Sábado, 27 de octubre del 2012.
Mi pierna derecha subía y baja en cuestión de segundos por la tensión que comenzaba a sentirse en el ambiente. En un ágil movimiento giré mi cuello para observar a mi padre, el cual se encontraba como conductor y con el rostro sin ánimos de sonreír, mientras escuchaba que las bocinas de los otros autos formaban un escándalo por detrás de nosotros. Su inexistencia de movimientos estaba logrando que comenzara a morder las uñas de mis manos, hasta que mis dientes tocaron la carne expuesta de mis uñas. Entendía y estaba consciente de que era una de esas semanas en donde recordaba la manera tan cruel en la que el amor de su vida lo había dejado. Sin embargo, había algo más importante que su depresión y eso era el concierto para caridades que mi escuela organizaba cada año. Probablemente los años anteriores no me hubiera importado siquiera el llegar tarde, pero este año era mi último y por obligación de la directora, todos debíamos asistir y participar como alumnos orgullosos de formar parte de esas instalaciones.
Un leve jadeo salió de mis labios cuando mis dientes tocaron esa parte sensible que se encontraba por debajo de mis uñas, entonces, mi padre reaccionó y puso en marcha el auto. Realmente odiaba cuando esto pasaba y no podía culparlo, incluso yo recordaba aquella escena de hace algunos años atrás, cuando aquella mujer, de cabellera oscura y ojos marrones como los míos, llegó con su amante para retirar sus pertenencias de nuestro hogar y vivir el típico amor de adolescentes que salía en las películas cliché. Un amor que ni yo había experimentado.
Cuando era niña, los juguetes eran lo más importante para mí, todos eran famosos y famosas y más de uno extremadamente millonario. Me la pasaba día y noche imaginando la vida que yo hubiera deseado y ese día no era la excepción. Me encontraba jugando en el centro de la sala con mi hermana mayor a un lado de mí, ambas formábamos una escena extraordinaria entre nuestras muñecas favoritas, escena digna de aparecer en el canal de Disney y divertir a niños de nuestra edad.
Pocos minutos después la puerta principal de la sala se abrió. Mi madre ya había llegado de su "asunto por resolver", pero no llegó sola, un sujeto completamente desconocido para mí estaba a un lado de su cuerpo sosteniendo su espalda baja. Mis brazos se extendieron hacia ella mientras caminaba hacia mí con sus ojos llenos de lágrimas y tomaba de mi pequeño cuerpo. No obstante, mi atención se mantenía centrada en el tipo que me observaba con una gran sonrisa de orgullo al ver tal escena, no era una niña tonta, mis dibujos animados me habían enseñado que ese tipo de sonrisas eran de personas malas. Rastree cada parte de su cuerpo; sus ojos era de un extraño color, algo así como la combinación perfecta entre celeste y verde, pero tan grandes que se podían ver desde muys lejos. Su cabello era la acumulación de mechones dorados que se encontraban cortados de una forma varonil, algo que papá no hacía muy a menudo. Por otro lado, podía ver que su cuerpo estaba definido, no como el cuerpo de mi padre que poseía una atractiva barriga que, en mi opinión, era perfecta para dormir. En ese momento, mi madre dejó de abrazarme, para luego abrazar a mi hermana. Los segundos pasaban, pero yo no dejaba de observar a ese tipo ¿quién era él y por qué estaba allí?
Una vez más la puerta fue abierta. En estos momento ya no me sorprendía si mi hermano aparecía con un extraño más, mi madre ya lo había hecho y era contradictorio, pues ella misma había puesto como regla de oro el no traer extraños a casa. Eso lo hizo después de aquel día cuando mi hermano trajo a una señora muy mayor y atractiva, a su parecer, para comer con nosotros. Omitiendo ese recuerdo, me preguntaba ¿ahora sí podíamos traer extraños?Emocionada por el gran descubrimiento que había hecho, giré sobre mis deportivos con luces incrustadas a los lados y, con una sonrisa en mi rostro, busqué a mi hermano para informarle que ya podíamos traer extraños a la casa y compartir de nuestros dulces con ellos. Pero para mi sorpresa, la imagen de mi hermano, con su uniforme de primaria, fue omitida al encontrarme con la figura de mi padre y el sonido de su maletín café oscuro cayendo al piso.
— ¡Papi! — grité para correr a su encuentro y me aferré a su pierna. Ese era mi saludo cotidiano — Mami ha traído a un extraño, eso significa que ya puedo traer a los niños de la calle para invitarlos a comer dulces conmigo ¿no es eso algo genial? Quiero que el pipito que siempre está por el parque coma chocolate porque — jalé la tela de su pantalón y susurré — el chocolate es vida papá.
— Cariño, ahora no — mi padre se arrodilló hasta estar a mi altura y besó mi frente —. Grace... — se dirigió a mi hermana —, ya sabes que hacer.
Mi hermana asintió colocándose de pie y caminó hacia mí. Cada vez que se acercaba a mí era para tomarme en brazos, por eso ya estaba lista con mis manos estiradas hacia ella. Una vez entre sus brazos, comenzó a moverse hasta la habitación que compartíamos para dormir. No pude evitar ver a mi papá, él nos perseguía con la mirada hasta que entramos a la habitación, lucía triste y yo solo quería abrazarlos. Grace me colocó sobre mi cama, se dirigió a su grabadora y encendió de esta dejando que Always de Bon Jovi inundara cada espacio de nuestra habitación. No entendía que sucedía, normalmente mi hermano entraba por la puerta junto a nuestra madre luego de un largo día en la primaria, luego todos nos reuníamos en la cocina para verla preparar la cena y, finalmente, mi padre volvía horas más tardes del trabajo para cenar con nosotros.