Soy Amelia, tengo treinta años y vivo pensando que todo en la vida pasa por algo. Tengo un empleo de medio tiempo en una cafetería vieja y descolorida, solo estoy ahí por dinero, porque tengo una hija de siete años y dos gatos así que tengo que mantenernos. Era doctora pero lo dejé, en realidad, no pude ejercer más la medicina por problemas con un paciente. Estoy bien, ahora me ocupo de los quehaceres y quizá deje de brillar porque uno nace, crece, sabe lo que quiere y que te arrebaten eso es indignante, no quiero eso para mi hija, quiero que brille siempre, por eso llego feliz a casa, hablo muy bien de la cafetería, de lo lindos que son los clientes... en fin unas pocas mentiras hacen creerle en su inocencia, que irradio luz.
Deje el hospital con dignidad, me escondo de aquellos que me ven y me señalan, unos me preguntan mucho y otros solo me ignoran. Empecé diciendo que creo que en la vida todo pasa por algo y si, el hospital se quemó, murieron miles de pacientes y doctores justo después que salí. Aquí es donde me juzgan hay quienes dicen que fui yo, otros que me defienden y otros que dicen que tuve suerte. Mi hija quiere ser doctora, veo en sus ojos el mismo brillo que yo tenía, la misma sonrisa, quizás algún día la veré en su trabajo, la veré triunfar y convertirse en la mujer que quiere.
Ahora que cuento esto, me puse a pensar que la cafetería no esta tan mal, que los clientes no son tan malos y que... tal vez debería proponer que cambien el color beige de las paredes. Tal vez tengo que luchar por lo que quiero, quizás no hace falta fingir y mentirle a mi hija, esta vez puedo cambiar y enseñarle que así como existe lo bueno, existe lo malo, que escoja lo que ama y que no baje los brazos.