Otro año escolar ha comenzado. Nuevos compañeros de cursos han ingresado al instituto, pero las amistades siguen siendo las mismas de siempre.
Mis amigos a principio no se habían tomado nada bien cuando les dije de mi nuevo amigo, pero con el tiempo lo aceptaron. Es más, ellos lo conocieron y se dieron cuenta que al final no es la persona que creían.
La amistad de cuatro es más emocionante, ya que David tiene un amigo hombre...Y pueden hablar cosas de hombre, algo que no puede hacer con nosotras, porque sería incómodo, demasiado incómodo.
William está en las pruebas para entrar al equipo de básquet, como su amiga lo he acompañado. El día antes estaba en mi casa muy nervioso, por lo que tuve que calmarlo.
A la tarde, después de salir de la escuela a buscar a Caroline y a Benjamin, junto a David y Jaqueline, fuimos a mi casa. Parecía que más intentamos calmarlo, más nervioso se ponía.
Les tuve que pedir a mis amigos que se retiraran, lo cual ellos no se opusieron y eso me llamó la atención, siempre tienen una excusa. Seguro que algo entre manos se traen estos dos.
Como mis padres ya lo conocen, les pedí si se podía quedar esta noche. Primero, mi padre se opuso al no conocerlo bien, así que le expliqué el motivo y termina aceptando a regañadientes. Por otro lado, mi madre está feliz.
William llamó a sus padres que iba a quedarse en la casa de un amigo. Me dijo que si les decía que era en la mía, no se lo iban a permitir, ya que iba a ser raro. Conozco a los señores Jones, son buenas personas, pero no se lo permitirían porque es adolescente y todo eso...
Pensé en algo que lo entretuviera durante lo que restara del día. Lo primero que se ocurrió fue que jugara a los videojuegos con Benjamin, algo de lucha libre o Indiana Jones... Con tal de que dejara de pensar en mañana, lo que sea.
Las horas pasaron, y con ellas había llegado la noche. William pasó mucho tiempo jugando, no ha comido y no bebió nada. La hora de cenar ha llegado, me acerco hacia donde él está y me siento a su lado.
- William, vamos a cenar. Unos pollos al horno con papas nos están esperando para comerlos.- le digo al oído.
- ¿Ya es de noche?- pregunta parpadeando por unos segundos.- Que rápido ha pasado...- me mira con su gran sonrisa.
- ¿Estás bien?- le pregunto apoyando una mano sobre su hombro.
- En verdad, no. Me entretuve, pero los nervios no se han ido.- me contesta riéndose de sí mismo.
- Vamos, mi familia está en la mesa esperándonos para comenzar a comer.
Nos levantamos y nos dirigimos a la mesa. Fue una cena agradable. Mi padre lo conoció más a fondo y terminó cayéndole bien. Ahora no puede tener problemas para que se quede aquí. Lo que no puedo creer es que tienen muchas cosas en común. Eso es una buena señal.
Una vez que terminamos de cenar, mis hermanos se dirigen a sus respectivas habitaciones. Yo quedé en dormir en el cuarto de invitados con William, porque no quiere quedarse solo y la habitación de Benjamin es poco espacioso.
Cumplo con su petición, pero antes de ir allí, tengo que pasar primero por mi habitación. Ahí está Caroline, quién la noto preocupada.
- ¿Qué vas a hacer Mel? Ese cuarto es muy oscuro para tí.
- No te preocupes Caroline, con una linterna me las arreglaré.- le sonrío para tranquilizarla.
Sus ojos claros están lleno de miedo. William no sabe de mi enfermedad de la visión. No quiero saber cual será su reacción. Yo lo tomaría como un secreto a no decir todavía. Me cambio la ropa que tengo puesta por un pijama, tomo todo lo que necesito y la abrazo con el brazo libre. Oigo un suspiro y sé que quedará tranquila.
Cuando salgo, William se ubica al lado de la puerta, apoyado contra la pared y de brazos cruzados, supongo que me espera. Al verme me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa.
- ¿Cómo supiste...?
- Bueno, supuse que la decoración de la puerta es de niñas, y Benjamin no pondría estos tipos de cosas en su cuarto.- se encoge de hombros y me río.
-No...- le contesto- A Benja déjale la colección de videojuegos y estará feliz con eso.- lo miro y suspiro- Vamos al cuarto que nos tocará compartir.
William mira todo el pasillo y se dirige a mí. Al verme con cara de confusión, sonríe y sostiene mi mano libre aferrándose en ella. Si, desde que le tomé la mano ese día que se nos escapaban mis hermanos, siempre me ha tomado.
Mi mano le responde de la misma manera, le sonrío y nos dirigimos a la habitación que había acomodado con mamá. Una vez que la puerta está abierta, por instinto busco la perilla de la luz y lo enciendo. Le tuve que pedir a mi padre que pusiera una lámpara que iluminara más la habitación.