Las palabras hieren más que muchas armas, incluso su herida deja una cicatriz que nunca se desvanece. Es por esta razón por la que muchos prefieren callar la verdad, porque saben que sin importar lo fuerte que sea el deseo, no habrá vuelta atrás.
Lo peor era que sentía que ese viejo de cabello azul oscuro tenía razón: Mina se convertiría en algo oscuro y ambicioso si continuaba por el sendero en el cual se dirigía.
¿Qué hacer? Milo sabía perfectamente cómo regresar a Mina a su mundo, claro que no sería una tarea fácil, pero ella debía volver y tratar de continuar con su vida. La tregua entre místicos y naturales podría lograrse con un exhaustivo diálogo entre el Colegiado y Milo, con apoyo de Teo, de Abock y de Mirlión más muchos otros que no deseaban la guerra.
Podía confiar en que dejarían que se fuera sin ser arrestados por ocultar un natural cuando la ley exigía ser entregados; podía confiar en que el Colegiado les daría la oportunidad de negociar; podía confiar en que aceptarían el cese de estrategia bélica con tal de devolverla cuanto antes a su dimensión.
- Odio todo esto, ¿por qué tenía que ocurrir?
- ¿Qué cosa?
- Mina... -Se había despertado de la siesta y Milo no notó que había ingresado en la sala. Se veía radiante, como si hubiera olvidado que era una perseguida
- Te ves mal, ¿todo en orden? -Milo se puso de pie y se le acercó. Había que tomar una decisión y él ya la había tomado.
- Lo lamento.
- ¿Lamentas qué?
- Esto. -Y ese fue el último instante en el que la visión de Mina le arrojó que el día era "soleado", que la cocina estaba impecable y que Milo se acercaba con expresión arrepentida.
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Cuando abrió los ojos sintió dolor en la mejilla. El golpe había sido muy fuerte, tanto que el desmayo la había dejado inconsciente por horas. El techo de su recámara le decía que todo había terminado, que su mundo volvía a ser el de siempre: techo blanco, silla de madera, escritorio con su computadora apagada y apuntes de biología que había prometido estudiar para los próximos exámenes.
- ¿Qué? -La sombra que se proyectaba en el cielo raso y la pared comunicaba con claridad que era de noche-. ¡MILO!
- Hija, acá estoy. -Era su padre, ¡su padre!, ¿qué diablos hacía allí?
- ¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Dónde está Milo?
- Subí las escaleras, hija, estaba abajo haciéndote un té, ¿quieres? -No estaba alucinando: estaba en su casa. Un mareo forzoso nubló su vista y sacudió su cerebro-. Aún no entenderé cómo no viste la gran piedra en el camino.
- ¿Qué piedra?
- Ibas con la bicicleta y te caíste, uno de los chicos de la señora Pérez dijo que quedaste en la calle y que ellos te entraron porque estabas desmayada. Los médicos dijeron que fue muy fuerte el golpe que te diste -El hombre miró el rostro de su hija confunda-. Se te hinchará la mejilla, te traeré un poco de hielo. -Bajó corriendo las escaleras, dejando que una estela de incomprensión envolviera a Mina en un pozo de desesperantes incógnitas.
Comprendió lo que realmente había sucedido: Milo la había golpeado tan fuerte en el rostro que cayó desmayada al instante, lo que permitió su traslado a su mundo sin que ella percibiera siquiera movimiento.
- No... -Se recostó de nuevo contra su almohada fresca y no colocó la barrera mental que detenía las lágrimas en situaciones de intenso dolor y traición como esta, sino que las dejó caer-. Dios, no... -Pero sí, era real.
¿Por qué? ¿Por qué Milo había desechado el plan? ¿Por qué la quitó de en medio si habían planeado movimientos y estrategias para la batalla? ¿Acaso haberse puesto en peligro ante el colegiado había sido en vano?
- Milo, ¿por qué lo hiciste? -Lloró desconsoladamente sin darse cuenta de que un par de ojos marrones la miraban desde el árbol apostado cerca de su ventana.
(CONTINUARÁ)
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una historia de amor, traiciones y secretos familiares, batallas fantasticas
Editado: 19.10.2025