Yo no creo en las hadas

Debate

- ¿Se arriesgarán? -El Colegiado se veía tieso, totalmente inexpresivo, ¿se arriesgarían realmente a perder la oportunidad de descubrir la debilidad buscada por siglos?, ¿a perder este enlace entre seres de diferentes mundos? No había registro de lo que estaba pasando en el salón y no podrían perder esta oportunidad.

No se arriesgarían.

¿O sí?

Milo comenzaba a pensar que tal vez la búsqueda de la debilidad no era prioritario, tal vez querían otra cosa, tal vez sabían dónde estaba la resistencia y les era más provechoso perder a uno de sus rebeldes por voluntad propia y, además, habría una natural menos en el mundo al cual vencer que dejarlos ir.

No, Milo sabía que les importaba y mucho, y ahora que habían visto que El Lazo era real, estaban entre la espada y el fuego. Debían tener cuidado.

- Váyanse. -Dijo el anciano de trenzas. La única mujer gobernante se levantó para protestar, lo veía a Milo con ojos de furia, pero no dijo nada. Milo apuntó a los guardias para que se alejaran y luego guardó el arma en su pantalón, alzó a Mina y salió corriendo.

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El silencio del exterior permitió que respirara con calma y el aire templado agilizó la ventilación de sus venas. Milo tiró el arma lejos y sostuvo mejor a la natural aún desmayada.

- Sí que pesas, ¿O soy muy débil? - Se cuestionó al acomodarla en su hombro. Se acercó a unas rocas apiladas contra la pared oscura del castillo, a unos cuantos metros de la puerta delantera, lejos de la vista de cualquier guardia-. Tengo dormido el brazo... ¿Por qué me preocupo tanto por ti, estúpida natural?- La colocó sobre esas piedras, Mina quedó cómodamente acostada con el rostro de lado.

Escuchó cómo la guardia real salía corriendo rumbo al bosque. Los estaban buscando.

- Creo que los perdimos -Dijo y la miró nuevamente-, ¿por qué estaré hilado a ti? No hay nada en común entre tú y yo: no eres mágica, no tienes poderes ni imaginación, no crees en las hadas, ni siquiera eres tan bonita.. bueno, eso... no estoy seguro aún... ¿por qué? Si me preguntas a mí, no lo sé. Ojalá pudiera meterte en una caja y lanzarte lejos, estos pensamientos desaparecerían para nunca más volver. -Milo se sentó a su lado para quedar cerca de su cabeza. Levantó las rodillas, las abrazó y pegó su frente contra sus rótulas.

La jornada estaba tranquila ahora, en silencio y una extraña calma parecía envolver el páramo central de la aldea; las luciérnagas revoloteaban cerca del rostro de Mina y la iluminaban de vez en cuando.

- ¿Por qué me inquietas tanto? ¿Por qué me intrigas así? -Suspiró-. Te odio, natural, te odio demasiado. ¿Acaso te has dado cuenta de que casi sacrifico toda mi vida, mi meta, mis amigos mi mundo por ti? Reparo en lo que dije y cada vez me convenzo más de que debería darme tres tiros en la cabeza por idiota, por haber hecho lo que hice por ti, ¡ni siquiera pediste un deseo para que me sienta obligado a cumplirlo! Ah, no... espera, eso lo hacen los genios y las sirenas. En fin, tú duermes como un oso ahora y yo solo parloteo. Perfecto. De acuerdo, esto es lo que haremos: estudiaremos lo que nos ata y veremos cómo desatarlo o qué sucede. -Milo se tomó el atrevimiento de ponerse frente a ella, sentado más erguido, miraba embobado su rostro relajado.

Una idea le cruzó la cabeza y, sabiendo que dormía como tronco, no tardó en ponerla en práctica: el hada fue acercando su rostro al de ella. Lento y tembloroso, llegó a tocar su nariz con la de Mina, y a solo dos centímetros de su boca, ocurrió algo inesperado:

- ¿Qué estás haciendo?

- ¡Nada! -Se alejó de pronto y se puso de pie con una velocidad poco vista. Simulaba buscar algo en la lejanía, estiraba los brazos y fingía satisfacción al hacerlo, pero Mina notó que trataba de ocultar algo.

- ¿Estás bien? Te ves muy...

- No me veo nada, me veo como cualquier hada en cualquier momento de cualquier día, ¿de acuerdo?

- Claro, nerviosito, ¡ah! -Milo se acercó preocupado-. Estoy bien, me duele un poco el hombro, eso es todo-. No te preocupes tanto.

- No lo hago.

- A mí me pareció que sí. como también me pareció que tratabas de despertarme con un beso.

- Nunca más errada.

- Es evidente que eso era.

- Además, aunque haya tratado de... bueno, lo que sea... no es algo que en realidad... bueno...

- Milo... -Dijo Mina al tiempo que se levantaba-. Está bien, querías besarme para despertarme del sueño mortal en el que me vi envuelta. Gracias.

- No quería besarte para eso...

- Admites que querías besarme.

- ¡Me engañas con tus palabras! No quería besarte, nunca lo querré-. Milo se alejó de ella unos pasos hacia la fosa de roca.

- No le diré a nadie lo que quisiste hacer, lo juro. Y, a propósito, gracias de nuevo -Mina se acercó y le sonrió-. Fuiste bueno.

- No quiero serlo, quiero seguir siendo yo.

- Tal vez eres bueno y anulas cualquier chance de demostrarlo por alguna razón. Si fueras malo, no me habrías siquiera salvado de la jaula. Habrías dejado que el Colegiado me matara como bien quería hacer... -Pero en ese entonces, Milo se acercó y tomó velozmente sus manos. Fue solo un instante de medio segundo de duración, pero bastó para que ambos vieran los recuerdos del otro. Una segunda conexión, una segunda vez que sus almas mimetizan los recuerdos del cuerpo para compartirlos entre los dos:

Mina besaba a un chico de cabello revuelto y remera con un escudo que decía "Colegio Castelar". Una despedida punzante y muy dolorosa que terminó en llanto atroz.

Milo de pie frente a escrituras extrañas, abrazaba a una chica de cabello rojo y piel azulada con manchas violetas. Un funeral.

Se miraron a los ojos y comprendieron todo acerca del otro: su dolor, su accionar, su pensar.

- Lo siento.

- Descuida -Milo se quedó mirando el suelo por un momento para luego reaccionar de nuevo-. No decidimos qué compartir, solo ocurre. Tenemos una buena conexión a internet parecemos mi celular no robado. -Milo la miró de frente mostrando una amplia sonrisa por el chiste, pasó su mano por su cabello e hizo un gesto con la boca. Mina sonrió nerviosa.




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