Parte 6
“Primero los colores. Luego los humanos.
Así es como acostumbro a ver las cosas.
O, al menos, así intento verlas.”
Me llamo Tomás, tengo 21 años y curso el quinto semestre de universidad. Ya no vivo en un internado, no, ahora vivo con mis padres.
Mi vida cambió cuando tenía 13 años; dos hombres decidieron formar una familia y me tocó ser el afortunado. En ese entonces no lograba entender porque la gente decía que estaba mal la idea de mis padres de formar una familia y ahora ¡LO ENTIENDO MENOS! ¿Qué tiene de malo que dos hombres quieran formar una familia? Pasé años buscando esa respuesta, preguntando a mis amigos y conocidos. La mayoría me respondía que el "niño" tendría una infancia difícil, que sería molestado y crecería con traumas que le impedirían ser feliz; eran esas respuestas las que me hacían enojar más. ¿Prohibían a dos hombres tener una familia por gente est****a que no entendía lo que verdaderamente es el amor? Cansado de siempre escuchar lo mismo dejé de indagar y me dispuse a disfrutar de la maravillosa vida que me habían dado mis padres.
La familia que ellos habían formado era como todas: con momentos felices, con momentos tristes, con momentos de estrés, con momentos de tensión, en fin, COMO CUALQUIER OTRA FAMILIA.
Para terminarles de contar mi historia quiero narrarles los acontecimientos que podrían ayudar a entender el verdadero significado de una familia. No importa que esté formada por un hombre y por una mujer, o por dos hombres, o por dos mujeres. ¡ESO NO TIENE IMPORTANCIA!
Empezaré con mi primer día de clases:
Mi despertador sonó cuando sus grandes números rojos y cuadrados marcaban las 6:20 am; ni siquiera sonó veinte segundos cuando papá Chris entro a mi habitación con una amplia sonrisa y tan nervioso que parecía que él iría a la escuela y no yo.
-¿Estás listo, Tom? ¿No estás emocionado? ¿Estás nervioso?
No pude evitar reír al escuchar todas sus preguntas a las que no me daba tiempo de responder. El ya traía puesta su ropa con la que iba a su trabajo: un pantalón de vestir negro y una camisa blanca. La corbata colgaba con elegancia de su cuello y desaparecía debajo de su impecable saco. Pequeñas ojeras habían aparecido en su rostro y no necesité más para saber que no pudo dormir.
-Tranquilo papá –respondí aún entre risas-, no estoy nervioso y sí, sí estoy emocionado. ¿Cuál era tu otra pregunta?
-Ya no la recuerdo –respondió con una dulce y nerviosa sonrisa.
Me senté en la cama y me quité todas las cobijas de encima intentando desemperezarme. Papá Chris caminó hasta mi closet, sacó mi nuevo uniforme y lo puso sobre la cama muy cerca de mí. Tomó mi cabeza con ambas manos y me besó en la frente. Estaba acostumbrado a pequeños besos pero este se estaba prolongando más de lo habitual.
-¿Qué pasa, papá? –pregunté aún con sus labios en mi frente. Los vellitos de su barba alcanzaban mi nariz provocándome un leve cosquilleo.
-Nada, nada –se alejó de mí y me sonrió nuevamente-. Tom, prométeme que si alguien te molesta me lo dirás en ese mismo instante.
-No pasará nada, papá...
-Por favor prométemelo, Tom.
-Te lo prometo papi –respondí sintiendo una presión en el pecho. Mi papá entendía que la gente era mala, sabía lo cruel que podían llegar a ser los niños y era justo por eso que estaba tan nervioso-. Pero te prometo que no me pasará nada.
Me sonrió con tristeza y sentí que las lágrimas se agolpaban en mis parpados. En verdad mi papá tenía miedo, era la primera vez que lo veía tan nervioso e inseguro.
-Te espero abajo, tu desayuno está listo.
Volvió a besarme en la frente y salió de mi habitación. Me quité a toda prisa el pijama y me puse el uniforme. Se me puso la piel de gallina al sentir la tela fría del uniforme, caminé hasta el espejo y me vi por unos segundos: no me veía tan mal. Entré al baño y moje mi cabello para intentar peinarlo, aun recordaba los chistes de papá Chris sobre la vida propia de mi cabello y sonreí.
Cuando bajé a la cocina, Chris estaba frente a la mesa desayunando y Alex estaba en la barra partiendo una manzana en pequeños cuadritos.
-Buen día, papá –saludé a Alex con un beso en la mejilla.
Me devolvió el saludo acompañado con una sonrisa. Puso frente a mí un plato con una variedad de fruta picada. Siempre acostumbrábamos desayunar fruta, papá Alex decía que era la mejor manera de empezar el día.
-Ya empaqué tu almuerzo en la mochila. Ah, también te puse dinero en la pequeña bolsa que está dentro por si se te antoja comprar algo.
-Gracias papá –respondí con la boca llena de fruta.