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Si no puedes volar, corre.
Si no puedes correr, camina.
Si no puedes caminar, arrástrate.
Pero continúa avanzando.
Fue a principios de diciembre cuando mi vida cambio. El director, o mejor dicho, Leonardo, ordenó a todos los maestros que llevaran a los alumnos a la plaza central. Todos salieron formados y se acomodaron integrando pequeños rectángulos alrededor de Leonardo.
-¿Él es el director? –me preguntó Anita, mi compañera de clases.
-Sí, y se llama Leonardo –me regodeé al decir su nombre-. Es mi amigo.
-No te creo, eres un mentiroso.
-Que no lo creas, no quiere decir que no sea verdad –respondí molesto. Me sacó la lengua y me dieron ganas de jalarle su malhecha trenza. No lo hice, sabía que no estaba bien golpear a una niña. En realidad creía que no estaba bien golpear a cualquier persona sin importar que fuera hombre o mujer.
-¡Buen día a todos chicos! –Saludó Leonardo con su característico entusiasmo-. Esto que estoy por hacer es algo inusual, pero sé que debo hacerlo. En las adopciones anteriores no lo hice, y no lo hubiera hecho en esta de no ser por peticiones de esta pareja.
Al ver que no era nada interesante mi mente comenzó a divagar en recuerdos y en la escena que tenía frente a mí. Todos los niños miraban con atención a Leonardo, desde los más pequeños de preescolar hasta los más grandes (como yo) que ya iban en secundaria. Mi atención regresó a Leonardo cuando mencionó que esta pareja estaba formada por dos hombres. Pensé que había escuchado mal así que me concentré por escuchar el resto del anuncio.
-… ellos insistieron que hiciera esto pues querían que ustedes estuvieran de acuerdo con la adopción y fueran ustedes quienes los eligieran a ellos y no ellos a ustedes.
Veía como los maestros de preescolar intentaban explicar lo que había dicho Leonardo y por más que se esforzaron no tuvieron éxito. Los niños no entendían como era posible tener dos papás.
Leonardo ordenó a todos los profesores regresar a sus alumnos a sus respectivos salones y que todo aquel niño que estuviera interesado lo llevaran a su oficina. Salí de la formación y me escabullí hasta el edificio donde se encontraba Leonardo con aquellos dos hombres que pretendían adoptar un niño. Rodeé el edificio y escalé a través de unos arbustos para poder ver por la enorme ventana. Dos hombres estaban sentados, uno en el lugar de Leonardo y otro donde yo me había sentado todas aquellas veces que estuve ahí. El que estaba sentado detrás del escrito era más bajito que el otro, parecía muy nervioso y no dejaba de morder un bolígrafo.
-Tranquilo, Chris, me estás poniendo nervioso a mí –le dijo su novio… esposo… o lo que fuera.
-¿Por qué tarda tanto? ¿Y si las cosas salen mal? ¿Y si nadie quiere venir? ¿Y si…?
-¿Y si dejas ser tan pesimista? Tú fuiste el que pidió que las cosas se hicieran así y además…
Los arbustos que estaban debajo de mí, cedieron ante mi peso y caí al suelo. La altura no era peligrosa pero eso no impidió que me diera un buen golpe. Intenté levantarme y correr, estaba seguro que aquellos hombres habían escuchado todo el ruido que hice.
-¿Estás bien? –me preguntó el más bajo cuando apenas me había puesto de rodillas y me preparaba para correr. Saltó por la ventana y aterrizo junto a mí-. ¿Te hiciste daño?
-No, no. Estoy bien, no me pasó nada. Eh, debo irme, lo siento señor –me di media vuelta y empecé a caminar.
-Espera, yo creo que sí te lastimaste –me alcanzó y se puso de cuclillas frente a mí. Tomó mis manos y las levantó para que pudiera verlas. De mis dedos corrían pequeños riachuelos de sangre, la piel de las yemas se había levantado un poco cuando intenté aferrarme la pared para no caer-. ¿No te duele?
-No, solo es una pequeña cortadita. No me duele, mire –cerré la mano con fuerza e hice una mueca de dolor al aplastar la herida-. Bueno, quizá sólo un poco.
-¿Te puedo ayudar a limpiar eso? –me preguntó con un tono de voz paternal justo como lo hacía Leonardo cuando quería pedirme algo. Alcé la vista y pude notar que el otro hombre nos observaba desde la ventana.
-Creo que puede hacerlo.
Rodeamos el edificio y entramos por la puerta principal. Preguntó a la secretaria por el botiquín de primeros auxilios y ella se lo trajo rápidamente. No entendía por Gaby se dirigía a él como a él con un respetuoso “Señor”, si sólo le hablaba de esa manera a Leonardo.