—Está muerta —escucho la voz, intento moverse pero se detuvo al escuchar la conversación —Trabajo bien hecho.
Sentía que la cabeza le dolía, al igual que una parte de su rostro, su cuerpo estaba sobre algo helado, pero de acuerdo a lo que escucho no podía moverse.
—Vamos a cobrar nuestro dinero —escucho pasos y luego una puerta cerrarse, se negaba a abrir los ojos, tenía miedo de que siguieran ahí. No sabia cuanto había pasado, escucho la puerta abrirse nuevamente y unos pasos hacia ella.
Apretó su mano al sentir una mano rozar su mejilla, su corazón palpitaba lleno de miedo.
—Hermana —iba abrir los ojos al escuchar la voz quebrada de su hermana, ella lloraba acariciando su rostro, pero la iba a dejar sufrir un minuto, sólo uno y luego se le iba a tirar encima para abrazarla —Se que no me escuchas, pero quiero pedirte perdón, nunca debi haberme involucrado con Vicenzo —su corazón temblo —Pero cuando lo conocí, me enamoré de él y no pude evitar caer en sus brazos, me siento culpable por que anoche desee con todas mis fuerzas que no te casaras con él, con mi hombre, perdóname por que anoche pedí con fuerzas que no estuvieras en nuestras vidas y te paso esto. Perdóname por favor
Susana se quedó fría ante las palabras de su hermana querida, ella sabía que amaba a Vicenzo y no le importo involucrarse con él, acostarse con su prometido, no iba a revelarle a su hermana que estaba bien, debía pensar.
—Yo... cuidare de Vicenzo, al no estar tú, el matrimonio debe realizarse conmigo por los negocios de nuestras familias.
Susana no se movió, su hermana, su querida hermana, la había traicionado, quería seguir con su prometido, sin importarle nada.
Ella se marchó y Susana dudaba de su hermana, no olvidaba que hace unas horas, habían llegado hombres a comprobar si estaba muerta y luego que iban a cobrar el dinero, era claro que la habían mandado a asesinar, su mente era un caos ¿acaso Vicenzo y su hermana habían pagado para matarla? Al parecer se amaban y ella era un obstáculo.
Escucho nuevamente pasos, estos anduvieron por todo el lugar y luego se detuvieron frente a ella, se escuchaba que revolvía cosas y luego el clic de algo.
—En este momento realizaré la autopista de Susana Santiago, procederé a abrir... —escucho decir y luego como la manta que cubría su cuerpo se deslizaba de sus hombros, ¡iban a abrir su cuerpo!
—Es...—Su voz sonó carrasposa pero fue suficiente, escucho algo volcarse, abrió los ojos y se encontró con un hombre pálido y aterrado.
—Un... Un... fantas...fantasma.
Susana se sentó y miró a su alrededor, estaba en la morgue. Vio otros cuerpos que estaban cubiertos con sábanas, ella llevo sus manos a la sábana para que no se deslizará de sus senos
—No soy un fantasma ¿por qué estoy aquí?
—Estás... estás mue...muerta —rodó los ojos
—Cómo alguien tan miedoso ¿puede trabajar aquí?
—Se supone los muertos no salen.
—Debi morir pero volví —apretó sus manos —Debo hacer justicia.
El hombre la miró y luego miró hacia otro lado, Susana sentía su corazón dolido, pero la única explicación de lo que le había pasado, era que su hermana y su prometido habían intentado matarla.
—Necesito hacer una llamada —el hombre no dejaba de verla —Que estoy viva carajo —grito por primera vez en su vida.
El hombre pasó una mano por su cabello.
—Voy a revisar las frecuencias de su corazón y su pulso, si esta todo bien, avisaremos a sus familiares y por supuesto al hospital —ella sujeto el brazo del hombre y miro su bata con manchas de sangre y otras sustancias que no quiso preguntar, menos imaginarse que era.
—Por favor Dr. Juarez no avise a nadie —lo miró a los ojos con toda la tristeza —Intentaron asesinarme, los asesinos estuvieron aquí hace un rato.
El médico la miró espantado, se solto de ella y camino de un lado a otro.
—¿A quien llamará? ¿A su prometido?
Susana sonrío con burla.
—No
Rodrigo tiro las llaves en el buro que estaba en la entrada de su casa, se quito el saco y luego se dejó caer en el suelo, no podía creer que Susana estaba muerta, sentía su corazón dolido y roto, la mujer que amaba ya no estaba en este mundo. Había aceptado el hecho de que seria la esposa de otro hombre y se conformaba en verla todos los días, pero hasta eso se le había negado. Su ángel ya no estaba, abrazo sus piernas y apoyo su cabeza en ellas, escucho su móvil sonar y no se le apetecía atender, quería estar solo esta noche, pero recordó que los familiares no tenían la fuerza de atender a nadie y él se había hecho a la tarea. Sacó el móvil y con desgano atendió la llamada.
Vicenzo
—¿Dónde estás? —Vicenzo miró hacia las montañas y luego soltó un suspiro.
—Quiero estar solo padre —dio un sorbo a su bebida y con sumo cuidado la colocó en la superficie de una mesa
—Estas en la casa de la montaña, subiste a tu helicóptero y nadie supo más de ti.
—Quiero estar solo —colgó la llamada y su mirada seguía perdida en el horizonte, su móvil volvió a sonar, hizo un gesto de molestia al ver el nombre y se movió hacia la terraza, se sentó y espero a que el sol se ocultará.
Rodrigo
La vio y sintió como si alguien le había puesto una inyección y lo volvió a la vida.
Ella estaba con una bata blanca, sentada en la camilla, quiso abrazarla pero al levantar el rostro pudo ver su lado derecho destrozado.
El médico estaba sentado junto a ella, llevo una pinza con unas gasas a su rostro.
—Un medico debe verla, estoy seguro que un buen cirujano plástico la dejará sin ninguna cicatriz.
—¿Cirujano plástico? —pregunto Susana —No lo había pensado, el cirujano plástico, será de mucha ayuda.
—Susana —Rodrigo repitió, ella lo miró y sonrio, el corazón de él se calentó, estaba viendo nuevamente su sonrisa.
—Susana —el médico repitió —su familia espera su cuerpo, yo no puedo tenerla por mucho tiempo, al amanecer termina mi turno.