Muchas veces escuché que la mayoría de las personas se queja por tropezarse conmigo, reiteradas veces como un refrán, dicho o consejo de esos viejos.
Yo soy Ardeip, sufro cuando me usan como un objeto, tratando de hacer sufrir al otro o dañarlo. Sufro cuando me patean, cuando me lanzan, cuando me cae la fría lluvia estando al descubierto, cuando me pisan, en fin, sufro un montón.
Soy de una familla numerosa, de clase baja, ni mucho ni poco, común. Jamás aceptaría de donde vine, ni de donde termine, aunque es incierto, de hecho temo que algún día me encuentren afuera de un supermercado o peor aún, en alguna casa con las blancas, son supersticiosas, desagradables y muy fastidiosas.
Una vez, me tocó estar en un contenedor de basura, fue horrible, me sentí asfixiado, sin salida alguna, pero me encontré con un fanático, uno que ama las piedras, uno que me ama.
Mientras pienso en lo mucho que sufro, estoy en una repisa, con una blanca, una negra y otros con colores alegres, yo ahí no encajo, porque soy re común, pero cuando llegué el fanático me puso en primer lugar y ahí me di cuenta, no era común, era rara, pero no común, eso me gustó y aquí entre las piedras me llaman Ardeip, un honor seguramente, adquirí un nombre, un puesto y lo mejor de todo es que me limpian cada dos por tres para quedar más brillante.