Yo soy Susana

Capítulo 1(El inicio)

El disparo se escucho en todo el lugar, Federico miró al hombre frente a él que no se percata en lo absoluto de lo que está pasando, está concentrado en una conversación. Federico sin querer miró al hombre asomarse detrás de la gran planta que adornaba el local y lo vio sacar su arma y apuntar con ella al hombre frente a él, sin pensarlo se tira sobre el hombre y lo derriba no sin antes sentir el ardor en su hombro.

El famoso restaurante se vuelve un total caos con las mujeres gritando como locas y los hombres tratando de salir con ellas pero el lugar ha sido invadido por hombres vestidos de trajes de negro y todos armados.

Federico siente que lo levantan sin contemplación alguna, sujetan sus brazos pero hace una mueca de dolor.

—¿Pero que hacen? —él hombre que ha salvado mira al séquito de guardaespaldas con mala cara y no deja de ver la mancha de sangre en el traje de hombre —Este hombre me ha salvado y ustedes inútiles en lugar de buscar a quien quiso matarme maltratan al hombre que me salvo —rápidamente lo sueltan —Llamen a una ambulancia, lo llevaremos a un hospital privado.

Un día después 

Federico suspiro y escucho a su esposa renegar molesta por haber arriesgado su vida por un desconocido, ella lloro luego sin dejar de tocar su abultado vientre, se seco las lágrimas cuando vio a un desconocido en el umbral de la puerta, totalmente guapo, llevaba un traje oscuro y cargaba su abrigo en un brazo, entró a la habitación y se acercó a la cama de Federico, quien lo reconoció al instante, el hombre que había salvado.

—Gracias —la voz profunda del desconocido hizo que la esposa de Federico sintiera un cosquilleo en su espalda —Salvaste mi vida y ni todo el dinero del mundo puede pagar lo que hiciste —su mirada se poso en el vientre abultado de la esposa de su salvador —¿Saben el sexo?

—Es una niña —Federico sonrió —Mi primer hija, se llamará Susana.

—Soy Enrico Salvatore —Federico abrió los ojos de par en par y ahora entendió por qué la cara del hombre le pareció familiar en el restaurante, era el hombre más rico, era el dueño del petróleo, lo había visto en las noticias —Supongo ya sabes quien soy, ni toda la riqueza del mundo pueden pagar mi vida, te he investigado y me doy cuenta que tu compañía está por ir a la quiebra —asintio por que precisamente estaba en ese restaurante para reunirse con su amigo de la universidad, iba a pedirle un préstamo, era el presidente de uno de los más prestigiosos bancos del país —Yo salvaré tu empresa, inyectare el dinero que necesitas y enviare un grupo de expertos para que analicen el por qué la empresa no está creciendo y les ayudará en levantarse.

Federico no daba crédito a lo que escuchaba.

—No lo salve para obtener algún beneficio, ni siquiera sabía quién era usted —Enrico sonrió.

—Lo sé, eres un hombre recto

— Pero es una gran inversión.

—Seremos socios Federico y familia —Federico frunció el entrecejo al no entender lo último que dijo.

— No entiendo.

—Mi hijo Vicenzo Salvatore tiene diez años y doy mi palabra que se unirá en matrimonio con tu hija Susana.

—Pero no es necesario, mi hija no ha nacido y...

—Ya di mi palabra Federico y ya no puedo echarme para atrás, nuestras familias estarán unidas, mi agradecimiento por lo que hiciste será para toda la vida.

La esposa de Federico que había callado todo el tiempo, se acercó a Federico y puso su mano en su hombro.

—Es lo mejor para nuestra hija, si faltamos un dia será protegida por su esposo.

Enrico asintio ante las palabras de Maria Rosa, había investigado a este matrimonio y eran gente de bien por eso no dudo en comprometer a su hijo Vicenzo, su primogénito, su heredero.

—Gracias Maria Rosa —Enrico extendió su mano y la estrecho con ella y luego con Federico —Es una promesa.

15 años después 

Susana bajo los escalones sin hacer ruido, escucho las voces en el salón y busco a esconderse ya que sus padres la regañarian al verla husmeando, pero no podía evitarlo, sentía curiosidad por su prometido, solo lo había visto en revistas y periódicos. Nunca Vicenzo había llegado a su hogar a pesar que estaban prometidos, hasta este día, pero no había pedido conocer a su prometida por esa razón no sería bienvenida por sus padres en la conversación.

Se acerco más y se pego en una pared, estiro un poco el cuello para ver hacia el salón, escuchaba las voces de sus padres y de don Enrico, pero no la de Vicenzo.

—Es de mala educación espiar —una voz profunda y varonil la reprendió, ella se giro rápidamente y se quedó con la boca abierta, al ver ante ella a Vicenzo Salvatore, su prometido, el hombre que seria su esposo cuando ella tuviera veinticinco años. Las revistas y los periódicos no le hacían justicia, era más guapo en persona pero con una mirada fría, alto, de hombros anchos, su piel morena le parecía un caramelo de miel, su cabello negro bien peinado, llevaba un traje que le quedaba a la perfección.

—Yo... —las palabras se le atoraron en la garganta —Quería... 

Vicenzo la miro desde su altura, era una chica bonita, pero simple, no era despampanante como las mujeres con las que salía, no podía siquiera mantener su mirada. Solto el aire al pensar que en diez años está chica tímida sería su esposa, algo que no le agradaba ya que no tuvo la libertad de escoger a la mujer que seria su esposa, fue prometido cuando tenía diez años.

—Espero que cuando seas mi esposa por lo menos puedas mirarme a los ojos y hablarme con seguridad —dicho eso se marchó para unirse a la conversación, no había querido conocer a Susana, tenía derecho de vivir los diez años que faltaban para casarse, en completa paz, haciendo lo que quería, pero igual la conoció y eso le molestó.

Tenia veinticinco años y esos quince años había vivido lleno de resentimiento por que su padre lo ato a una situación que no le agradaba en lo absoluto.



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En el texto hay: odio dolor, venganza amor

Editado: 26.12.2022

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