intensión. El anciano supo que estaba proponiendo algo insensato, luego negó con la cabeza y una sonrisa ridícula-. Jamás podría suceder, qué ridiculez la mía. Continúen.

- ¿Quién se metería con un natural? Es rebajarse.

- Es cierto. -Milo enloqueció ante su desprecio y discriminación, pero los samuráis lo sostuvieron con mucha fuerza, con determinación para que no se escape.

- ¡Ella no tiene la culpa de nada y lo saben!

- Eso lo definiremos nosotros. Adelante.

- ¡NO! ¡Esto es absurdo! ¡MINA! -Pero hicieron caso omiso de sus gritos. Uno de los que Mina reconoció como doctores tomó su cabeza y la volteó de lado, para dejar el cuello al descubierto junto con las arterias. Mina pataleaba y gritaba, sus movimientos violentos hicieron que los puntos en la herida del hombro saltaran. 

Una gran jeringa, ancha como una lapicera, atravesó su piel blanca y una extraña sangre roja platinada la colmó hasta la mitad en poco tiempo. Ambos gritaron de dolor. Milo sentía lo mismo que ella, solo que el dolor de Mina era más intenso por ser quién lo vivía en carne propia.

- ¡Alto! -Dijo el hada más alta del Colegiado al ver el resultado en la jeringa: sangre mixta, roja y plateada, una sangre inexistente en el mundo-. Es imposible... -El silencio se expandió con extrema velocidad, como una poderosa enfermedad viral. Milo respiraba entrecortado. Mina no se movía, o bien la habían anestesiado o bien se había desmayado.

- ¿Mina? -Pero no contestaba, era muy preocupante. Estaba tiesa, pálida. Milo pensó lo peor, claro, pero una idea asombrosa traspasó su mente: si compartían una misma alma, significaba que, si él estaba vivo, ella también debía estarlo. Con esa ridícula idea logró calmarse. respiró entrecortadamente hasta que pudo contenerse y pensar.

- ¿Qué ha ocurrido?

- El Lazo. Sangres mezcladas, la prueba anatómica del cruce de almas. -Dijo uno de los científicos locos. Su mirada era tétrica y se notaba que no deseaba continuar con aquello.

- Es imposible. No existe El Lazo, no es más que un simple mito, ¡continúen con la operación!

- Señor...

- ¡HAZLO AHORA! -El anciano de cabello trenzado estaba furioso. La prueba que podía transformar un mito milenario en hechos tangibles, en el primer caso documentado real.  Generaba tanta incertidumbre y curiosidad, el miedo venía solo.

El Lazo es una atadura invisible que se crea entre almas destinadas a estar unidas aunque estas estén separadas por tiempo y espacio. Cuando algo así ocurre, las personas enlazadas sienten una absorbente necesidad de estar en otro sitio, en otra época, con alguien más o haciendo otra cosa, más afín a ellos que ni siquiera pueden explicar, saben hacerlo o porqué sienten ese vacío. Aunque nunca puedan explicarlo, los domina. 

Se cree que esa sensación se debe a que el alma está enlazada y que debe reunirse otra vez con ella. No se sabe si es por cuestiones inconclusas de vidas pasadas, energías magnéticas con poderes persuasivos, hiper permeabilidad dimensional por tormentas, astrología extraña o simple añoranza de una nueva aventura memorable.

Esas personas pueden alcanzarse cuando viven en el mismo plano, pero lo que suele pasar no es tan simple. Las almas no tienen edad y siempre seremos los que somos hoy, pero no necesariamente estamos en el mismo tiempo y espacio con las almas destinadas, a veces ni siquiera es la misma especie. Esa imposibilidad hace que El Lazo sea más resistente con el paso del tiempo e imposible de visualizar. Pero lo que tenían aquí era mucho más profundo. Las almas estaban mezcladas, no solo unidas o "atadas" por un hilo rojo.

- Por favor. -Dijo Milo con una inexplicable desesperación que nunca había sentido-. No le hagan nada, déjenla ir y revelaré la ubicación de la resistencia. -Milo arriesgaba el trabajo de toda su vida, el de sus amigos, compañeros y, sobre todo, el de su esencia e ideología por una natural que apenas conocía.

La atracción, el Lazo entre Milo y Mina, puede significar la victoria de las hadas o su ruina total ya que el manejo de energía que se produce cuando las almas entrelazadas se encuentran en un mismo espacio-tiempo puede cambiar el rumbo de cualquier historia y como todo tiende al caos, el miedo del Colegiado era completamente justificado.




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