Mis días no pudieron ser para mejor. La semana ha llegado a su fin y junto a ellos los parciales. Mi mente está a punto de explotar y mi cuerpo no quiere reaccionar ante el poco tiempo de descanso.
Sábado se hizo presente, después de la semana de tortura, el alivio se hace sentir. La luz del sol ilumina la habitación y en mi rostro, solo que no sé como realmente se ve.
Intento abrir los ojos, pero solo puedo hacerlo con uno solo, no puedo mover el cuerpo. Pensando por un momento quien me lo impide fuese el cuerpo de William, pero no estoy rodeada por sus brazos, él ya se fue. Giro mi cabeza hacia el otro extremo recibiendo un beso en mis labios. Su cabeza apoyada sobre uno de sus musculosos brazos, mientras que con el otro me empuja hacia él.
- Buenos días, princesa.- me saluda en susurro con una sonrisa.
- Buenos días, mi príncipe azul.- le contesto seguido de un beso en sus labios.
- Me gustaría quedarme aquí, pero en un rato tengo que venir a desayunar.- hace comillas con sus dedos en la palabra venir, posando sus labios en mi frente.
- Está bien, en un rato despertará Caroline y no será muy lindo encontrarte aquí.- río por lo bajo.
Se levanta de la cama, solo está vestido con un bóxer rayado claro, su espalda bien trabajada y mis dedos quieren pasearse por esos llamativos músculos. Trago saliva quitando esa imaginación de mi mente.
Cuando escucho la voz de Caroline llamándome, William ya se había escapado por la ventana sin que nadie lo viera, prometiéndome que va a sacarme de casa. No quiso decirme a donde quiere llevarme, por lo que me tiene intrigada.
- Buenos días, Mel...- saluda Caroline mientras se sienta enla cama.
- Buen día, Caro...- la recibo con un abrazo.
Los años pasan, pero las muestras de cariño hacia mi hermana nunca cambian. Ella sigue tan pendiente a lo que necesite, considerando ya lo dicho, de que no soy ciega y solo arrastro una enfermedad de vista.
- Hoy es sábado,- levanta las cejas- tenemos que hacer algo.
- Déjamelo pensar, aunque mi cerebro no da para más.- llevo mis dedos a mi sien- Es la paliza más grande que me han dado en mi corta vida...- digo cerrando los ojos.
- Vas a ver que valdrá la pena tus esfuerzos, ¡Estás a un paso de recibirte! Vas a cumplir uno de tus sueños.- me sonríe- Y estoy muy orgullosa de tí.
Un cariñoso abrazo de mi hermana, me saca una sonrisa de mis labios y unas lágrimas caen por mis mejillas... Puedo llegar a ser muy sensible. Sus palabras hacen que tenga fe en mí misma. El sonido del timbre nos asusta a las dos, hace que nos separemos y reímos ante lo sucedido.
Bajamos las escaleras, mi brazo en su cintura y el suyo en mis hombros; ella es un par de centímetros más baja, parece que todos salimos de baja estatura. No nos cambiamos nuestros pijamas, a lo que llamamos los sábados sin hacer nada... Lo sé, cuando uno se despierta con mucha pereza, no se puede hacer nada.
Una vez en la cocina, nos miramos con Caroline. No me sorprende que William estuviese aquí, menos mirándome con cara de sorprendido. Pero sí que Mike esté aquí a esta hora, es de lo más extraño. Lo raro es que mi padre no estuviera desayunando, mi madre como siempre preparándolo.
- Buenos días...- saludamos al mismo tiempo.
- Buenos días, hijas.- nos saluda ella.
- ¿Y papá?- le pregunto.
- Hoy tenía que ir a trabajar temprano.- me contesta sonriéndome.
Le guiño un ojo a William y vamos en busca de mi madre para abrazarla, como siempre lo hacemos. Seguido de ella saludo a Mike, tan dulce como la primera vez que lo conocí y recibe a Caroline con un gran beso.
Me hace recordar lo ocurrido semanas atrás y me ruborizo. Bajo la mirada dirigiéndome hacia William, intento saludarlo para no levantar sospechas. Cuando estoy a su lado, le doy un beso en su mejilla, notando que se tensa su mandíbula.
- No aguanto ni un minuto más sin besarte.- me dice al oído y mi corazón golpea en el pecho- Esto me está torturando...- yo tampoco aguanto estar un segundo sin él.
Lo arrastro fuera de su asiento, colgándome de sus hombros, de forma literal.
- Ya volvemos.- le digo a mi madre, ella asiente guiñándome un ojo y niego sonriendo.
Tomo una mano a William, lo empujo escalera arriba, encerrándonos en mi habitación. Una vez trabada la puerta, me atrae hacia él estampando sus labios en los míos, muerde mi labio inferior pidiéndome permiso. No hice más que darle paso, que invade desesperado. Esa electricidad tan familiar lo siento al chocar nuestras lenguas y cierro mis ojos dejándome llevar.
Una de mis manos está en su nuca profundizando el beso, mientras que la otra se posa en su pecho, sintiendo el acelerado latir de su corazón. Los suyos me empujan en la parte baja de mi espalda, acortando el poco espacio que nos separa. Siento su erección en mi abdomen, a lo que gimo en respuesta sobre su boca y sonríe.